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Robert J. Barro

¿Cómo continuar el milagro económico?

Corea del Sur ha sido uno de los campeones en crecimiento económico, con un aumento del producto interno bruto por persona de casi 6% anual. Como consecuencia de ese crecimiento, en los últimos 40 años el ingreso per cápita se ha multiplicado 10 veces. En comparación, le tomó a Estados Unidos 130 años, desde 1870 a 2000 multiplicar por diez el PIB per cápita. Exceptuando otras economías del este de Asia, como Taiwán y Singapur, los logros de Corea del Sur no tienen precedente histórico.

El crecimiento del PIB de Corea del Sur fue acompañado de mejoras en los indicadores sociales: las expectativas de vida aumentó de 54 a 73 años y la mortalidad infantil cayó de 8% a 0,8%. El número de personas viviendo en la pobreza se desplomó y por todo ello me sorprenden la preocupación y las actuales discusiones en Corea del Sur sobre desigualdad de ingresos.

Las grandes mejoras fueron logradas en Corea del Sur practicando un capitalismo sin apologías. No se trataba de un “capitalismo con compasión” ni una “economía social de mercado” ni “la tercera vía” ni “crecimiento con igualdad” ni los demás eufemismos propuestos por gobiernos de izquierda.

Pero el nuevo gobierno de Roh debate sobre políticas a instrumentar para estimular el crecimiento y alcanzar el nivel de ingresos de Japón y, eventualmente, de Estados Unidos. Entonces, deberían revisar lo que funcionó tan bien por 40 años: inversiones sustanciales en capital humano, estado de derecho, economía de mercado (a pesar de algunos deslices en subsidiar a sectores favorecidos), creciente apertura al comercio exterior, altas tasas de ahorro y gobiernos relativamente pequeños.

Otro ingrediente importante fue lo pobre que era Corea del Sur en los años 50. Hoy, las oportunidades de crecimiento son menores, por lo que hay que mejorar más las instituciones.

Una buena opción es mejorar la calidad de la educación, abriéndole la puerta a escuelas privadas en primaria y secundaria. Eso promovería la eficiencia y combatiría la rigidez del sistema público. Los mercados financieros y la administración empresarial también podrían ser mejoradas. Pero las regulaciones deben concentrarse en promover la transparencia, en lugar de permitir que la cruzada contra los chaebol (grandes conglomerados) afecte la productividad y las inversiones. Además, el sector financiero debe ser reforzado con la eliminación de barreras a inversiones extranjeras en la banca y los seguros.

El peligro es que Corea del Sur se desplace del mercado hacia políticas a lo europeo que retardan el crecimiento económico. Por ejemplo, el gobierno anterior expandió dramáticamente los programas de beneficencia, lo cual frena el incentivo al trabajo. Y el actual gobierno es pro-sindicatos, a pesar que la evidencia internacional señala que eso tiende a reducir la flexibilidad laboral de los mercados de trabajo, afectando negativamente la productividad.

El futuro probablemente conducirá a la integración con Corea del Norte. La integración resultó ser muy difícil para Alemania, a pesar que el ingreso per capita en Alemania occidental era sólo tres veces el de Alemania oriental. El ingreso de los coreanos del sur es más de diez veces el de los coreanos del norte. La unificación alemana enfatizó los subsidios a personas e industrias del este. Tales políticas, promovidas por los sindicatos del oeste, trataban de evitar la migración de mano de obra barata del este al oeste. El resultado ha sido altas tasas de desempleo en la zona del este, altos impuestos y bajo crecimiento económico.

No está claro cómo Corea del Sur enfrentará los difíciles retos de la unificación, pero el énfasis reciente en programas sociales, poder sindical y en la desigualdad de ingresos no provoca optimismo.

Robert J. Barro es profesor de Economía de la Universidad de Harvard y académico de la Hoover Institution.

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