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¿Reducción de jornada? Por qué los españoles están 'condenados' a trabajar más

Un informe de McKinsey, publicado días antes del anteproyecto de Ley que reducirá la jornada semanal a 37,5 horas, dibuja un panorama muy diferente.

Un informe de McKinsey, publicado días antes del anteproyecto de Ley que reducirá la jornada semanal a 37,5 horas, dibuja un panorama muy diferente.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, este miércoles, tras su reunión con representantes del sector cultural. | EFE

España será el país que más tendrá que incrementar las horas de trabajo para mantener su nivel de vida. No tenemos claro si la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, lo sabe, pero un informe de McKinsey, publicado apenas unos días antes de que anunciase el anteproyecto de Ley que reducirá la jornada semanal a 37,5 horas semanales, dibuja un panorama muy diferente de la economía española para las próximas décadas. De hecho, lo que dicen los autores es que los españoles no sólo no podrán trabajar menos sino que, si quieren mantener el crecimiento del PIB del último cuarto de siglo (que tampoco ha sido para tirar cohetes) son los que más tendrán que incrementar el tiempo que pasan en el tajo.

Y no es que el documento de McKinsey se centre en la economía española. Ni mucho menos. Es el clásico informe en el que se analizan las grandes tendencias para los próximos años en los países más ricos del mundo. En este caso, centrado en la demografía y el envejecimiento que se avecina: "Dependency and depopulation? Confronting the consequences of a new demographic reality" (podríamos traducirlo como "¿Dependencia y reducción de la población? Confrontando las consecuencias de una nueva realidad demográfica".

Lo que nos recuerdan los autores del trabajo es bastante obvio: lo que una sociedad consume cada año depende de lo que produce (PIB per cápita). Así es en 2025 y así ha sido a lo largo de la historia. Por eso, antes del crecimiento generado por el capitalismo en los últimos dos siglos, había siempre una tensión entre población y recursos disponibles:

  • Si subía el número de habitantes en una región;
  • había que incrementar la producción si se quería mantener la renta per cápita;
  • ¿cómo se incrementa la producción?: o produciendo más cada uno (mejoras de productividad) o trabajando más (más porcentaje de población se suma a producir o los que ya producen hacen más horas)

Como decimos, esto era así en 1200, en 1800 y en 2025. La clave de los últimos dos siglos es que hemos disparado la productividad, lo que ha terminado con la trampa malthusiana que era lo habitual antes: cada vez que había algo de crecimiento económico esto llevaba a un incremento de la población; se tenían que poner en funcionamiento tierras menos fértiles y, sin nueva tecnología, no había mejoras en productividad suficientes para alimentar a esa población creciente; esto generaba menos recursos per cápita y las hambrunas-epidemias eran más habituales; lo que provocaba la reducción de la población... Y vuelta a empezar.

En Europa, comenzamos a romper este círculo vicioso, primero en la Edad Media y luego, de forma acelerada, con la Revolución Industrial. Por eso, somos cada vez más ricos en términos de renta per cápita, incluso aunque el porcentaje de la población que trabaja es menor que en casi cualquier momento de la historia: porque sí, lo cierto es que pasamos muchos más años en la escuela y más años jubilados que nuestros antepasados.

Aunque Yolanda Díaz no se lo crea, trabajamos mucho menos en horas totales y en términos relativos que nuestros abuelos: que comenzaban más jóvenes, se jubilaban más tarde, morían antes, tenían menos fiestas y días libres, disponían de vacaciones más cortas (si es que tenían)...

Crecimiento

Con este punto de partida, los autores se preguntan cómo lo hemos hecho en los últimos años (desde 1997) y qué tendríamos que hacer en las próximas tres décadas para mantener esa tendencia. Por ejemplo, en Europa Occidental, ¿qué tal nos ha ido entre 1997 y 2023? No muy bien, el crecimiento del PIB per cápita ha sido de un 1% de media anual.

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¿Cómo se ha logrado ese 1%? Los autores dividen su análisis en tres factores (ampliar gráfico para ver el detalle):

- Mix de población: qué porcentaje del total de habitantes está en edad de trabajar. Este elemento, incluso aunque todavía no ha llegado lo peor en términos demográficos, ya ha drenado en tres décimas (-0,3%) el crecimiento anual en la región

- Intensidad laboral: cuánto trabajamos los que trabajamos o estamos en edad laboral. Que puede subir en o bajar en función de: horas trabajadas por cada empleado; porcentaje de la población activa en cada grupo de edad; tasa de empleo-paro entre los activos. Este elemento ha aportado cuatro décimas (+0,4%) de crecimiento anual al PIB per cápita, sobre todo por la incorporación plena de la mujer al mercado laboral y el incremento del porcentaje de mayores de 50-55 años que siguen trabajando (y porque esos trabajadores cercanos a la edad de jubilación han incrementado su jornada)

- Productividad: cuándo generamos en cada hora trabajada. Aquí se suman muchos factores: tecnología, formación, inversión en capital, adecuación de los factores productivos a su mejor uso... McKinsey cree que este punto ha añadido ocho décimas (+0,8%) al crecimiento anual del PIB de Europa Occidental.

En resumen: un -0,3% porque somos más viejos y hay menos jóvenes, un +0,4% por más intensidad laboral y un +0,8% por mejoras de productividad: y el total nos da aproximadamente ese 1% del que hablábamos. Ni mucho menos para presumir, pero es lo que hay.

Envejecimiento

En este punto, los autores recuerdan algo también conocido: el primer punto (mix de edad de la población) también va a empeorar desde ahora a mitad de siglo. En toda Europa (también en Japón, Corea e incluso EEUU) el porcentaje de población dependiente va a seguir creciendo. Con inmigración o sin ella, esto es una tendencia imparable: las antiguas pirámides de población cada vez se parecerán más a un obelisco, nos advierten.

¿Y esto qué quiere decir? Muy fácil: si uno de los tres factores que contribuyen al crecimiento económico empeora, habrá que hacerlo mucho mejor en los otros dos (intensidad laboral de la población en edad de trabajar y productividad).

Alguien estará pensando en el decrecimiento o la caída del PIB. Desde McKinsey no son tan pesimistas. En realidad, su planteamiento parte de la convicción de que algo se seguirá creciendo gracias a la productividad (o a las malas, nos estancaremos en los niveles actuales). Y a partir de ahí, se preguntan: ¿qué necesitaría cada país para mantener el crecimiento del PIB per cápita visto entre 1997 y 2023? En España, esta cifra ha sido de un 1,1% anual: muy pobre, pero en línea con el resto de los países de Europa occidental.

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Lo explican con el gráfico de la página 38 del informe (ampliar para ver con detalle; algo que recomendamos porque es muy interesante).

Sobre el envejecimiento previsto en cada país sí se pueden hacer suposiciones bastante acertadas, porque los ancianos de 2050 son los cincuentones de 2025 y los niños que no han nacido ya no se incorporarán al mercado laboral en 2045 o 2050. Por lo tanto, podemos saber de forma aproximada cómo cambiará el mix de población (sin inmigración) en las próximas tres décadas. Y sabemos que será a un porcentaje muy superior de población mayor de 65 años y menos porcentaje de población en edad de trabajar.

A partir de ahí, qué tendría que pasar para que eso no impacte el crecimiento o lo haga lo menos posible.

  • Intensidad laboral. España es el país, con mucha diferencia, en el que más tendría que crecer este punto. Si los demás factores no cambian, necesitaríamos o bien un crecimiento enorme de la participación laboral de la población en edad de trabajar (hasta 21,7 puntos más que ahora) o bien con muchas más horas trabajadas de los que tienen un empleo (13,6 horas más a la semana por trabajador)
  • Productividad: la segunda receta, que es la que todos los gobiernos aseguran que potenciarán, es la productividad. En España, el crecimiento anual de la productividad por trabajador debería rondar el 1,4%. No parece mucho, pero entre 2012 y 2023 se quedó en el 0,3%: por lo tanto, tendríamos que multiplicar por cuatro esa tasa de incremento anual de la productividad para lograrlo.
  • Inmigración: la última alternativa es alterar el mix de edades de la población, otra opción es un flujo exterior de nuevos habitantes más jóvenes que la media del país al que llegan. Otra sorpresa: no es que los autores piensen que va a detenerse el flujo migratorio, ni mucho menos. Pero teniendo en cuenta los patrones laborales de los que han llegado en los últimos años, necesitaríamos multiplicar por 4,5 las llegadas de inmigrantes que vimos en el período 2015-19. Es verdad que en 2022-24 las cifras han sido altísimas, especialmente provocadas por la llegada de cientos de miles de latinoamericanos (sobre todo, colombianos y venezolanos). Pero incluso así, las cifras por este lado tampoco salen.

Por supuesto, cada uno de estos supuestos implicaría que los otros factores no cambian y eso es poco realista. Lo normal es que veamos una combinación de los tres: algo más intensidad laboral, algo más productividad, algo de inmigración joven. Lo llamativo en el caso de España es que es el país que más esfuerzos tendrían que hacer en los tres apartados para mantener el crecimiento del PIB per cápita que hemos visto desde 1997. Y recordemos que no hablamos de un gran crecimiento. Es decir, sólo para mantener el ritmo del muy decepcionante último cuarto de siglo, necesitaríamos mucha más gente trabajando, más horas de cada uno de ellos, que más trabajadores alarguen su periplo laboral más allá de los 55-60-65 años, que no recorten sus jornadas cuando se acercan a la edad de jubilación, que sean más productivos, que los nuevos inmigrantes sean jóvenes y también muy productivos... Como vemos, un reto enorme. Ningún otro país de los que aparecen en este informe está tan exigido. Ni siquiera Italia.

Con este panorama y asumiendo que las grandes tendencias legislativas no van a cambiar (reforma de las pensiones que blinda las prestaciones, más gasto público, pocas mejoras en flexibilidad laboral), ¿qué puede esperar un español de 35-40 años? Pues lo más realista es que tenga que trabajar más (no menos) y jubilarse algo más tarde. La reforma laboral de 2011 ya planteaba un escenario de jubilación a los 67; viendo las cifras, resulta complicado imaginar que no sigamos por esa línea. ¿A los 70? ¿A los 72? ¿Tiene sentido reducir la jornada semanal pero luego jubilarnos 3-4 años más tarde?

¿Y si no queremos trabajar más? También podemos optar por esta alternativa. Volvemos al comienzo del artículo: entonces ganaremos menos a no ser qué seamos capaces de producir muchísmo más cada uno. Dicen que la IA va a generar ganancias en este aspecto que ni imaginamos. Aunque no parece que seamos los españoles los que dominamos las tecnologías que están en la punta de lanza de la nueva economía.

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