La propuesta es interesante. Y quizás por ello, en esta ocasión casi todas las reacciones han sido de lo que podríamos denominar como "fuego amigo". Sindicatos, otros partidos de la coalición de investidura, periódicos de línea editorial de izquierdas… a ninguno de sus habituales socios les ha hecho demasiada gracia la idea de Elma Saiz de abrir la puerta a las "bajas flexibles" (o "altas progresivas"). Enfrente, a empresarios y mutuas parece que les suena bien la melodía.
¿En qué consiste? Pues en reformar la regulación de la incapacidad temporal para permitir que se compatibilice (con ciertas condiciones) el cobro de esta prestación con el empleo a tiempo parcial: es decir, que personas que todavía seguirían de baja comiencen a trabajar poco a poco. En España suena a revolucionario, pero en la mayoría de los países del norte de Europa (los que nos ponen como ejemplo, de Dinamarca a Suecia, pasando por Holanda o Alemania) es lo normal. La reacción de nuestros sindicatos también era previsible: suspicacias y miedo a que esto lesione los derechos de los trabajadores; siguen sin darse cuenta de que lo que deberían hacer es defender al buen trabajador frente al egoísta-insolidario que se aprovecha de ellos (estoy convencido de que es uno de los temas que más contribuyen a la mala imagen de las grandes centrales entre los trabajadores).
El tema de las bajas es uno de los grandes agujeros negros del mercado laboral español y se ha disparado desde el Covid, con los efectos que podemos imaginar en costes para la Seguridad Social (lo que le importa a la ministra) y en desplome de la productividad (a los empresarios). Estamos, quizás, ante la cuestión en la que hay más distancia entre la realidad y el discurso público. En voz alta, nadie dice nada o se queda en un genérico tipo "hay que mejorar los mecanismos de control". En privado, todos (sí, incluso muchos sindicalistas y políticos de izquierdas) te reconocen que es un sumidero de fraude y un aspirador de productividad. Uno de esos problemas a los que nadie se atreve a meter mano, pero que sabemos que, tal y como está diseñado, sirve más para incentivar al caradura que para proteger al trabajador con problemas de salud. De la anécdota del compañero de trabajo tramposo a la realidad estadística hay un trecho, pero la extensión de los profesionales de las bajas ha generado ya un tipo nuevo de costumbrismo, el del aprovechado que se conoce cada hueco de la legislación en el que colarse.
Por eso, el globo sonda de la ministra suena a paso adelante. No tiene ningún sentido el esquema general que rige ahora mismo, con esa diferencia absurda y poco operativa entre el blanco (estoy de baja) y negro (puedo trabajar), que te hace pasar de estar en casa mano sobre mano a las cuarenta horas semanales sin puntos intermedio. Puede haber situaciones en las que esto sea razonable, pero en muchas otras, la gradualidad que apunta Saiz parece más que razonable. De hecho, lo lógico sería introducir una graduación no sólo en los tiempos sino en las tareas. Salvo en trabajos muy específicos o con enfermedades muy concretas, es complicado pensar en situaciones en las que la baja incapacite a largo plazo para todo tipo de funciones. Y no deberíamos mandar a un tipo a casa sólo porque no puede desempeñar su trabajo habitual o alguna de sus partes. Pues que se recoloque en otro sitio de la empresa o reorganice sus obligaciones. Y sí, es verdad que está posibilidad está ya admitida en la teoría, pero es casi imposible de aplicar en la práctica (especialmente en las administraciones públicas).
Porque, además, es un error pensar en la situación física de cualquier persona en términos de todo o nada. En algunas situaciones, sí puede ser evidente que alguien está en el 0 (incapacitado para cualquier tarea) o el 1 (más sano que una lechuga y tratando de escaquearse). Pero en la mayoría de los casos, no es así. Esto es como con los futbolistas que sufren una entrada en el minuto 85: el mismo jugador, con el mismo dolor... se levanta arrastrándose si su equipo va perdiendo o se queda un par de minutos en el suelo si van ganando. ¿Es porque finjan para perder tiempo? Algo de eso hay, pero no sólo es una argucia de mal deportista. Cualquier médico nos explicará que el cerebro en estos casos es fundamental y que los factores que rodean a la enfermedad también son relevantes. Por eso, una legislación que anime al empleado a recuperar la normalidad es mejor que la actual, que le empuja a pensar que no puede hacer nada.
¿Un parche?
Siguiendo el paradigma buenista, Saiz lo ha planteado como una manera de integrar al empleado que está de baja de larga duración por una enfermedad grave (el ejemplo más típico que se nos viene rápidamente a la cabeza es el de un enfermo de cáncer) y al que reincorporarse poco a poco al trabajo puede incluso ayudar en su convalecencia. Pero hay muchos más casos: del trabajador mayor que podría usar esas horas para formar a su sustituto al empleado que podría combinar teletrabajo y oficina con menos coste para él y para la empresa.
En cualquier caso, tampoco tengo un especial optimismo con este tema. Mientras no se normalicen las relaciones laborales en España, incluso las buenas ideas no serán mucho más que un parche. Por "normalizar" me refiero a que la interacción del empresario y el trabajador deje de estar dominada por el miedo y la desconfianza. Ese "estás deseando despedirme y si lo haces no podré encontrar otra cosa" vs el "te aprovechas de que me sería muy caro echarte para vaguear a mi costa".
Desde el lado del trabajador, esto sólo tiene una solución: un mercado de trabajo funcional en el que un despido no es un drama sin solución, sino un pequeño bache en el camino. Para eso se necesita flexibilidad y dinamismo, y ayudarían unos servicios de empleo que cumplen mínimamente con la función para la que están instituidos.
Para el empresario, la única forma de que al contratar, ascender, subir el salario, etc… no esté pensando exclusivamente en las posibles consecuencias a largo plazo, es que no existan esas consecuencias o sean mínimas. Por ejemplo, si hay indemnización por despido, mucho mejor con mochila austríaca y sin diferencia entre fijos y temporales.