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Todo lo que podemos aprender con la declaración de la Renta de un autónomo

Recordemos lo obvio: subvencionar algo hace que su demanda se incremente; porque es más barato obtenerlo. Ponerle un impuesto, la reduce.

Recordemos lo obvio: subvencionar algo hace que su demanda se incremente; porque es más barato obtenerlo. Ponerle un impuesto, la reduce.
María Jesús Montero, junto a Félix Bolaños, este jueves en el Congreso de los Diputados. | EFE

Caso real. Un participante de uno de nuestros cursos de inversión, me pregunta por temas relacionados con sus finanzas, organización presupuestaria, ahorro... Acaba de hacer su declaración del IRPF y no le salen las cuentas. O, mejor dicho, sí le salen pero no quiere creer que sean las que ha estimado tras un primer vistazo. Malas noticias, sí lo son. Para los autónomos, explico a todos mis alumnos, las cifras son muy sencillas de plantear:

  • En una columna pones tus ingresos brutos, todo lo que has facturado (sin incluir el IVA, por supuesto, que en este caso es como si no existiera, porque entra por un lado y sale por el otro)
  • En la siguiente columna, lo que te retienen por IRPF cada mes: ese 15% de cada factura que todos los autónomos conocen tan bien
  • En la tercera columna, que rellenarás en mayo del siguiente año, lo que te salga a pagar (o a recibir) tras presentar la declaración de la renta
  • Por último, le quitas también las cotizaciones a la Seguridad Social que has pagado cada mes. Hasta hace un par de años, la mayoría de los autónomos cotizaba por el mínimo; ahora, tras la reforma de Escrivá hay diferencias en función de los ingresos. Y para aquellos con ingresos más elevados esto está suponiendo una subida sustancial.
  • Lo que te queda, es el neto: lo que has ganado, para ti, con tu actividad profesional, a lo largo del ejercicio

En su caso, el pasado año su facturación se incrementó bastante: en unos 15.800 euros. Además, ya se encuentra algo por encima de esos niveles de 55.000-60.000 euros en los que en todas las comunidades autónomas te cargan el tipo más elevado sobre la renta. Y sí, es un ingreso elevado en España, aunque no tanto como le puede parecer a un trabajador por cuenta ajena porque de ahí tiene que quitar IRPF y cotizaciones, que paga el autónomo directamente (en el caso de un empleado, aproximadamente el 25% de su sueldo real ni le aparece en la cuenta, porque es lo que paga la empresa en su nombre).

Pues bien, lo que extraña a este autónomo (y en parte por eso me hace la pregunta, para saber si ha hecho bien el desglose) es que el neto apenas le ha subido en poco más de 7.100 euros. Es decir, tras facturar casi 16.000 euros más, lo que le queda para él apenas supone el 45% del incremento total. Le explico:

  • (1) el concepto de tipo marginal: lo importante en los impuestos no es sólo el tipo medio, sino también cuánto pagas por cada euro extra que recibes. En su caso, como en el de cualquier trabajador español con ingresos a partir de 60.000 euros, hablamos de tipos que comienzan en el 43% (Madrid) pero pueden superar el 50% en otras regiones. Este punto se olvida mucho en las discusiones sobre temas tributarios, que se centran en la presión fiscal y el tipo medio; pero lo relevante en términos de incentivos al empleo o al emprendimiento es el marginal
  • y (2) la subida en las cuotas de la Seguridad Social está teniendo un impacto más directo en este colectivo de autónomos. A cambio, en teoría tendrán una pensión más elevada en el futuro. Pero, por ahora, lo que percibe es el palo de menos renta disponible.

Hasta aquí, lo obvio. A partir de este punto, la discusión ideológica: los unos dirán que para que la cuenta sea completa habría que incluir los bienes, servicios y transferencias que el Estado te proporciona. Y es cierto. Los otros pondrán el acento en que la factura impositiva es disparatada.

Esfuerzo vs seguridad

El otro día, leía un artículo en redes sociales que hacía una cuenta parecida a la de este autónomo pero con el IRPF alemán. Se había generado un debate en Twitter por un gráfico en el que se mostraba que para las familias de ingresos medio-altos (4.500-5.000 euros al mes) apenas merecía la pena una subida de sueldo, porque el neto no cambiaba o incluso podía bajar ligeramente.

Intuyo que el resultado final (si incluimos todas las transferencias y bonificaciones) no puede ser tan nefasto para esas familias alemanas de ingresos medio-altos. De hecho, revisando las cifras de otros informes similares sobre fiscalidad al empleo medio en Alemania lo que se ve es un incremento del neto pequeño, pero no nulo o negativo.

Dicho esto, lo que sí me gustó del gráfico fue ese concepto de esfuerzo individual vs red de seguridad estatal. ¿Cuánto incentivamos el primero y cuánto lo penalizamos para financiar la segunda? Alrededor de esta pregunta gira buena parte de la discusión ideológica de nuestros días.

Lo básico lo sabemos todos. Subvencionar algo hace que su demanda suba; porque es más barato obtenerlo. Ponerle un impuesto, reduce la cantidad demandada; y esto vale para el tabaco y para el trabajo.

Un autónomo español que gana a partir de 50.000 euros y tiene ante sí varios proyectos interesantes se preguntará si vale la pena acometerlos. Porque lanzarse a ese nuevo plan empresarial tiene una cara buena: más ingresos y satisfacción personal. Pero también tiene posibles efectos negativos que cualquier trabajador por cuenta propia o empresario conoce muy bien: puede perder mucho dinero en el intento si no triunfa y el esfuerzo necesario para ponerlo en marcha será enorme.

Por cierto, no está de más recordar que uno de los grandes desequilibrios que tampoco tenemos nunca en cuenta es que si te sale bien tu proyecto empresarial la mitad de lo que ganes se lo queda el Estado. Pero si te sale mal, las pérdidas te las comes tú solito.

Además, hay un factor que casi siempre olvidamos. Un proyecto empresarial exitoso no sólo aporta valor al autónomo en forma de más ingresos. Para la sociedad, también es un extra. Quizás ésta sea la idea económica menos presente en el debate público, pero que sería más necesario explicar bien: los beneficios son la demostración de que se están asignando bien los recursos (escasos) de los que disponemos. Por lo tanto, un proyecto empresarial interesante que no se pone en marcha implica un perjuicio para el emprendedor, pero también para todos aquellos que no podremos comprar sus productos.

Los defensores del modelo europeo (socialdemócrata) aseguran que la red de seguridad que proporciona es tan relevante que compensa el coste del desincentivo en la parte de los ingresos. Los que somos más críticos contraargumentamos que no hay tal red de seguridad en la práctica y, además, que el agujero en términos de riqueza no creada es excesivo.

Y aquí junto a la discusión filosófica sobre la legitimidad de los impuestos o el gasto del Estado, está el nivel. En Europa y en España, ¿hemos tensado la cuerda en contra del que arriesga hasta el punto de que es muy lógico que pensemos que no merece la pena hacerlo más? ¿Se ha descompensado por completo la relación esfuerzo-recompensa-seguridad? Sé que estos días no son el mejor momento para hacerle las preguntas a mi alumno, que está tirando a muy calentito tras ver lo que ha pagado por IRPF. Me las guardo y se las haré en septiembre, cuando se le haya pasado el enfado. Pero incluso aunque le pille en el mejor momento del año, es evidente que, como mínimo, se pensará mucho la respuesta.

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