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Un ministro sacude Alemania con la amenaza de prohibir conducir los fines de semana

En el atascado debate para reformar la ley del clima, el ministro de Transportes avisó de que quizás habría que tomar medidas drásticas.

En el atascado debate para reformar la ley del clima, el ministro de Transportes avisó de que quizás habría que tomar medidas drásticas.
Autopista alemana | Flickr/CC/Günter Hentschel

El Gobierno alemán, en un nuevo episodio de rifirrafes entre sus socios, lleva meses tratando de reformar su Ley del Clima, que establece límites de emisiones de CO2 con el fin de conseguir la "neutralidad" climática. La semana pasada, los tres partidos que forman la coalición gubernamental, el SPD, los liberales y Los Verdes, alcanzaron por fin un acuerdo para eliminar los objetivos por sectores (como la construcción o el transporte) y medir el cumplimiento de los objetivos en su conjunto: el Gobierno deberá tomar medidas en dos años si los objetivos para 2030 no van a cumplirse en lugar de la situación actual, que obligaba a cada departamento a actuar si su sector contaminaba demasiado.

El acuerdo con el que de momento se cierran las disputas generó elogios de todos: los ecologistas celebraron que los objetivos eran más ambiciosos y los incentivos para instalar placas solares en tejados y balcones; los socialistas avisaron de que los cambios no permitirán "ni un gramo más de CO2" de los previstos y los liberales del FDP se congratularon de su victoria: el transporte dejará de tener objetivos específicos después de que el ministro del ramo, Volker Wissing, provocara un terremoto político al avisar la semana pasada de que cumplir con la ley podría suponer tener que prohibir circular con el coche los fines de semana.

Wissing puso la idea sobre la mesa con una carta que publicó el Bild en la que advertía de que para reducir las emisiones en la medida en que obligaba la ley, habría que imponer medidas restrictivas "difíciles de comunicar a la población". Entre ellas proponía restricciones a la circulación de coches en todo el país y planteaba la posibilidad de prohibirlos los fines de semana. En declaraciones posteriores, alegó que sólo podrían cumplirse los objetivos climáticos "si todos y cada uno de los ciudadanos" asumían sacrificios.

La medida suscitó fuertes críticas contra el ministro, tachado de alarmista e irresponsable, pero finalmente el órdago surtió efecto: tras decenas de titulares y declaraciones de sus rivales políticos señalando que no había necesidad de "meter miedo" y quejándose de que siguiera rechazando una medida largo tiempo anhelada por los ecologistas, la imposición de un límite de velocidad en las autopistas, la negociación concluyó librando al transporte de objetivos específicos. Justo esta semana, trascendió que el sector había excedido sus emisiones aunque en su conjunto Alemania las hubiera reducido, en buena parte por la caída de la demanda energética y no por las políticas climáticas.

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