El Gobierno acaba de presentar un nuevo marco para la tarifa eléctrica, que incluye una fórmula para calcular la misma de acuerdo con criterios conocidos de antemano y que establece como limitación que la luz no pueda subir anualmente más de ese 2% que constituye el objetivo de inflación del Banco Central Europeo. La noticia ha sido muy bien recibida por las eléctricas, que han registrado importantes avances en bolsa. Con el cambio de reglas, desaparece uno de los principales elementos de incertidumbre en torno a un sector que, entre otras cosas, veía
lastradas sus cotizaciones en el mercado de valores como consecuencia de un riesgo regulatorio que ahora se ha reducido.
Las eléctricas venían reclamando un marco tarifario estable desde hace años, cuando el PP estableció que la tarifa de la luz se
reduciría todos los años el IPC-X. Esta política dio lugar a lo que se conoce como el déficit tarifario, es decir, que la tarifa no cubre todos
los costes y compromisos y llevó al sector a invertir en otras actividades más rentables, desatendiendo las necesidades de abastecimiento energético del país porque era mucho más rentable dedicarse a otra cosa. Esto tuvo como consecuencia dos efectos perversos: los apagones y las enormes pérdidas cosechadas por las eléctricas en sus inversiones en telecomunicaciones.
El nuevo marco tarifario viene a corregir en parte estos problemas. La tarifa subirá, aunque con límites, en lugar de recortarse por decreto, gracias a lo cual la rentabilidad del sector será mayor y más atractiva y podrá atraer inversiones tanto de empresas españolas como de extranjeras. Las eléctricas, además, podrán hacer una planificación financiera a largo plazo acorde con sus inversiones más adecuada, lo que les favorecerá por lo que supone de reducción de incertidumbres y riesgos regulatorios. Pero todo esto, que ahora parece tan normal y tan lógico, ha tenido que ser reclamado una y otra vez por las empresas y han tenido que producirse los apagones para que el Gobierno cambiase las cosas.
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