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Bajarse los pantalones en la Tierra Prometida

"Señor, ¿podría bajarse los pantalones, por favor?", me preguntó el representante de la aerolínea.

"Excusez-moi," le respondí. Siempre respondo en francés cuando alguien me cabrea, aunque solo sé decir "excusez-moi" y "enchanté".

"Señor, no tiene por qué hacerlo," me recordó el guardia civil que acababa de registrarme. "Usted tiene derechos."

"Ya, pero es el precio de entrar en Israel," le recordé. "Si no les dejo buscar residuos de bomba en mis calzoncillos, no me dejarán subir el avión."

Todo el mundo mira con fascinación la presunta transición a la democracia en Egipto, pero mi recién viaje a Oriente Medio me enseñó que aquella parte del mundo opera bajo distintas reglas.

Me invitaron a participar en una jornada organizada por Tech Aviv, una red de emprendedores israelíes con más de 2000 miembros en Israel, Nueva York, Silicon Valley y Boston fundada en 2007 por Yaron Samid, un emprendedor en serie que creció en Nueva York pero se hizo famoso en Israel. Tech Aviv se reúne una vez al mes y su misión es ayudar a los fundadores de empresas israelíes de recién creación ("start-ups"). La sesión que asistí contó con la presencia de socios de ocho de los fondos de capital riesgo más importantes a nivel mundial. Aunque la población de Israel es un poco más grande que la del área metropolitana de Madrid (7,65 millones versus 6,45 millones), Israel tiene más emprendedores per capita que cualquier otro país en el mundo y tiene más empresas cotizadas en el NASDAQ (la bolsa de pequeñas y medianas empresas tecnológicas más importante del mundo) que Europa, China y la India juntos. La tecnología es el motor de la economía israelí. Casi el 45% de las exportaciones de Israel pertenece al sector de alta tecnología, y la crisis no ha afectado al ecosistema emprendedor de Israel tanto como al de otros países. Sigue creciendo e innovando. Sigue recibiendo inversión internacional. Sigue siendo la "Nación de las Start-ups".

Tenía que visitarlo, así que me bajé los pantalones.

Al llegar a Tel Aviv, fui inmediatamente a Herzliya, el "Silicon Valley" de Israel. Los israelíes que conocí eran muy simpáticos pero muy serios, analíticos y directos. Tiene sentido. Su país ha estado en un estado de emergencia desde su creación en 1948, y se nota en muchos aspectos de la vida cotidiana. En Tel Aviv no se puede entrar en una tienda de Zara o Mango sin que te registren. Asimismo, lo más destacable de Jerusalén no solo es la ropa tradicional de los árabes y judíos ortodoxos, sino también la plétora de los jóvenes israelíes con uniformes militares y AK-47s.

Me fui de un país que había declarado un estado de alarma temporal para proteger sus vacaciones a un país en un permanente estado de emergencia para proteger su existencia.

Muchos argumentan que es precisamente esta intensidad militar lo que explica el éxito de los emprendedores israelíes. Están acostumbrados a vivir con un riesgo e incertidumbre permanente, y están obligados a arriesgar la vida durante los dos o tres años de servicio militar. Su supervivencia depende de su capacidad de cuestionarlo todo, pensar de manera libre bajo presión, buscar soluciones en tiempo real y aprender de sus errores. En otras palabras, son emprendedores natos.

Mi última noche en Israel pedí al conserje árabe de mi hotel su recomendación por el mejor restaurante árabe en Jerusalén. Me envió a Eucalyptus, un restaurante que sirve comida bíblica y kosher bajo el mando del Chef Moshe Basson. Al principio, me sorprendió mucho que un árabe me recomendara un restaurante kosher como el mejor restaurante árabe de Jerusalén, pero Basson me explicó que, a pesar de las imágenes que circulan en los periódicos internacionales, no hay una enemistad personal entre muchos israelíes y árabes, que es más a nivel político. Basson abrió su primer restaurante hace 20 años, justo después de la Primera Intifada. Los años de la Segunda Intifada fueron bastante difíciles, ya que nadie quería cenar fuera durante una guerra. Basson aguantó, aunque tuvo que cambiar de sitio, y ahora sigue cocinando y ganando premios y títulos honoríficos por su cocina.

No tengo el coraje de Basson. El momento culminante del viaje fue mi visita a Belén para celebrar la Noche Buena. Desafortunadamente, 100.000 turistasMahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, tuvieron la misma idea y asistieron a la Misa del Gallo en la Iglesia de la Natividad. Entre los dos controles de seguridad, las legiones de militares palestinos, los adolescentes palestinos borrachos provocando a los militares israelíes destacados en el control del lado israelí, no aguanté más de una hora en Belén. Tuve la sensación de estar a punto de asfixiarme. La presencia de tantos militares ansiosos con tantas armas en un sitio tan pequeño y controvertido durante una de las noches más importantes del año me abrumó, así que pedí al taxista que me llevara al control para volver al lado israelí. Parece que él estaba bastante más acostumbrado a esa tensión. Durante la vuelta al lado hebreo, solo quería hablarme de la parafernalia del Barça que adornaba su coche.

Israel es un país privilegiado. Su historia es, en muchos sentidos, la historia del mundo, pero no viven de su pasado, sino que han entrenado una ejército de emprendedores que lucha por garantizar el futuro del país. Lucha tanto en el campo de batalla como en las salas de juntas, porque entiende que es la única manera de proteger la seguridad, viabilidad, prosperidad e independencia de su tierra prometida. (De hecho, el 24 de febrero organizamos en el IE Business School un evento con Jesús Encinar, Gustavo García Brusilovsky, y Yaron Samid, entre otros, para debatir "Las Ventajas del Fracaso" y lo que Europa podría aprender de Israel al respecto. El evento estará abierto al público. Solo hace falta registrarse.)

Por mi parte, me costaría vivir a largo plazo con el equilibrio entre la libertad y la seguridad que muchos israelíes aceptan como "normal". Me costaría acostumbrarme a una vida llena de controles de seguridad, repleta de miedo de que algún terrorista suicida o líder iraní me quiera extinguir solo por mi nacionalidad. Necesitaría fumar dos paquetes de cigarrillos al día para poder vivir bajo un estado de emergencia permanente sabiendo que estoy rodeado de enemigos (o en el caso de un Egipto en transición, enemigos en potencia). Y definitivamente, habría preferido no tener que bajarme los pantalones.

Pero entiendo por qué es necesario.

Y posiciones políticas aparte, creo que podemos aprender algo de la sociedad israelí, emprendedora y luchadora.

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comentarios
1 Schauspi, día

- Hi Gary, how are you doing - al margen de que me gustó la historía que cuentas, me preguntaba si ese "bajarse los pantalones", podría traducirse como, "Being like putty in promise land´s hands" (no lo veo, pero asumiré el "riesgo") Un saludo.

2 Erbilyos, día

Hi there, Gary, long time no see. He leído por ahí que más de la mitad de las multinacionales de tecnología están en Israel. Cuánto han cambiado las cosas allí desde la época de los kibutz. Parece que en Israel se ha dado una afortunada confluencia de factores que los ha hecho más emprendedores que los propios americanos. La razón que tú sugieres seguramente no está muy desencaminada, pero también se necesita un buen bagaje, un capital humano e intelectual para desarrollar ese tipo de actividades, y en esto seguramente tuvo mucho que ver la afluencia de judíos ex-soviéticos con una excelente formación científica y técnica. Dudo que vieras a militares israelíes con AK-47, porque allí usan su propio fusil, el GALIL (si bien es cierto que su diseño se basó en el AK).

3 jlh, día

Como bien dice Erbilyos, los israelíes no usan AK-47. Es más, la versión que se ve de ese arma hoy en día suele ser el AK-74, que es la versión del 74 (como su propio nombre indica), y es un arma soviética, por lo que la llevan todos los países de la órbita soviética y china, más las guerrillas que estos pagan para que se maten o organicen revoluciones. Y es que el tema tiene que ver con el post: las armas israelíes se consideran las mejores del mundo (o entre las mejores, según qué arma). Es un ejemplo más de lo que comentas de la potencia tecnológica israelí. Y sobre por qué los israelíes son emprendedores, no tengo datos al respecto, pero sugiero una posibilidad: porque sus gobernantes se lo permiten. Porque yo sólo conozco España en cuanto a hacer negocios se refiere, y el principal problema que tenemos es que no nos dejan trabajar. No es que no haya ayudas, como se queja mucha gente. No necesitamos ayudas de nuestros gobernantes. Lo que hay son barreras: muchas. Y muchas de ellas, infranqueables. Y casi todas ellas, puestas por nuestros gobernantes. Así que si en España los gobernantes no nos impidiesen trabajar, seguramente nos iría mucho mejor.