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Por qué el campo español no debería temer la competencia de terceros países

Los agricultores españoles son hasta cuatro veces más productivos que los marroquíes.

Los agricultores españoles son hasta cuatro veces más productivos que los marroquíes.
Protesta de agricultores. | EFE

El principal problema del campo español estriba en las cada vez más duras restricciones que impone la Política Agraria Común (PAC), junto con la consecución de objetivos medioambientales derivados del Pacto Verde de la UE. El aumento de costes regulatorios, laborales y fiscales, junto con el problema añadido de la sequía, ha terminado por desatar una crisis que no sólo afecta a España, sino a toda Europa.

Esa particular losa lastra la competitividad de agricultores y ganaderos, en detrimento de los productos de terceros países, cuyo precio es inferior. De ahí, precisamente, que algunos, incluido el propio Gobierno, apunten a la "competencia desleal" para evitar la llegada de importaciones alimentarias bajo el argumento de que no tienen que cumplir las mismas exigencias que el productor nacional. La cuestión es que restringir las importaciones ataca las consecuencias, no la raíz del problema, que no es otro que la regulación ecologista de la UE. Y, además, de imponerse, se traducirá en una sustancial subida de precios de los alimentos para el consumidor final.

La clave es que el campo europeo no tenga que afrontar altos costes de producción fruto de una legislación contraproducente para, de este modo, poder competir en los mercados globales. Y, llegados a este punto, lo que demuestran los datos es que el sector primario español no debería temer el libre comercio ni la competencia exterior procedente de terceros países. Básicamente, por tres razones.

En primer lugar, porque el sector agroalimentario, pese a todas las dificultades, es muy competitivo, tal y como prueba su constante y abultado superávit comercial. España vende al exterior en agricultura, ganadería y pesca mucho más de lo que compra de fuera. Las exportaciones agroalimentarias y pesqueras se situaron en 68.000 millones de euros en 2022, mientras que las importaciones fueron de 54.000 millones.

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El resultado, por tanto, fue una balanza comercial de 14.000 millones. Este indicador es síntoma de competitividad y solidez. No en vano, el sector primario representa el 17,5% de todas las exportaciones de la economía nacional. Además, España es el cuarto exportador de mercancías agroalimentarias y pesqueras de la UE, con una cuota del 10%.

En segundo lugar, los defensores de restringir importaciones ponen el acento en la llegada de productos procedentes de países vecinos como Marruecos. Por un lado, es cierto que en materia agroalimentaria España vende menos a Marruecos de lo que le compra, ya que presenta una balanza comercial negativa de 1.000 millones de euros hasta el pasado noviembres.

Pero lo que no se cuenta es que la balanza comercial total es positiva para España. Es decir, exporta mucho más a Marruecos de lo que importa, con un resultado positivo de casi 3.000 millones. Así pues, si Marruecos hiciera lo mismo, prohibiendo la llegada de productos españoles, la pérdida para la economía nacional sería muy superior a la del país vecino.

Sin embargo, lo más relevante en este caso es que el campo español no vende alimentos a terceros países, que normalmente son más pobres, sino que el grueso de su mercado exterior está en la venta a países ricos, especialmente europeos, donde existe libre comercio.

La UE es el destino del 64% de las exportaciones agroalimentarias y pesqueras de España. Y lo curioso es que Europa también es el principal proveedor de alimentos que llegan de fuera, con casi el 50% de las importaciones. En concreto, Francia es el principal socio comercial de España en el ámbito agroalimentario, ya que es el principal destino de las exportaciones (10.400 millones) y también de las importaciones (6.700 millones). Le siguen Alemania e Italia.

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Así pues, aunque la llegada de alimentos de terceros países puedan competir y ganar algo de cuota en el mercado nacional, el campo español cuenta con un sólido motor exterior, con una clientela de países ricos donde se valora mucho más la calidad que el precio.

Y la tercera razón para no temer el libre mercado tiene que ver con la productividad. Se trata de un indicador clave para medir la competitividad de una empresa, sector o país, puesto que indica el valor de la producción en relación con los recursos (coste) empleados. El mundo produce hoy muchos más alimentos que décadas atrás usando los mismos recursos, a pesar de dispararse la población, tal y como refleja el siguiente gráfico referido al cereal, por ejemplo.

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Cuando esto mismo se lleva al sector agrícola, se observa que el campo español es casi dos veces más productivo que el de la UE, cuatro veces más que el del Norte de África (Marruecos inclusive) y hasta once veces más que el resto del mundo.

Es decir, el sector primario español no debería tener ningún miedo a competir en el mercado libre, ya que es mucho mejor que el resto (produce muchos más alimentos por empleado).

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