La presidenta del Banco Central Europeo, Chrstine Lagarde, tiene el dudoso honor de haber contribuido a generar la mayor crisis de precios que ha vivido Europa en más de tres décadas. Las políticas expansivas desarrolladas por el BCE bajo mandato de la ex directora del Fondo Monetario Internacional han causado una verdadera hecatombe, minando severamente el poder adquisitivo de las familias del Viejo Continente.
Lagarde tampoco tiene el consuelo de contar con el apoyo de sus propios subordinados. Un sondeo elaborado en enero por el principal sindicato del BCE y filtrado en las últimas semanas a diversos medios de comunicación pone de manifiesto que el 50,6% de los trabajadores de la entidad consideran que el desempeño de Lagarde ha sido "pobre" o "muy pobre".
"Autocráta", "woke", "hipócrita"...
Algunos de los consultados se mostraron muy críticos con la ex ministra francesa, tildando su proceder de "autocrático" y acusando a Lagarde de estar más centrada en promover la agenda "woke" que controlar los precios y garantizar la estabilidad monetaria y financiera de la Eurozona. La filtración de estas quejas a distintas publicaciones confirma, además, la voluntad que tienen muchos trabajadores de poner en evidencia a Lagarde y trasladar a la opinión pública estas opiniones negativas.
Declaraciones atribuidas por The Times a un alto cargo del BCE apuntan que Lagarde "va de un error a otro… Se pasa todo el tiempo hablando de cosas que no tienen nada que ver con la política monetaria, incluso en momentos en que el IPC se situaba por encima del 10%. Los miembros de su equipo vemos, además, mucha hipocresía en su discurso. ¿Diversidad? Sí, pero vamos a reprogramarte… ¿Cambio climático? Sí, pero luego viaja en avión por todo el mundo para hablar de cuestiones que nada tienen que ver con la política monetaria…".
Con todo, este no es el único problema con el que lidia Lagarde, puesto que un número importante de los trabajadores del BCE también declaran estar "agotados", especialmente a raíz de los nuevos horarios de oficina impuestos por Lagarde tras el largo periodo de teletrabajo que siguió al estallido de la pandemia del coronavirus.