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Emilio J. González

Morir de éxito

Suecia ha votado por el cambio, por dejar atrás el sueño socialdemócrata de la protección social, que está deparando muchos despertares amargos, para encarar con ideas nuevas y más brío un futuro que será prometedor si hace las cosas bien.

Suecia ha sido siempre el paradigma del Estado del bienestar. Sin embargo, el sistema de protección social se ha convertido no sólo en un lastre para el presente y el futuro de la economía sueca, sino también en la primera fuente de problemas socioeconómicos del país escandinavo que, al final, está muriendo de éxito.

Debido a los generosos sistemas de protección al desempleo, los suecos han visto como la tasa de paro se dispara y, lo que es peor aún, aumenta el desempleo de larga duración, es decir, el que afecta a aquellas personas que llevan más de un año sin trabajar. En otras circunstancias, podría culparse a esta situación de la coyuntura económica o cosas así. Sin embargo, en la Suecia de hoy, cuya economía crece con fuerza, no se puede emplear este argumento. La causa, por el contrario, es una razón de fondo, de origen estructural, y es, ni más ni menos, que la generosidad del sistema de protección social es tanta que muchos suecos sin empleo prefieren permanecer en esta situación a lo largo del tiempo porque sus necesidades están más que cubiertas por el sistema de protección social más generoso y más caro del mundo.

Este hecho, sin embargo, está generando tensiones dentro de la sociedad sueca. Hoy, los presupuestos del país están saneados después de los drásticos recortes y reformas en el gasto público que tuvo que emprender el Gobierno en la década de los 90 para poder salvar, al menos, los muebles de su adorado y afamado Estado del bienestar. Pero la economía sueca sigue teniendo que enfrentarse a los problemas derivados de su más que generoso sistema de protección social, que ha eliminado los incentivos de los parados para buscar empleo y ha generado, por el contrario, incentivos para permanecer en situación de desempleo. A la sociedad sueca, que empieza a ser consciente de que su modelo tiene los días contados, esa actitud no le gusta y ha comenzado a optar por el cambio de paradigma económico, un cambio que se reflejó el pasado domingo en las elecciones al Parlamento, en las que resulto ganadora la coalición de centro derecha Alianza por Suecia, liderada por Fredrik Reinfeldt.

Lo llamativo de este resultado no es que el centro derecha vuelva al poder, tras doce años de ausencia del mismo, en un país en el que, en los últimos 74 años, ha estado 65 gobernado por la socialdemocracia. No. Lo verdaderamente llamativo es que la Alianza por Suecia, caracterizada por sus duras críticas al Estado del bienestar en sus años de oposición, ha ganado con un programa que habla de reducir las prestaciones por desempleo y los niveles de protección social, así como de privatizaciones y liberalizaciones. ¡Quién lo iba a decir en el modelo por excelencia de Estado del bienestar, en el paradigma de las bondades de la socialdemocracia! Pero es que, al final, la realidad es tozuda y acaba por imponerse: el exceso de protección social genera demasiados incentivos para abusar de ella en vez de crear empleo, su financiación pone en tela de juicio la capacidad de competir de las economías en el mundo de la globalización y la intervención del Estado, a través de los impuestos, de empresas públicas y de la excesiva regulación de los sectores productivos genera demasiados costes y demasiadas ineficiencias que, hoy por hoy, los países de la Unión Europea no pueden soportar.

Suecia ha votado por el cambio, por dejar atrás el sueño socialdemócrata de la protección social, que está deparando muchos despertares amargos, para encarar con ideas nuevas y más brío un futuro que será prometedor si hace las cosas bien o plagado de dificultades si permanece anclada en el pasado. El país escandinavo, sin embargo, no es el único en iniciar semejante giro de ciento ochenta grados en su forma de entender la economía. En Alemania, Angela Merkel ganó las elecciones con un programa similar al de la Alianza por Suecia, abandonando el intervencionismo del modelo económico alemán para acercarse a los postulados más liberales de los británicos o del Gobierno del PP en España. Se trata, por tanto, de una tendencia que recorre toda Europa, consciente de lo que se juega. La excepción es la España de Zapatero donde, si por el presidente del Gobierno y los partidos que le apoyan en el Parlamento fuera, estaríamos caminando en la dirección contraria mucho más deprisa de lo que ya lo estamos haciendo. La socialdemocracia en el mundo ha muerto de éxito. A ver si se entera Zapatero.

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