La envidia siempre ha existido y trasciende las fronteras culturales. El renombrado sociólogo Helmut Schoeck ya lo explicó en 1968 en su libro Envy: A Theory of Social Behaviour. Sin embargo, en las sociedades capitalistas, la envidia parece manifestarse con mayor intensidad que en épocas anteriores.
Bajo un sistema de mercado, la posición social no viene determinada por el linaje o el nacimiento puesto que, ante la ley, todos somos iguales. Pero, en la práctica, la competencia económica bajo el capitalismo no conduce a la igualdad, sino a la desigualdad.
La gente puede reaccionar de forma muy diferente ante dicha desigualdad. Algunos responden esforzándose por reducir la brecha que les separa de los ricos intentando mejorar su propia situación. Estas personas ven a los ricos como una fuente de inspiración. Por ejemplo, intentan aprender lecciones de éxito de líderes como Jeff Bezos o Elon Musk, quizá comprando una o dos biografías y estudiándolas para ver qué ideas pueden extraer. Pero otros reaccionan con envidia, caso de los manifestantes que instalaron una guillotina frente a la mansión de 23 millones de dólares del propio Jeff Bezos en Washington, D.C.
La envidia en el caso de Idi Amin en Uganda
La envidia es a menudo fomentada por algunas fuerzas políticas, que incitan estas bajas pasiones para su propio beneficio político. A lo largo de la historia hemos conocido innumerables ejemplos de este fenómeno. El brutal dictador Idi Amin, que gobernó Uganda en la década de 1970, odiaba a los judíos y a los asiáticos "ricos". Decía Idi Amin que "Alemania es el ejemplo adecuado. Cuando Hitler era primer ministro y comandante supremo, quemó a más de seis millones de judíos. Esto se debe a que Hitler y todo el pueblo alemán sabían que los israelíes no son personas que trabajen para guardar el interés de los pueblos del mundo. Por eso quemaron vivos con gas a los israelíes que vivían en Alemania". Idi Amin sugirió reasentar a todos los israelíes de Oriente Medio y mandarlos a vivir a Gran Bretaña.
Tras su persecución de la población judía, Idi Amin dirigió su odio hacia los asiáticos, en particular contra los indios. A principios de agosto de 1972, Amin promulgó un decreto para la expulsión de todos los asiáticos de Uganda. En aquel momento, vivían en Uganda unos 80.000 asiáticos, principalmente de India y Pakistán. Habían sufrido ya los ataques de su predecesor, el socialista Milton Obote, cuya persecución de la población asiática había dañado gravemente la economía del país.
Como ha pasado tantas veces a lo largo de la historia, los ricos y triunfadores se han convertido en chivos expiatorios y se lanzó una campaña de envidia social sin precedentes. Se les tachó de explotadores cuyo único objetivo era el auto enriquecimiento a costa de la población autóctona. Se les acusó de acaparar riqueza, de ordeñar la economía… Todo lo que iba mal en la economía se les achacaba a ellos.
El razonamiento detrás de estos mensajes tan duros era que los africanos son pobres porque los indios los explotan. La economía no crecía… por culpa de los indios. La persecución de los asiáticos en Uganda fue ampliamente apoyada por el conjunto de la población. Antes de ser expulsados, los asiáticos poseían grandes empresas en Uganda, pero la "limpieza" de fue prácticamente completa. Un total de 5.655 empresas, explotaciones, tierras agrícolas, casas y coches fueron confiscados a los asiáticos y entregados a la población local. Sólo seis meses después, en enero de 1973, Idi Amin tomó la decisión de expropiar las empresas de propiedad británica sin indemnizarlas.
Estas medidas socialistas sumieron a Uganda en una profunda crisis. La expulsión de los asiáticos solamente agravó los males del país, ya que destruyó una parte importante de la base fiscal urbana. En el momento de su deportación, las empresas del país en manos de dirigentes asiáticos representaban hasta el 90% de los ingresos fiscales de Uganda, puesto que se trataba de compañías de tamaño mucho más grande.
La envidia a nivel global
La envidia es un fenómeno universal que existe en todo el mundo, aunque varía en intensidad de un país a otro. Encargué a Ipsos MORI una encuesta para conocer mejor las actitudes hacia los ricos en los distintos países. Hicimos las mismas preguntas a encuestados de 13 países. En cada país, clasificamos a los participantes en tres grupos distintos: envidiosos sociales, no envidiosos y ambivalentes que se sitúan en un punto intermedio.
Dividiendo el porcentaje de envidiosos entre el porcentaje de no envidiosos en un país determinado, obtuvimos el coeficiente de envidia social (SEC). El resultado de esto es que la envidia hacia los ricos es más pronunciada en Francia, seguida de Alemania. En cambio, la envidia es mucho menor en Japón y Polonia. Presenté los resultados detallados del estudio en cuatro artículos para la revista británica Economic Affairs, que luego resumí en un artículo académico publicado en mayo de 2024.
El economista chino Weiying Zhang también se ocupa de la envidia en su nuevo libro Re-Understanding Entrepreneurship. What It Is and Why it Matters, publicado por Cambridge University Press hace escasas semanas. Zhang también atribuye la envidia social al hecho de que la mayoría de la gente no entienda cómo ganan dinero los empresarios y piense que los ricos apenas se enriquecen explotando a los demás. "Sin embargo, el ciudadano medio no entiende cómo puede ganar dinero un empresario. Los empresarios no trabajan en el campo como los agricultores ni sudan como los obreros, así que ¿por qué son ricos? En particular, los empresarios que se dedican al comercio ni siquiera cambian la forma material del producto, así que ¿cómo pueden ganar dinero? Parece, ¡como si lo hicieran ex nihilo! La respuesta es que compran barato y venden caro, engañando tanto al vendedor como al comprador", explica.
De forma similar a mis libros La élite de la riqueza y Los ricos ante la opinión pública, a los que hace referencia el propio Zhang, el autor chino sostiene que los intelectuales sitúan el conocimiento académico por encima de todas las demás formas de conocimiento y no comprenden en absoluto el papel clave del "conocimiento tácito", vital para el éxito empresarial.
Zhang considera que la envidia se deriva de la creencia de suma cero: "si creemos que la riqueza es una cantidad fija (juego de suma cero) en vez de una cantidad que se puede crear (juego de suma positiva), es fácil ver la fortuna de los demás como la razón de nuestra propia pobreza. Es fácil que nos invada la envidia y que nos apetezca participar en la lucha de clases. Si creemos que el trabajo implica sudor, por lo que no consideramos que el uso de la iniciativa empresarial sea una forma especial de trabajo, entonces tendremos dificultades para entender por qué los empresarios ganan dinero".
Esta creencia de suma cero fue quizá expresada de forma más concisa en el poema Alfabet, del famoso poeta comunista Bertolt Brecht:
Dijo el pobre con un gesto:
"Si yo no fuera pobre, tú no serías rico".
Y, sin embargo, la creencia de la suma cero es fácil de refutar. El número de personas que viven bajo el umbral de la pobreza en todo el mundo ha ido disminuyendo bruscamente durante décadas, mientras que el número de multimillonarios ha ido aumentando vertiginosamente. Si los ricos sólo pueden enriquecerse a costa de los pobres, ¿cómo es posible que los pobres sean hoy menos pobres que hace 40 años, cuando más del 40% de la población mundial vivía en la pobreza extrema, muy por encima del 8,5% actual?
En los últimos años de la era Mao, el 88% de la población china vivía en la pobreza extrema. Entonces el reformador Deng Xiaoping se mostró claro: "dejemos que algunos se enriquezcan primero". Deng reintrodujo la propiedad privada e inauguró una nueva era de reformas de la economía de mercado. El resultado es que hoy China tiene más multimillonarios que cualquier otra nación del mundo, con la excepción de Estados Unidos, y la proporción de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza extrema se ha desplomado por debajo del uno por ciento.
El motor del aumento del número de ricos y de la disminución de la pobreza es el mismo: el crecimiento económico. Como explicó Adam Smith en su libro La riqueza de las naciones, la única manera de que las naciones salgan de la pobreza es mediante el crecimiento económico, y el requisito previo para el crecimiento económico es la libertad económica.