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Manuel Llamas

La falacia ecologista amenaza la sostenibilidad económica

Todo un éxito de los ecolojetas: el Gobierno acaba de dar un paso más en su intención de llevarnos de vuelta al mundo de las cavernas.

La economía se verá afectada negativamente por los efectos del cambio climático, según el Gobierno español. Sin embargo, oculta o, lo que es peor, ignora, que la amenaza que se cierne sobre la estabilidad del modelo productivo español no radica en la hipótesis de que las temperaturas del planeta suban dos grados centígrados, o incluso cuatro, de aquí a 2100, sino en la realidad política del plan estratégico que está a punto de aprobar el Ejecutivo para combatir el temido calentamiento global.

La Estrategia Española de Desarrollo Sostenible constituye un conjunto de medidas fiscales y regulatorias que afectarán a todo el tejido productivo de la sociedad. Desde la energía hasta el transporte, el turismo, la agricultura y, por supuesto, a los propios consumidores. Un proyecto integral, cuyo objetivo radica en modificar a gusto de la clase dirigente el modelo de crecimiento en base a las tesis catastrofistas inspiradas y fomentadas por el ecologismo. El sistema económico capitalista pretende ser sustituido por el sistema ecológico progresista.

Greenpeace está de enhorabuena. Ha encontrado en Zapatero un aliado fiel para combatir el capitalismo. El plan obligará a incorporar tecnologías limpias en todos los procesos productivos; potenciará el uso de los biocombustibles (factor esencial para comprender la subida que está experimentando hoy el precio de los alimentos); penalizará el uso del automóvil y el consumo excesivo de recursos, como el agua o la luz en los hogares; impondrá la agricultura ecológica, mucho más cara y costosa; impulsará la producción de energías renovables y extenderá a múltiples sectores el fracasado modelo de racionamiento de emisiones que establece Kyoto.

Pero más grave aún es la "revolución verde" que acaba de anunciar el Ejecutivo francés. Hasta el punto de proponer a la Unión Europea la aplicación de un impuesto con el que gravar todas las importaciones procedentes de los países que no respeten el famoso protocolo. Es decir, la inmensa mayoría de las economías del planeta. El costo que supondrá a nivel nacional el citado plan del PSOE en términos de eficiencia y productividad será astronómico, pero el perjuicio para las libertades individuales y la propiedad privada será aún mayor. Las banderas rojas que, años atrás, ondeaban en las plazas de las repúblicas ex soviéticas, bajo el manto de la coacción y la opresión comunistas, han sido sustituidas por las insignias verdes de un movimiento igual de utópico y peligroso: el ecologismo.

La clase política europea y, en especial, la española, no ha dudado en abrazar con fuerza una ideología que, tras la excusa de la protección medioambiental, oculta un nuevo intento por destruir el sistema capitalista. Y todo ello basándose en un supuesto consenso científico cuyas profecías apocalípticas se ha encargado de deslegitimar el paso del tiempo. Todo un éxito de los ecolojetas: el Gobierno acaba de dar un paso más en su intención de llevarnos de vuelta al mundo de las cavernas.

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