
Europa se enfrenta a una amenaza geopolítica sin precedentes en las últimas décadas. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la seguridad de Europa ha dependido en gran medida de la OTAN y, particularmente, del respaldo de Estados Unidos. Pero el mundo está cambiando ... y de qué forma.
La invasión rusa de Ucrania, el giro en política exterior estadounidense, cada vez más enfocada en la zona el Indo-Pacífico, y las incertidumbres sobre la continuidad del compromiso transatlántico han obligado a Europa a replantear sus prioridades políticas, priorizando la inversión en materia de defensa. No en vano, el riesgo de una desestabilización en el continente es grave.
En este contexto, ha nacido el Plan ReArm Europe, una iniciativa de la Unión Europea destinada a fortalecer la capacidad militar de los Estados miembros mediante una flexibilización fiscal sin precedentes y la movilización de hasta 800.000 millones de euros en los próximos años.
Sin embargo, este ambicioso proyecto tiene luces y sombras. Si bien puede consolidar la autonomía estratégica de Europa y reforzar su capacidad de respuesta, también plantea riesgos económicos, políticos y de gobernanza que no deben ser ignorados. Por eso, conviene hacer un análisis sobre los puntos fuertes y las debilidades del plan.
Flexibilización fiscal y el aumento del gasto
El primer pilar consiste en permitir que los países inviertan más en defensa sin sufrir restricciones fiscales. Para ello, la Comisión Europea pretende relajar las reglas fiscales establecidas en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, incurriendo en más déficit sin sanciones, una medida que desbloquearía 650.000 millones de euros en cuatro años si los países elevan su gasto militar adicional en un 1,5% del PIB.
Además de la flexibilización fiscal, el segundo pilar consiste en proporcionar 150.000 millones de euros en préstamos para adquisiciones conjuntas de material militar como misiles, drones, defensa antiaérea, artillería o en materia cibernética. Es un cambio de paradigma que busca aumentar la interoperabilidad entre los ejércitos europeos, reducir los costes unitarios de los sistemas de defensa y reforzar la industria militar del viejo continente.
A esto se suman incentivos para que los Estados destinen parte de los fondos europeos de cohesión económica y social a la inversión en defensa. Es una reorientación del gasto público sin precedentes, desde fondos orientados a reducir desigualdades regionales dentro de la UE hacia el sector militar y la industria de defensa. España pretende utilizar esta posibilidad al máximo, lo cual no es de extrañar dado que en el periodo 2014-2020 fue el peor país ejecutando estos fondos (71%) a pesar de años de prórroga.
Tal y como ha ocurrido en los últimos años con los programas europeos, la Unión Europea pretende fomentar la inversión privada en el sector de la defensa a través del Banco Europeo de Inversiones y otros instrumentos financieros. Facilitará el acceso al capital privado con el objetivo de acelerar la modernización militar sin que todo el peso recaiga sobre los presupuestos nacionales.
Con estas medidas, se va a producir un impulso sin precedentes de la capacidad militar de los Estados miembros para alcanzar la autonomía estratégica de Europa. Con ejércitos más preparados Europa puede responder con mayor rapidez a crisis y amenazas sin depender exclusivamente de la OTAN o de Estados Unidos.
El aumento de la inversión militar beneficiará a la industria armamentística europea, impulsando la innovación, generando empleo y reduciendo la dependencia de importaciones de países como Estados Unidos. Este punto es especialmente relevante para países con grandes empresas del sector, como Francia, Alemania, Italia y España.
Pero no todo consiste en voluntad política y fondos. De ambas ha dispuesto Bruselas en los últimos años y nos han llevado a una pérdida de competitividad y a la irrelevancia geopolítica. Estamos ante una nueva oportunidad, pero el grueso del plan dependerá del gasto nacional (650.000M€), de la deuda compartida y de su eficiencia en la aplicación.
Una mayor integración en materia de defensa significa también que Bruselas tendrá un papel más influyente en las decisiones presupuestarias de los Estados miembros. Algunos países, especialmente los "frugales" podrían resistirse a medidas que impliquen más gasto público y endeudamiento conjunto.
Además, relajar las reglas fiscales para invertir en defensa puede generar desajustes. Países como Italia, Francia o España, con altos niveles de endeudamiento, podrían ver agravada su situación financiera si el gasto militar no se gestiona con eficiencia. El déficit seguirá siendo déficit y la deuda seguirá siendo deuda, computen a efectos de las reglas europeas o no, y los mercados estarán muy vigilantes a los desequilibrios en las cuentas públicas.
Otro riesgo es la fragmentación política. El auge del populismo en Europa podría dificultar la implementación del ReArm Europe. Algunos gobiernos podrían usar el plan como arma política, mientras que otros podrían usarlo para generar divisiones en el seno de la UE. A largo plazo, una falta de consenso podría traducirse en un gasto militar fragmentado y poco efectivo.
A pesar de los esfuerzos por fortalecer la industria armamentística europea, gran parte de la tecnología de defensa y componentes sigue dependiendo de Estados Unidos. Aunque Europa aumentará su gasto en defensa, esto no garantiza que logre una independencia tecnológica total. Al contrario, sin condicionalidad en este gasto público extraordinario podemos reforzar a Trump endeudando a Europa.
Europa ha entrado de lleno en una economía de rearme con la sensación de urgente necesidad e improvisación. ¿Cómo es posible que no hayamos establecido reformas y medidas de coordinación para garantizar que el gasto se emplea de la manera más eficiente? ¿Se va a solucionar la fragmentación de equipamientos, vehículos tácticos o modelos de tanques que tiene cada estado miembro?
ReArm Europe supone una inversión sin precedentes en el sector militar, con un impacto significativo en la seguridad y en la industria de defensa. Sin embargo, el plan no está exento de riesgos: endeudamiento, pérdida de autonomía fiscal y posibles tensiones políticas internas.
La clave del éxito del Plan no solo será cuánto se gaste, sino cómo se gaste. La UE debe evitar repetir los errores del pasado, donde la fragmentación de adquisiciones y la falta de coordinación han devenido en políticas poco eficientes. Más gasto en defensa no siempre equivale a mayor seguridad, si no se acompaña de una estrategia clara y coordinada.
Por último, el éxito de ReArm Europe dependerá de la capacidad de los líderes europeos para equilibrar seguridad, sostenibilidad fiscal e integración política en un contexto cada vez más incierto. Liderazgo en tiempos grises. Europa se juega mucho en este proceso: nuestra seguridad, espacio de libertad y bienestar. Esta vez no hay margen para la improvisación.