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EDITORIAL

Así acabó Argentina donde está

España se recuperará de este golpe. Argentina seguirá hundiéndose.

Ahora nadie lo diría, pero a comienzos del siglo XX la Argentina era un país rico. Muy rico. No sólo más que España, que por entonces no era tampoco un gran logro, sino más que, por ejemplo, Estados Unidos. Pero desde los años 30 del siglo pasado no ha hecho otra cosa que desandar el camino liberal que marcaron sus primeros dirigentes para convertir el país en una economía dirigida desde el Estado, en el que los gobiernos, generalmente peronistas en nombre o en obra, actuaban desde la arbitrariedad y la falta de respeto por la propiedad. 

A la larga, la expropiación de YPF será peor noticia para los argentinos que para los españoles. El crecimiento artificial que ha disfrutado Argentina en los últimos años es insostenible, y ahora que se le empiezan a acumular los problemas, Kirchner intenta mantener la situación con medidas populistas y cortoplacistas que hipotecan el futuro de su país. Este mismo lunes Cristina Fernández pedía a las empresas extranjeras que reinvirtieran en el país, en lo que no cabe sino calificar de amenaza. Cada una hará lo que crea mejor para sus intereses; lo que está claro es que nadie serio va a poner un duro en Argentina durante mucho tiempo, lo cual socavará su crecimiento.

El robo legalizado por el corrupto e irresponsable Gobierno argentino no sólo es "doblemente discriminatorio" –pues sólo se expropia YPF y sólo las acciones propiedad de Repsol–, tal y como ha denunciado el ministro Soria, sino que demuestra a las claras la carencia de un Estado de Derecho digno de tal nombre en el país andino. Un proyecto de ley, aún no aprobado por el poder legislativo, ha sido suficiente para que se desaloje de la empresa a los directivos nombrados por el accionista aún mayoritario de la petrolera.

El Gobierno anunciará en los próximos días qué medidas de respuesta dará a la "decisión hostil" contra una empresa española, que da trabajo a miles de españoles y que cuenta entre sus accionistas con empresas de nuestro país y miles de pequeños accionistas españoles. Damos por supuesto que la espera se debe a que se están recabando apoyos para reforzar las acciones que, tomadas en solitario, poca efectividad pueden tener. En este trance, y por una vez, nuestra delicada situación económica puede servirnos de ayuda. Con los países de la Unión Europea tan pendiente de nosotros, será más fácil que sus Estados miembros apoyen a España ante una acción que dañe nuestra maltrecha economía y, de rebote, la suya.

Mentiríamos si dijéramos que creemos que el Gobierno podrá dar la vuelta a la situación, no por incapacidad o falta de empeño, sino por carecer de instrumentos necesarios como para convencer a un Gobierno ladrón de que no robe. España, no obstante, se recuperará de este golpe. Argentina seguirá hundiéndose. Es con decisiones así como obraron el milagro de convertir un país destinado a ser una gran potencia económica y política en lo que es ahora, la patria del corralito.

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