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Alberto Recarte

1. Los datos

Libertad Digitalha resumido en cinco artículos la conferencia Análisis de la economía cubana. Proyecciones para una reconstrucción. pronunciada por su presidente en el ciclo que la Fundación Hispano Cubana dedicó al centenario de la constitución de la Isla.

Resulta muy difícil hablar sobre la economía cubana porque los únicos datos fiables de que disponemos son los que suministran gobiernos y agencias extranjeros, en la medida en que registran transacciones entre sus respectivos países y Cuba. Hay datos sobre el endeudamiento exterior frente a Rusia y los antiguos regímenes del este de Europa y frente al resto de los países del mundo; sobre turismo, inversiones extranjeras y remesas de exiliados; sobre exportaciones e importaciones de Cuba y poco más. De estos escasos datos se deduce que Cuba sigue aumentando su deuda exterior, que no paga siquiera los intereses y que, si lo hiciera, aumentaría dramáticamente la pobreza del país. El régimen castrista sigue viviendo, por tanto, del ahorro del resto del mundo, que se transfiere a Cuba a través de múltiples canales.

En este momento, la principal ayuda y la más novedosa es la de Venezuela, —que suministra petróleo a precios por debajo del mercado—. En segundo lugar, los exiliados cubanos, principalmente los residentes en Estados Unidos, siguen remitiendo dólares a sus familiares para que no pasen hambre. En tercero, hay un grupo de empresarios extranjeros que compran en Cuba activos capaces de generar exportaciones, como Tabacalera con el tabaco, los hoteleros mediante compra o gestión de hoteles, la telefónica mexicana y la canadiense Sherrit con la minería de níquel y cobalto. En cuarto lugar están los nuevos créditos concedidos por gobiernos occidentales, los cuales, por criterios puramente políticos, caen en la tentación de intentar comprar la voluntad del tirano o de vender a su electorado la solidaridad con un régimen que se autodeclara “bloqueado”. A medida que se van agotando las posibilidades de obtener inversión exterior, aumenta la dependencia de las remesas de los exiliados. Finalmente, hay que señalar el estancamiento, o desplome, según los casos, de las exportaciones de mercancías por debajo, incluso de las cifras de 1959.

Las exportaciones. Si de las partidas de ingresos eliminamos las que no dependen del funcionamiento de la economía sino del favor político, la caridad y la venta de activos capaces de generar ingresos por una sola vez, nos encontramos con que sólo el turismo y las exportaciones de mercancías son recurrentes y reflejan la capacidad económica de la isla.

El turismo comenzó en 1990, tras haberse negado Castro a permitirlo durante treinta años por temor a perder el control total sobre la población. Continúa creciendo, pero opera como un sector desvinculado del resto de la economía cubana —gestionado, básicamente, por cadenas españolas—; su unidad de cuenta es el dólar, los turistas son extranjeros y un pequeño grupo de la nomenclatura cubana; y lo más significativo, se abastece básicamente desde el exterior.

Del resto de las exportaciones, hay que destacar el aumento de la producción de níquel y de cobalto, en las minas compradas por la canadiense Sherrit; el retroceso en cantidad y calidad de las ventas de tabaco, en rama y en forma de habanos, a pesar de que Tabacalera es ya propietaria del 50% de la empresa elaboradora y comercializadora estatal, y el desplome del azúcar, que con cifras de alrededor de 4 millones de toneladas anuales, está un 40% por debajo de las producciones medias de antes del castrismo y un 60% de las cifras máximas alcanzadas a finales de los años setenta. El café ha desaparecido. Finalmente, siguen estancadas a niveles de finales de los ochenta las capturas de pescados y mariscos, y las ventas de cítricos no han evolucionado como se creía. Quizá la única novedad es la producción y venta de algunos productos farmacéuticos, —hablamos de 25-30 millones de dólares anuales— y que el gobierno norteamericano relaciona con la intención de producir armas biológicas.

Otro renglón de ingresos del que desconocemos casi todo es el narcotráfico y el lavado de dinero. Castro mandó asesinar a sus compañeros traficantes cuando fue descubierto por la DEA. Es seguro que esta actividad, dadas las conexiones con la guerrilla terrorista de las FARC colombianas, no ha desaparecido y que, con los ingresos extraordinarios que consigue, se acumulan fondos para la financiación del terror o para nutrir las fortunas personales de los líderes.

Estos datos son los únicos fiables para saber qué ocurre en la economía cubana; el resto de los que se manejan son oficiales, de nula o escasísima fiabilidad, aunque, como siempre ocurre en estos casos, se puede, a pesar de todo, como veremos, sacar algunas conclusiones.

Los precios. Los dos informes oficiales más recientes que conozco, ambos publicados por el Banco Central de Cuba —La economía cubana en el periodo especial (1999-2000y elInforme económico 2000”—, rebosan de datos inútiles sobre la economía cubana. No se diferencian en exceso de los que publican institutos similares en otros países del mundo, pero tenemos la certeza de que sus cifras, excepto parcialmente en sus relaciones con el exterior, son falsas. Para empezar, Cuba nunca liberalizó sus precios interiores, con lo que las estadísticas de base utilizan precios oficiales fijados en algún momento de los últimos cuarenta y dos años.

En 1976 se intentó poner al día los precios. En lugar de liberalizarlos, y permitir que se fijaran libremente en el mercado, se trató de modificarlos por criterios políticos. Para comenzar, se recopilaron los precios conocidos. Las autoridades se encontraron con 8 millones de precios de otras tantas mercancías y servicios, —aunque muchos de ellos correspondían a los mismos bienes descritos de forma diferente—. Ante el temor, manifestado públicamente, de que actividades básicas, como la producción de azúcar, dejaran de ser rentables si se aplicaban precios de mercado, se optó por modificar un puñado de precios no sustanciales; y por recopilarlos todos, para que los agentes económicos supieran lo que tenían que pagar, o cobrar, cada vez que intercambiaban algún bien. La recopilación ocupó 29 volúmenes de más de 300 páginas cada uno y dado que —según declaraciones oficiales— era muy caro hacer una edición para todos los agentes económicos, se optó por imprimir sólo 200 ediciones completas, que teóricamente tendrían que consultar los interesados en las correspondientes sedes del Poder Popular.

En ese momento comenzó la guerra de Angola, a la que siguieron la de Etiopía, Yemen, Nicaragua, Panamá, la caída del muro y la desaparición de la URSS. Pero el sistema de precios oficiales continuó. Al mismo tiempo, desde hace unos años, hay precios en dólares, pero no se utilizan en la elaboración estadística, y sólo se informa que el tipo de cambio interno es de 22 pesos por dólar. Por otra parte, durante los interminables años del castrismo, en repetidas ocasiones, coincidiendo con momentos de crisis y cambios de orientación económica y política, los máximos dirigentes cubanos —Raúl Castro en particular— han reconocido que los datos oficiales estaban falsificados, pero esta confesión no se tradujo en la modificación de las estadísticas históricas.

Para curarse en salud y lograr comparaciones más o menos favorables la referencia estadística más importante de ambos informes es la que corresponde al desplome de la economía en 1990, cuando se retira la ayuda soviética. Los más de treinta años anteriores del castrismo no existen ya estadísticamente. Finalmente, aunque, según las autoridades, a partir de 1992 ha tenido lugar un crecimiento continuado del PIB, nunca se llega a afirmar que se ha recuperado el nivel de producción y de renta de 1990. La realidad, a pesar de todo, se cuela en las estadísticas.

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