
Una de las leyendas urbanas más extendidas en el mundo occidental es que las mejoras en las condiciones de los trabajadores se consiguen "luchando". Bajo este enfoque, el sindicalismo europeo habría provocado la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores gracias a su lucha a "sangre y fuego".
La realidad, empero, es muy diferente: la mejora en las condiciones laborales ocurre al calor del desarrollo económico y no del desarrollo legislativo.
Horas trabajadas y legislación: desconexión absoluta
La legislación que limita el horario de trabajo en España tuvo tres grandes momentos en el siglo XX (Felipe II, allá por 1593, emitió un Edicto Real limitando a 8 horas la jornada de trabajo de los obreros, pero eso es otra historia).
- En 1919, bajo el reinado de Alfonso XIII, se aprobó un Real Decreto que limitaba la jornada laboral a 8 horas al día y 48 horas a la semana.
- En 1931, bajo el gobierno de la República, se redujo la jornada laboral a 40 horas semanales, aunque apenas duró unos pocos años la medida por el estallido de la guerra civil española.
- En 1983, en la todavía joven democracia española, se modifica el Estatuto de los Trabajadores para reducir la jornada laboral a 40 horas semanales (y establecer vacaciones anuales mínimas de 30 días).
Pues bien, tal y como podemos ver en el siguiente gráfico, esta legislación, probablemente bienintencionada, tuvo un efecto prácticamente nulo sobre las horas que el trabajador promedio realizaba.

La tendencia al final del siglo XIX fue la caída en el número de horas trabajadas a pesar de no existir una ley específica que limitara el horario laboral (sólo existía una limitación legal para los funcionarios).
En 1919, cuando se aprueba la jornada laboral de 48 horas, los trabajadores españoles ya trabajaban aproximadamente este número de horas a la semana. De forma curiosa, aunque la legislación estableció un límite máximo de 48 horas, el promedio de horas trabajadas continuó disminuyendo durante todo el siglo XX (con la excepción del periodo de posguerra). Esto muestra, una vez más, que no la legislación laboral, sino otro motivo, el que empujaba a la caída en las horas trabajadas de los españoles.
En 1983 aparece una dinámica idéntica. Los españoles ya trabajaban menos de 40 horas a la semana (35 horas para ser exactos) antes de que se aprobara la jornada laboral de 40 horas. La caída en el número de horas trabajadas antecede a la publicación de la nueva legislación que restringía el número de horas de trabajo. Una vez se promulga la legislación de 1983, el número de horas trabajadas sigue cayendo, aunque curiosamente con menos fuerza que antes. Una vez más, existe una desconexión enorme entre la publicación de nueva legislación que restringe las horas de trabajo y el número de horas promedio que dedican a trabajar los españoles.
El desarrollo económico como variable clave
La principal variable, aunque no la única, a la hora de determinar el número de horas de trabajo es el desarrollo económico de un país o región. A igualdad de condiciones, un mayor ingreso por hora trabajada provoca una caída en la disposición a trabajar.
El argumento económico es relativamente sencillo: cuando eres muy pobre, no puedes permitirte el lujo de dejar de trabajar, porque el coste de hacerlo puede llegar a ser dramático (muerte por inanición, la pérdida de un techo o cualquier otro servicio básico). Cuando tu ingreso es muy alto, trabajar menos quizá implica unas vacaciones más cortas o cambiar el teléfono móvil cada dos o tres años en vez de cada año.
Los economistas suelen argumentar que el coste relativo del ocio incrementa conforme incrementan los ingresos. Dejar de trabajar y disfrutar de ocio puede implicar hambre cuando eres muy pobre. Dejar de trabajar e incrementar el ocio implica un coste mucho más pequeño cuando el ingreso es alto, por ejemplo, teniendo que "soportar" un teléfono ligeramente más lento durante un año. Por tanto, las personas tienden a elegir disfrutar de más ocio cuando sus ingresos incrementan.
Y efectivamente, la relación negativa entre ingreso y número de horas de trabajo es lo que muestran los datos para gran parte de los países del mundo. En algunos países, como por ejemplo Taiwán, esta relación negativa no aparece hasta llegar a los $15,000 de PIB per cápita al año mientras que en otros, como Alemania o España, la relación aparece mucho antes tal y como podemos ver en este gráfico de Our World in Data.

Otra forma de ver la misma relación es con la productividad del trabajo (cuyo incremento viene determinado, en gran medida, por la inversión en capital físico y capital humano). La relación es similar a la del PIB per cápita: a mayor productividad por trabajador, menor número de horas trabajadas.

Algo más que un brindis al sol
Es posible que el lector piense que, si lo que quieren sindicatos y Estado de bienestar es apuntarse un nuevo gol en su labor propagandística está bien, pero como al final la legislación no sirve para nada, tampoco se genera un grave problema.
Pero nada más lejos de la realidad. La emisión de este tipo de legislación sí impacta de forma negativa a muchísimos trabajadores. Los análisis que hemos realizado han utilizado promedios, pero detrás del promedio existe una distribución de la variable (esto es, detrás de esos promedios hay muchas personas que se alejan del mismo).
Aunque el promedio de horas trabajadas en España sea de 32,4 horas en la actualidad, muchas personas trabajan más de 37,5 horas. De hecho, sabemos que el porcentaje de trabajadores que trabajan 40 o más horas a la semana en España en su trabajo habitual (a pesar de la legislación) es del 61% y era del 87% en 1987.

Si la reducción de la jornada laboral se implementa en España, podemos esperar que al 60% que trabaja más horas le ocurra una de estas tres posibilidades:
- Parte de este 60% de trabajadores verán sus condiciones de trabajo inalteradas, aunque la legislación cambie. Algo que a veces no encaja bien en la mentalidad burocrática y acomodada de los que hacen las leyes es que mucha gente en el sector privado, especialmente entre los mejor pagados, tienen responsabilidades y trabajan por la consecución de unos objetivos (no en función de un número de horas calentando una silla). Esto no hay ley que lo pueda modificar.
- Otra parte del 60% de trabajadores que trabajan 40 o más horas sí verán reducida su jornada efectiva si logra pasar la ley de reducción de la jornada laboral. Todos estos son los actualmente se encuentran percibiendo un salario inferior a su productividad marginal. También es posible que la productividad laboral incremente ligeramente con la caída del número de horas de trabajo, lo que a su vez "protege" a una fracción de estos trabajadores de los efectos dañinos que sí sufrirán algunos de ellos.
- Por último, una parte del 60% de trabajadores con semanas de 40 o más horas de trabajo, verán como su sueldo disminuye o, alternativamente, pueden llegar a ser despedidos. La reducción de la jornada de 40 horas a 37,5 horas semanales implica una reducción del tiempo de trabajo del 6,25%. Todos aquellos trabajadores que ya se encuentren en el límite entre el salario que perciben y el valor que aportan a la empresa (y no puedan compensarlo con un incremento de productividad) pueden ver su puesto de trabajo peligrar.
Habitualmente el mercado de trabajo, como tantas otras variables económicas, está sujeto a relaciones no lineales que vienen determinadas por la capacidad de resistir shocks o golpes externos. El mercado de trabajo español es uno de los que peor resiste las recesiones económicas. España acumula legiones de desempleados de forma mucho más rápida que otros países del entorno cuando la economía empeora como se puede ver en la siguiente gráfica (que une crecimiento económico y crecimiento del desempleo).

Conclusión
Reducir la jornada de trabajo, así como otro tipo de iniciativas similares que hacen frágil al mercado laboral español, es lo que explica que, cuando el crecimiento económico se resiente, el desempleo se dispare en España.
Los políticos españoles están sembrando hoy los problemas del mañana.