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Adiós, ladrillo, adiós

El urbanismo que viene: Que la firma del concejal no valga dinero

Leyendo en El Economista los comentarios de los lectores sobre las declaraciones de Cristóbal Montoro y Álvaro Nadal acerca de sus intenciones para con el mercado de la vivienda no salgo de mi asombro. Reciben leña por todas partes, pues a los liberales tampoco les gusta alguna de sus propuestas. Y si algún comentario es a favor, la votación de los lectores no puede ser más negativa. ¿Es un problema de comunicación/transmisión de los contenidos, o es que el prejuicio social es tan profundo que impide hacer un análisis honesto?

Voy a tratar de analizar lo que dijeron. De entrada, las declaraciones se pueden agrupar en dos partes. Una, acerca del pasado: responsabilidades de la burbuja. Dos, lo que harán si ganan: liberalización del suelo y deducción por vivienda.

1) Negar rotundamente algún tipo de responsabilidad en la formación de la burbuja no me parece sensato ni oportuno. Aparte de que no es cierto. Es más, el propio Montoro se pone en evidencia al defender –reconozco que con tino- la actuación de la banca en los años del ‘boom’: “el sistema financiero cometió errores, pero propiciados por una política monetaria, de regulación y de supervisión fallida”. Y, hombre, sería injusto cargar todo el peso de la burbuja sobre los hombros de Caruana y de Mafo (ya sabemos lo “independiente” que es un Gobernador). Como también lo sería hacerlo sobre los del BCE, que se limitó a hacer seguidismo de la política laxa de la Reserva Federal. En la sustitución del modelo conservador de tipos fijos por el arriesgado de tipos variables y plazos infinitos el Partido Popular tuvo su cuota de responsabilidad, por mucho que sólo conviviera con él dos años y medio, y por mucho que “la demanda de viviendas estaba por encima del stock inmobiliario y el crédito crecía al mismo ritmo que la construcción”, como defiende Nadal en la entrevista. Les guste o no, pusieron las bases para lo que vino después. Siempre nos quedará la duda de si, con Rajoy como presidente, hubieran encauzado la situación con medidas refrigeradoras de la economía.

En lo que sí tiene toda la razón Nadal es en que la burbuja cobró unas dimensiones paquidérmicas “por las decisiones del Ejecutivo de Zapatero y no como consecuencia de la Ley del Suelo de 1998”.  Les remito a este y a este post donde explico con detalle cómo la Ley del Suelo fue absolutamente inocua o cómo Solbes hizo oídos sordos a la llamada de atención desesperada de los inspectores del Banco de España.

2) Agua pasada no mueve molino, así que vayámonos al futuro: que el PP anuncie la redacción de una nueva Ley del Suelo es, en sí misma, una magnífica noticia. Y digo esto porque me resulta impensable que pueda ser peor que la actual. Si, además, pretende liberalizar de verdad el suelo, podemos ya estar en puertas de un auténtico cambio de modelo en el urbanismo de este país, tan necesario. Esta frase de Nadal lo resume perfectamente: “Que la firma del concejal de urbanismo no valga dinero”. Como bien explican en la entrevista, sin el concurso de las autonomías no se podría llevar a cabo. Como quiera que casi todas están en manos populares, las posibilidades de éxito son mayores que nunca.

Me llama positivamente la atención que tampoco tengan verdadera prisa por materializar esta nueva ley; ¿para qué correr, si el mercado está muerto?: “se trata de una reforma pendiente que se abordará en cuanto cambien las condiciones del mercado inmobiliario y se empiece a reabsorber el excedente de vivienda sin vender”. De lo que se trata es de que la hagan bien.

Sobre este particular, sólo añadir que la liberalización del suelo será positiva en cuanto que ampliará la oferta y reducirá la corrupción pero, ojo, eso no lo es todo. Por el lado de la demanda también hay que actuar, y espero impaciente sus propuestas. Yo tengo algunas –que recojo en “Adiós, ladrillo, adiós”- y que en las próximas semanas iré desgranando. Por si les valen.

La otra noticia es que van a recuperar la deducción por vivienda. Y con efecto retroactivo (de lo cual me alegro, pues en otro caso la demanda actual quedaría indecisa hasta marzo ¿o quizá noviembre?). Desde el lado liberal se critica con sólidos argumentos esta pretensión. No pretendo erigirme en abogado del diablo, pero creo que hay que relativizar la medida porque 1) la deducción para las rentas más bajas (que son la mayoría) sigue vigente; 2) la deducción en el tramo autonómico se ha mantenido en la mayoría de las Comunidades. Sólo si no se acompaña de incentivos similares para el alquiler es cuando realmente se estará condicionando al usuario de vivienda. Por otro lado, no debemos olvidar el agravio que supone frente a los que han (hemos) comprado durante toda la década pasada. ¿Y tiene que ser precisamente ahora, que las cosas están peor que nunca, cuando vamos a ponérselo más difícil a los newcomers?

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