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Domingo Soriano

Por qué los beneficios de Mercadona son una excelente noticia (sobre todo, para ti)

En un sector tan competitivo como el de los supermercados en España, es muy complicado que haya enormes márgenes. Y no los hay.

En un sector tan competitivo como el de los supermercados en España, es muy complicado que haya enormes márgenes. Y no los hay.
Juan Roig, presidente de Mercadona, el pasado martes, durante la presentación de resultados de la empresa. | EFE

Esta semana, el debate ha girado en torno a los beneficios de Mercadona. De un lado, la izquierda protesta y recupera su demagogia anti-empresarios: que si se forran a tu costa, que si se aprovechan del contexto inflacionario derivado de la guerra de Ucrania, que si la avaricia de unos ricachones cuando los demás lo pasamos tan mal... Creo que he escrito antes que estas críticas son un poco absurdas a poco que uno lo piense un minuto. Porque lo que vienen a decir los errejones y belarras de turno es que Mercadona tenía los precios muy bajos antes y que deberíamos volver a ese nivel previo. Y uno piensa entonces: si las cadenas de supermercados son tan malas y sus dueños tan codiciosos, ¿por qué nos han vendido durante tantos años la leche tan barata? ¿Se volvieron malos, de repente, cuando Putin invadió Ucrania? ¿Ha sido el Covid el que los ha transformado?

Enfrente, la respuesta también ha sido la habitual: recordar los impuestos que paga la empresa de Roig, los puestos de trabajo que genera, la riqueza con la que contribuye al PIB español...

Y sí, todo esto me parece un muy buen argumento. De hecho, lo he utilizado a menudo en el pasado. Pero en ocasiones siento que nos perdemos en algo que es muy relevante, pero no es lo sustancial. Al final parece que las empresas existen para pagar la fiesta al Estado. Lo de "mirad cuántos impuestos paga Mercadona" suena un poco a que justificamos su existencia si a cambio nos deja que Hacienda les exprima a fondo. Casi como si les dijéramos "te permitimos vivir, si nos dejas chuparte la sangre".

Digo que siento que nos perdemos porque se nos olvida, entre las cifras de trabajadores de Mercadona o los sueldos que abona Juan Roig (muy por encima de lo habitual en el sector), lo verdaderamente importante: la información. Que Mercadona tenga beneficios es una fantástica noticia para sus clientes. En realidad, para todos, también para los que no lo son y odian a la cadena valenciana (sí, incluso para Errejón o Belarra).

Información

En el primer capítulo de cualquier manual de Economía, se encontrarán siempre dos palabras: recursos y escasez. Tenemos innumerables posibilidades a nuestra disposición. Pero no podemos hacerlo todo. El problema económico es, sobre todo, de renuncia. Por eso a la izquierda le sienta tan mal: frente a la utopía volátil, la bofetada de realidad. No podemos tenerlo todo y hay que elegir. La pregunta es cómo hacerlo. Cómo decidir, de entre todas esas posibilidades a nuestro alcance, por cuál optar. Y para eso están los precios, el mejor sistema de coordinación que ha creado (que no inventado ni diseñado) el ser humano.

Gracias a los precios, podemos acumular una enorme cantidad de información que ningún comité de sabios podría almacenar o procesar. Como consumidores, la cifra que encontramos en cada etiqueta nos dice muchísimo acerca de lo que los demás desean y valoran. Cada precio que sube es un empujón para que economicemos (gastemos menos de ese bien) o cambiemos nuestros patrones de consumo (busquemos alternativas más baratas). Y al revés, cuando bajan.

Como productores, los precios son el mejor incentivo posible: para llevar al mercado más de aquello que se encarece, pensar en cómo producir de forma más eficiente los productos que son más demandados o poner en los estantes sustitutivos más baratos que cubran las necesidades de los consumidores. Por supuesto, la consecuencia es que en un sector tan competitivo como el de los supermercados en España, es muy complicado que haya enormes márgenes. Y no los hay. Mercadona ganó más de 1.000 millones el pasado año porque vende mucho y muy rápido (rotación), no porque se forre con cada docena de huevos que le compramos.

Nota al margen: es curioso cómo se articulan la obsesiones de la izquierda española. Ahora ha decidido centrarse precisamente en aquello que mejor hacemos. Hace unos días hablábamos de las propuestas de Yolanda Díaz para limitar el horario de bares y restaurantes. Hoy tocan los controles de precios para atar las manos de los supermercados. Probablemente estemos ante los dos sectores (hostelería y comercio minorista de productos básicos) en los que España es más competitiva. Nuestra economía no tiene demasiado con lo que impresionar a nuestros vecinos. Pero esto sí es para presumir: todos los extranjeros que nos visitan se maravillan de lo competitivos que son (en precio, calidad y variedad) nuestros bares, restaurantes y supermercados. Pues, por algún extraño motivo, el Gobierno y sus aliados parecen determinados a cargárselos.

Una excelente señal

Si fuera cierto que Mercadona se está haciendo de oro cobrando una barbaridad por sus productos, sus beneficios serían una excelente señal. En primer lugar, reflejarían que la cadena valenciana hace algo que los consumidores valoramos mucho: y empujarían a sus competidores a tratar de imitarles. En segundo lugar, actuarían como incentivo para que recursos que se destinaban a otros menesteres cambiaran de destino: si una empresa o sector tiene ganancias y otra acumula pérdidas, los empresarios de la segunda cerrarán sus puertas y destinarán sus inversiones a algo más parecido a lo que hacen aquellos que se están forrando. Por último, unos márgenes muy elevados harían que los consumidores nos preguntáramos si nos sigue mereciendo la pena llenar el carro de la compra con cada uno de esos productos.

La clave del mercado no es que premie a los mejores. Ahí es donde la izquierda siempre se equivoca. Porque no creen que en realidad sean mejores y hablan de dominio, de posición dominante, de grandes vs pequeños... Pero lo que realmente les lleva al error es la ignorancia acerca de que la clave del mercado es la información: un sistema descentralizado (por lo tanto, no controlado ni dirigido), que nos provee de una ingente cantidad de información, que cambia cada minuto y se adapta a las necesidades (también cambiantes) de productores y consumidores. La Unión Soviética no colapsó por falta de incentivos. Eso también. Pero su principal problema es que, al no tener precios y beneficios, no sabían si lo que hacían era valorado por alguien y si debían seguir en ese camino. Las pérdidas nos indican que estamos desperdiciando recursos, un pecado capital en un mundo dominado por la escasez y por las infinitas alternativas a nuestro alcance. Los números rojos son una señal de alarma: "Deja de hacer eso y busca algo que los demás valoren más". Los beneficios, un indicador en el sentido contrario. Para el que los tiene ("Sigue haciendo eso") y para el que los ve ("Deberías hacer algo parecido para quedarte con parte del pastel").

Por eso, para los consumidores, los beneficios de Mercadona son un indicador excelente. Por los puestos de trabajo creados; por la riqueza que generan en las comarcas en donde tienen sus sedes sus proveedores; porque es una de las empresas que más ha hecho en los últimos quince años para que esta crisis sea menos crisis (con sus precios ajustadísimos y su oferta de productos de primera calidad)... Por todo eso, y porque le dicen a Roig que siga haciendo así las cosas, que nos gustan sus supermercados y que queremos seguir comprando en tiendas como las que ha creado. Y porque les dicen a sus competidores que tienen que parecerse más a la empresa verde-anaranjada. Los 1.009 millones de 2023 son la garantía de que el año que viene tendremos más supermercados de Mercadona a nuestra disposición y de que el resto del sector tendrá que mercadonizarse para tratar de atraernos a sus lineales. O, todavía mejor, que tendrán inventar algo que supere a Mercadona (complicado lo tienen) para convencernos de que cambiemos nuestros hábitos de compra. ¿Algo que supere a Mercadona en calidad y precio? No se me ocurre quién podrá lograrlo. Pero alguien, en algún momento, lo hará. Tiene 1.009 millones de incentivos. Como consumidor, no podría imaginarme una noticia mejor.

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