Según Eurostat, el 26,5% de los españoles se encuentra "en riesgo de pobreza o exclusión social". Así lo hemos titulado en algunos medios esta semana. Pero no es cierto.
No que la estadística sea mentira o los datos sean falsos o los titulares engañosos. No lo son. Pero este indicador tiene un nombre pésimo que hace que nos vengan a la cabeza imágenes equívocas. Uno escucha la palabra "pobreza" y se imagina a un tipo pidiendo en las escaleras del Metro o a una familia que tiene que acudir a Cáritas para poder comer. Y no, España no tiene 13 millones de personas en esa situación. Ni siquiera este Gobierno sería capaz de un destrozo de este tipo. Lo que tiene España es a varios millones de personas en situación de grave dificultad económica. Algo que también es preocupante, pero que no te hace pensar en gente revolviendo en los cubos de la basura para buscar comida (que también los hay, pero no son trece millones).
Lo que pasa es que Sánchez cree que sí que hay esos trece millones. Y los medios de comunicación españoles también. Pero ni uno hace nada por evitarlo, ni los otros por denunciarlo. Eso es lo llamativo de esta semana.
Desde 2012 a 2017, no antes ni después, la pobreza fue el gran tema del periodismo hispano. Las colas del hambre, los desahucios, los suicidios por desesperación, la precariedad laboral... Ningún otro tema ocupaba más espacio en nuestros telediarios ni en nuestros periódicos.
También fue el gran tema para la, en aquel momento, oposición de izquierdas. El Gobierno de Mariano Rajoy se encontró con una crisis brutal, la más importante del último medio siglo en España, y hay que decir que salvó la catástrofe. Hizo cosas que no debía (una subida de impuestos brutal e injusta), pero las reformas de la primera mitad de 2012 fueron suficientes como para que el país comenzara a crecer a partir de la segunda mitad de 2013.
Sin embargo, ese crecimiento no importaba. Lo único relevante eran los datos de pobreza y las estadísticas con nombre llamativo. Como esta de la exclusión social. Incluso se hizo medio famoso el llamado indicador AROPE (At Risk of Poverty and/or Exclusión - En Riesgo de Pobreza o Exclusión) y que incluye a las personas que están en una de estas situaciones:
- Personas cuyos ingresos por unidad de consumo son inferiores al 60% de la renta mediana (las cifras de 2023 son: para una persona soltera, unos 10.990 euros al año; para una familia de cuatro, 23.078 euros).
- Personas con carencias materiales severas no cumplen con al menos cuatro de una lista de nueve epígrafes (desde no poder irse una semana de vacaciones a no poder comprar carne o pescado cada dos días; pasando por no poder afrontar gastos imprevistos o no pagar a tiempo las facturas de servicios básicos; la lista completa, aquí)
- Personas que viven en hogares con muy baja intensidad de trabajo, en los que sus miembros en edad de trabajar lo hicieron menos del 20% de su potencial total de trabajo en el año anterior
Es evidente que todas estas personas viven en una situación complicada. Probablemente la palabra "riesgo" sí sea precisa. Pero al incluir "pobreza" en el nombre del indicador, creo que no hacemos justicia a la realidad. Empeoramos mentalmente algo que ya en sí mismo es preocupante. Porque el ciudadano medio lee pobreza y se imagina otra cosa.
Sánchez y los medios
Pero hoy no es el día de analizar a fondo las estadísticas de Eurostat. Sino de comparar lo que se contó de 2012 a 2018 y lo que se cuenta ahora. Y de preguntarnos por los argumentos que entonces utilizó Sánchez y los que ignora en estas semanas.
Porque en aquel momento, lo que se nos explicó es que la mezcla entre buenos datos macro (de crecimiento del PIB o creación de empleo) y malos datos en los indicadores de exclusión social (en realidad, mejoraban casi cada año, pero seguían siendo preocupantes) se debía a que la recuperación estaba siendo "desigual", que "no llegaba a todos" o que sólo "unos pocos" salían de la crisis. ¿Lo recuerdan? No hace tanto y fueron muy insistentes con ello.
Pues bien, si alguna vez estuvo justificado ese enfoque, es ahora. Porque la misma España que Sánchez celebra que va "como un cohete" (por cierto, eso no es verdad, los datos macro son como mucho correctos, sin más) empeora en los indicadores que nos decían que eran los más relevantes. No sólo eso. Además, las causas de esa disparidad son precisamente las que nos dijeron que ellos corregirían:
- Inflación de los precios de los productos básicos. Los ingresos no alcanzan para las subidas de precios de los últimos trimestres, especialmente en los bienes de la cesta de la compra. Esto afecta especialmente a las familias de bajos ingresos (porque ganan menos, pero también porque un porcentaje más elevado de su consumo se centra en este tipo de bienes)
- Empleo de baja calidad: las cifras de eso que llaman "pobreza laboral" están subiendo con fuerza. El 16% de los trabajadores tiene problemas económicos. O, lo que es lo mismo, no le llega con lo que gana trabajando. De nuevo, frente a la retórica de la reforma laboral exitosa, que ha convertido a millones de temporales en indefinidos, la realidad de un mercado que, en el fondo, no ha cambiado demasiado: sigue siendo dual, con un colectivo ultra-protegido (los que tienen un contrato fijo de verdad) y una masa de trabajadores en el filo de la navaja de la precariedad (temporales, fijos-discontinuos, empleo a tiempo parcial...).
- Desigualdad: para explicar el crecimiento del PIB con el empeoramiento de las métricas de pobreza, la palabra mágica debería ser "desigualdad". Y algo de eso hay: es verdad que tenemos a una parte de la población (urbana, con estudios, empleo fijo, vivienda en propiedad) que sí ha recuperado los niveles pre-covid, pero al mismo tiempo hay colectivos a los que la mezcla de inflación, precariedad laboral y precio de la vivienda ha dejado muy atrás.
Pobreza real
Si queremos hablar de "pobreza", tendríamos que irnos a ese indicador de "carencia material severa". Los que no cumplen cuatro de los nueve indicadores han pasado del 4,7% en 2019 al 8,9% en 2023. No es una cifra menor: serían unos 4,2 millones de personas que no pueden afrontar gastos que todos consideramos absolutamente básicos.
Dentro de ese epígrafe, quizás los datos más significativos sean los de pobreza energética (personas que declaran que no pueden mantener la temperatura de su hogar en niveles confortables; ha pasado del 7,6% en 2019 al 20,7% el pasado año). O los que declaran que no pueden permitirse comprar una ración de carne o pescado cada dos días (del 3,8% antes del covid al 6,4% el pasado año).
Como vemos, no es el 26,5%, pero sigue siendo un porcentaje muy alto. En este último indicador, el de la comida, la cosa ha empeorado mucho: España siempre fue, incluso en los peores momentos de la anterior crisis, uno de los países europeos en los que los productos básicos eran más accesibles para los hogares de bajos ingresos. Ahora la inflación nos está alejando de ese objetivo.
Según lo que el propio Sánchez y sus ministros declaraban antes de 2018, esto es gravísimo y denota un fracaso de su Gobierno, que en muchas de estas métricas tiene datos bastante peores que los del último Mariano Rajoy. Y lo hace porque, si existe recuperación, ésta no está llegando a todos, dejando especialmente en el camino a los más vulnerables (personas de baja cualificación, hogares con niños, monoparentales, inmigrantes, jóvenes...). De acuerdo al criterio del presidente del Gobierno, en España hay trece millones de pobres. Y de acuerdo a ese mismo criterio, él no ha hecho nada por mejorar su situación. Lo único raro es que no haya más reportajes en televisión denunciándolo. ¿Por qué será?