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Domingo Soriano

Menos coche oficial y más transporte público: ¿lo pillas?

Para que un sistema funcione, aquellos que deciden en nombre de otros deben soportar también las consecuencias de sus dictámenes.

Para que un sistema funcione, aquellos que deciden en nombre de otros deben soportar también las consecuencias de sus dictámenes.
Caravana de coches oficiales, en Barcelona, durante una visita de Pedro Sánchez. | Europa Press

Tiene toda la pinta de que lo del Lamborghini estaba preparado. Vamos, que la comparación que hizo Pedro Sánchez la semana pasada no se le ocurrió sobre la marcha, mientras daba su mitin, sino que lo hizo porque el Ministerio de Transportes de Óscar Puente estaba preparando una campaña para impulsar el transporte público (aquí, el link al anuncio en la página de X del organismo) en la que compara a los conductores de la marca de deportivos italiana y a los que cogen el metro cada día para ir al tajo. Aunque también podría ser que al responsable de comunicación del ministro se le ocurriese la idea tras escuchar al presidente. Es lo mismo, el orden de los factores no altera el producto.

El resumen es que quieren convencernos de que usemos el transporte público. Y la pregunta que se le viene a la cabeza a todos los que ven el anuncio es la misma: ¿Y vosotros, qué?

En parte porque no les gusta nada que les pidan cuentas y en parte porque saben que la respuesta no les dejará en buen lugar, la mayoría de los políticos recurre al silencio o al clásico mohín de "ya está aquí el cuñado de Twitter" (o "el periodista demagógico que está buscando una excusa para meterse con Sánchez ").

Ni una cosa ni otra. En cualquier democracia funcional, debería ser una de esas cuestiones que no faltasen en ninguna rueda de prensa; y no pienso sólo en las del Gobierno, también hay muchísima incoherencia en esto en las administraciones del PP. En estos años de Estado moralista que se pasa el día diciéndonos lo que podemos y no podemos hacer (de comer grasas a las tareas de la casa, hay pocas actividades cotidianas que se hayan salvado de las campañas de concienciación), no hay ninguna pregunta más pertinente: ¿Y tú, qué?

Si cogemos este ejemplo en concreto, no hay ninguna excusa para no reducir el número de coches oficiales que existen en España. Sé que suena a protesta vacía, de las que no solucionarían nada. Y eso es cierto: ninguno de los grandes problemas de la economía española mejoraría por quitarle el coche a un subsecretario. El gasto público apenas sufriría un mínimo recorte si nos cargásemos todos los vehículos con chófer que dependen de ministerios, consejerías o ayuntamientos. Pero es que ése no es el tema. Hay que quitárselo.

Por supuesto, la justificación habitual (seguridad) es absurda. Eso puede tener sentido con Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo, Santiago Abascal o, en su momento, Irene Montero o Pablo Iglesias. Sí, es cierto que hay políticos que por una cuestión de protección personal pueden necesitar coche oficial y escolta. Pero los podemos contar con los dedos de las dos manos. Añades a esos 8-10 casos a los presidentes de las comunidades autónomas y 4-5 cargos de altas instituciones del Estado. Y pare usted de contar. ¿Tienen coche oficial los miembros de la mesa del Congreso? ¿Por qué? ¿Y los jueces del Tribunal Supremo? ¿Por qué? ¿Y los altos mandos de Policía, Guardia Civil o Ejército? ¿Por qué? ¿Y los secretarios de Estado? ¿Subsecretarios? ¿Consejeros autonómicos? ¿Concejales de las grandes ciudades? ¿Directivos de las empresas públicas?

Sólo en lo que tiene que ver con la administración central, hay 621 coches oficiales destinados al traslado de altos cargos. No parecen muchos. De hecho, ni siquiera digo que todos tengan que dejarlo. Aunque para la mayoría intuyo que se me haría complicado encontrar un motivo. Como mínimo, sería necesario que se expliquen.

Tampoco es el coche oficial la única prebenda de difícil justificación. De los despachos aristocráticos a los viajes-dietas o a la vivienda en el Ministerio, podríamos encontrar unos cuantos más. Pero hoy nos quedamos con el transporte porque es lo que todos nos dicen (también aquí suele haber pocas diferencias entre partidos) que tenemos que usar si queremos ser buenos ciudadanos.

'Skin in the game'

Hay que eliminar el 90% de los coches oficiales que hay en España porque:

1. Para que un sistema funcione, aquellos que deciden en nombre de otros deben soportar también las consecuencias de sus actos. Por supuesto, esto vale para la empresa (desconfíen de los directivos que no tienen un porcentaje muy elevado de su patrimonio en acciones de su compañía), pero también para el Gobierno.

Lo explica muy bien Nassim Nicholas Taleb en Skin in the game (el libro menos conocido de su serie Incerto, pero tan bueno como El cisne negro o Antifrágil). Lo apuntábamos hace unos años a cuenta del Falcon y las cumbres del clima, en las que nuestros líderes imponen obligaciones que a ellos no les afectan: no sólo es justo y coherente que los que nos alertan de la emergencia climática actúen en consonancia con su discurso. Es que, además (y sobre todo), es más eficiente. Porque sólo aprendemos realmente si sufrimos las consecuencias. Para saber si algo merece o no la pena, nada como vivirlo cada día. ¿Madrid Central es necesario? Que Almeida lo experimente en sus carnes cada vez que vaya al Ayuntamiento.

2. Porque, además, esa información no sirve sólo para saber si merece o no la pena. Sirve también, simplemente, para saber más y mejor, para conocer realmente aquello sobre lo que se regula.

Estoy seguro de que el ministro de Transportes o el consejero de turno de la Comunidad de Madrid tienen cientos de presentaciones y estadísticas sobre cómo funciona la red de cercanías. Ninguna les dará información más precisa que coger la C-5 cada día.

Hay un tópico que todos hemos escuchado en algún momento. Puede resumirse en esa historia del socavón en una calle que se tira tres años sin que nadie haga nada... y lo tapan a los quince días de que un vecino del barrio salga elegido concejal. Siempre lo miramos desde el lado del favoritismo, colindante con la corrupción. No lo creo. O no del todo. La razón por la que el socavón que molesta al concejal se repara es porque... lo conoce. Sí, es posible que los vecinos informaran al ayuntamiento decenas de veces. Pero un vecino que llama y una queja que se anota en un listado de obras pendientes no son un socavón, son un epígrafe de un informe. El agujero sólo toma entidad real cuando lo ves cada día.

Por eso, para saber de verdad cómo funciona el transporte público, los responsables del mismo deberían cogerlo cada día. Y no para hacer el viaje inaugural: te metes en la página de Renfe, buscas un billete, coges el AVE y disfrutas la experiencia. Menos power points con estadísticas y más anécdotas sobre retrasos reales que has sufrido yendo al despacho.

3. Porque deben saber por qué los ciudadanos hacen lo que hacen. Y no es por capricho.

Junto al anuncio de marras, con la cancioncita y el eslogan, estos días se han repetido en las redes sociales los mensajes de políticos que nos dicen que es más rápido, barato o eficiente el uso del transporte público. Esto casi es lo que más nos cabrea. Porque no es sólo que nos ordenen cada vez más cosas, sino el tono paternalista. Algunos usuarios de X respondían a Puente o Sánchez mandándoles un pantallazo de Google Maps en el que se recogía el tiempo empleado de su casa al trabajo, en coche y en transporte público.

Queda muy bonito lo de ir leyendo en el autobús (por cierto, esto a mí me encanta hacerlo), pero la realidad es que desde el punto de vista operativo las cuentas no salen. Si el trayecto casa-colegio-oficina te lleva 25 minutos en coche y 130 minutos en transporte público, ni de broma te planteas coger el metro cada día. De hecho, es por esta razón por la que los políticos tiran de coche+chófer sin descanso, porque es evidente que es más rápido y eficiente. Pero también por eso mismo es tan molesto que caricaturicen al ciudadano medio que quiere lo mismo que ellos (tardar menos) como un caprichoso que prefiere contaminar o estar parado en medio de un atasco pudiendo ir leyendo poesía en el 147.

4. Porque son ellos los que han dicho que es una "emergencia" y que hay que hacer "sacrificios". Aquí sí vuelvo a la coherencia y la hipocresía. Si te crees el discurso de nuestros políticos (y hay pocos que se salgan del mismo) hay todavía menos motivos para que ellos mismos no se conviertan en usuarios del Metro o la EMT (usuarios de los de verdad, no para la foto de la campaña de publicidad).

Si al final, incluso podrían presumir de ello. Ya me imagino a Sánchez tras el próximo consejo de ministros: "Menos coche oficial y más transporte público: ¿lo pillas?".

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