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Emilio J. González

Obama se quita la máscara

Todos los que pensaban que Obama iba a sacar al mundo de la crisis económica internacional tendrán que empezar a reflexionar sobre cómo la resuelven en sus países porque EEUU, más que ser la solución, puede convertirse en parte importante del problema.

A lo largo de la historia de Estados Unidos, los líderes carismáticos por lo general han sido malos gobernantes. Al basar sus políticas en su popularidad, no se han atrevido a tomar medidas que, aunque necesarias y positivas a medio y largo plazo, pudieran conllevar un desgaste de sus apoyos electorales. Obama, que ha ganado las últimas presidenciales gracias a su carisma, empieza a responder a estar ley no escrita. Por desgracia.

La solución de la crisis económica internacional pasa por muchas cosas, pero no precisamente por el proteccionismo. Todo lo que sea levantar barreras al comercio internacional lo único que va a conseguir va a ser prolongar las dificultades para el país que adopte semejante decisión y para todos aquellos que la sigan. Si esa nación es, además, la primera economía del mundo, la cosa es todavía mucho peor. Si alguien lo duda, no tiene más que repasar los acontecimientos que hicieron de la Gran Depresión la crisis económica más larga y profunda de la historia, afectando no sólo al país en el que se originó, Estados Unidos, sino a todo el mundo. Una de sus principales causas fue la política proteccionista que siguieron todos los países para responder a la crisis. Obama, con su decisión de poner barreras a las importaciones de acero a Estados Unidos, puede desencadenar un proceso similar.

No es que el acero sea una industria estratégica para todo el mundo; es que, con la decisión de proteger a este sector, Estados Unidos está mandando un mensaje muy negativo a los demás países, que ya empiezan a tomar nota y a considerar la necesidad de una respuesta de la misma índole. Por este camino, mal van a ir las cosas para todos. Pero es que además ese proteccionismo podría extenderse a otros sectores de la economía norteamericana. Obama acaba de dejar claro que es sensible a la presión del lobby siderúrgico y, por tanto, puede serlo también a los de otras industrias. ¿Qué va a impedir ahora a otros sectores castigados por la crisis, como el automovilístico, demandar medidas de la misma índole? ¿Será capaz el nuevo inquilino de la Casa Blanca de resistir esas presiones? Probablemente no porque, como empieza a demostrar, Obama no sólo está falto de ideas acerca de cómo resolver la crisis sino que se está dejando llevar por las propuestas más rancias del Partido Demócrata. En lugar de seguir defendiendo la libertad de comercio, como han hecho sus antecesores en el cargo –incluido el también demócrata Bill Clinton– Obama empieza a quitarse la máscara y dejar entrever quién es realmente el nuevo presidente de Estados Unidos y lo que piensa. Ese puede ser su gran error porque en cuanto empiece a levantar barreras proteccionistas, otros países van a seguir la misma política con respecto a los productos estadounidenses, empeorando aún más las cosas. En este sentido, Obama debería tener presente que su país sólo superó la Gran Depresión gracias al tirón exportador al que dio lugar la Segunda Guerra Mundial, no al New Deal de Roosevelt, que también era proteccionista e intervencionista a más no poder.

De seguir por este camino, Estados Unidos se va a complicar mucho las cosas y se las va a complicar al resto del mundo. El primer peligro es que sus medidas proteccionistas se generalicen a todos los Estados y para las importaciones de todas las nacionalidades. De ahí a que la crisis sea aún más larga y profunda de lo que ya lo es sólo hay un paso por desgracia muy pequeño. Pero además hay un segundo problema aún más grave si cabe. Desde hace años, Estados Unidos necesita financiarse con el ahorro del resto del mundo. De hecho, el 60% del ahorro internacional hasta ahora se ha invertido allí. Sin embargo, la crisis económica va a reducir ese ahorro, creando serios problemas de financiación a la principal economía del mundo, que pueden ser más graves aún si los países ahorradores se niegan a invertirlo en la economía norteamericana como represalia a su proteccionismo. En estas circunstancias, un país como Estados Unidos, que tiene el mayor déficit exterior del mundo en términos absolutos y cuyo déficit público se está disparando a pasos agigantados debido a los multimillonarios paquetes de ayudas públicas para salir de la crisis, puede pasarlo muy mal. La quiebra del Estado de California constituye, en este sentido, un serio aviso de lo que le puede llegar a suceder. Y lo malo es que si esto sucede en la primera economía del mundo –en la hasta ahora principal locomotora del crecimiento económico internacional– ¿qué va a pasar en los demás países? Mejor no pensarlo, porque se ponen los pelos de punta.

Todos aquellos que ingenuamente pensaban que Obama iba a sacar al mundo de la crisis económica internacional tendrán que empezar a reflexionar, a partir de ahora, sobre cómo la resuelven en sus respectivos países porque Estados Unidos, más que ser la solución, puede convertirse en una parte, y muy importante, del problema. Sólo en la mano de Obama está el evitarlo. La cuestión es si está dispuesto a hacerlo o si, por el contrario, va a seguir jugando a líder carismático en vez de a presidente eficaz.

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