El Big Mac Index que cada año publica The Economist es uno de los indicadores no oficiales más exitosos del mundo. Es lógico, porque nos muestra de forma muy intuitiva algo que casi todos, incluso los no clientes de las cadenas de comida rápida, sabemos: los precios de los diferentes bienes y servicios no son los mismos en dos lugares diferentes incluso aunque la materia prima sí lo sea. Todos sabemos que la hamburguesa de Copenhague o Zurich es muy parecida a la de Lisboa. ¿Por qué entonces, una cuesta un 50% más que la otra?
Hay muchos motivos. Por ejemplo, el resto de la oferta. Es decir, si hay muchas alternativas cercanas de comida rápida de relativa calidad-seguridad. También influyen los costes a los que debe hacer frente el restaurante: precios del alquiler del local, sueldos de los camareros, sueldos de las profesiones alternativas a las que podrían acceder sus empleados... Estos costes fijan el mínimo a partir del cual el negocio es viable: si los consumidores no quieren pagar un precio superior, hay que cerrar porque no hay beneficios.
Por último, está una clave que todos barruntamos, aunque no siempre sabemos explicar por qué ocurre: la renta per cápita. Sí, aunque a la Comisión Europea le cueste admitirlo, en los países ricos los consumidores están dispuestos a pagar algo más por servicios que en otros lugares podrían obtener por mucho menos. ¿Es porque a los ricos les guste desperdiciar su dinero? No, pero el coste de buscar alternativas (el coste en tiempo y el precio que asignan a ese tiempo perdido) o de arriesgarse a recibir un servicio peor puede que no les merezca la pena. De un corte de pelo a una hamburguesa, todos sabemos que en el centro de las grandes ciudades del centro y norte de Europa nos cobrarán lo que a nosotros nos parece un dineral, aunque el servicio final no sea tan diferente al que obtendríamos en una capital de provincias española [aquí, el episodio de Economía Para Quedarte Sin Amigos en el que explicamos por qué se produce este hecho].
El turista curioso
Para el turista medio, el Big Mac Index y sus derivados son siempre un motivo de comentario. "Qué caro (o barato) es este país". Al final no deja de ser una estadística económica que se concreta en esa sensación que todos tenemos de que algunos de los visitantes que llegan a España (nórdicos, norteamericanos, irlandeses, japoneses) son mucho menos sensibles a los precios altos que nosotros. En resumen, como ganan más, pueden permitirse lujos que a nosotros nos cuesta una barbaridad plantearnos. Y al revés: cuando los españoles visitamos esos países nos parece que está todo carísimo.
En los últimos 20-25 años, esa sensación ha ido agudizándose. Es algo poco preciso, pero que es motivo de comentario generalizado: nos parece que cada vez estamos más lejos de nuestros vecinos ricos; y que los que antes eran mucho más pobres que nosotros ya no lo son tanto (o incluso, son más ricos). Pues bien, no es sólo una sensación.
Esta semana, Eurostat publicaba su estadística anual sobre salarios anuales medios ajustados para un empleo a tiempo completo. El objetivo es hacer una comparación de los salarios medios en la UE teniendo en cuenta también el tiempo de trabajo efectivo de los trabajadores de cada país (el ajuste busca comparar realidades similares; si sólo midiera salarios medios, los países con más participación del empleo a tiempo parcial saldrían peor parados).
Estos son los resultados para este año:
Como vemos, estamos en la zona media-baja de la tabla. Nuestro salario anual ajustado es de casi 32.600 euros, frente a los casi 38.000 de la zona euro (si la media europea es 100, nosotros estamos en 86). Nos ganan los que todos sabíamos que nos iban a ganar (Dinamarca, Irlanda, Alemania...) y también alguno que nos sorprende (como Eslovenia). Además, tenemos cerca a unos cuantos que hubiéramos pensado que estarían bastante más alejados (Lituania, Chipre...)
Pero casi es más significativa la siguiente tabla. Aquí hacemos la comparación a lo largo de lo que llevamos de siglo. Cuál era el sueldo anual ajustado en España en el 2000 y cuál es en la actualidad. Y hemos escogido cinco países: uno de los más ricos (Dinamarca), nuestros vecinos (Portugal y Francia) y un par de ejemplos del este de Europa.
Vistas desde España, las cifras son descorazonadoras. Y no es porque hayamos escogido, para hacer la tabla, a los países con los que peor sale la foto. Por ejemplo, hay otros países del este (como Rumanía) con los que la diferencia en la comparativa 2010-23 es todavía mayor. De hecho, si cogemos los 27 países de la UE y tomamos como referencia esta estadística de sueldo anual ajustado, sólo hay tres que lo hayan hecho peor que España desde la crisis financiera [ver tabla completa al final del artículo]. Es decir, que les hemos recortado distancia si estaban por delante; o nos hemos alejado de ellos si ya estábamos por encima en 2010. Son Suecia, Italia y Grecia. Dos países rescatados en aquellos años 2010-2015 en los que la Eurozona estuvo a punto de romperse; y otro de fuera de la Eurozona que tiene enormes problemas de crecimiento económico (e inestabilidad política y social) en la última década. No somos los últimos... pero casi.
Al final, podemos analizar muchas cifras, datos, estadísticas... Casi todas nos dirán lo mismo: en términos absolutos, el español medio no es ahora mismo más pobre que hace 15-20 años. Pero sí en la comparación con los que le rodean.
Y si no queremos estudiar tanto número o estamos cansados de las tablas de Excel, podemos viajar a Copenhague, Eindhoven, Salzburgo o Cork: en cualquiera de esas ciudades, podemos sentarnos a tomar un café con un croissant, o preguntar a un vecino cuánto cuesta una hora de babysitter o mirar en las ofertas de empleo cuál es el sueldo que se ofrece a un guardia de seguridad. Será menos técnico que si buceamos en las estadísticas... pero las conclusiones que sacaremos serán muy parecidas.