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Emilio J. González

El peor presupuesto posible

No me extrañaría nada que asistamos a una crisis de la deuda; entiendo por tal que los inversores exijan primas de riesgo muy elevadas para suscribir bonos españoles y, con ello, se disparen los tipos de interés. Justo lo peor que nos podría ocurrir.

Posiblemente el Gobierno pensará que, aprobando los presupuestos en sábado, los españoles no van a enterarse del todo bien de que son, posiblemente, los peores posibles para la actual situación económica. Porque, por mucho que nos lo quieran vender a partir de ahora Zapatero y los suyos, el proyecto de presupuesto para 2010 es, con mucho, uno de los peores posibles.

De entrada, las previsiones de ingresos y gastos son irreales porque se establecen a partir del cuadro macroeconómico que el Gobierno aprobó el pasado verano, que ha quedado más que sobrepasado por la realidad, para peor. Si la economía va a caer este año y el próximo más de lo que dice el Ejecutivo, entonces la recaudación tributaria será menor de lo que estima Hacienda mientras que algunas partidas de gasto, como la de prestaciones por desempleo, serán mayores. Esto no supondría un problema demasiado serio de no ser por la filosofía que ha inspirado la elaboración del proyecto de cuentas públicas, que es la de gastar por gastar.

Todo presupuesto es la expresión política de las prioridades de un Gobierno, aunque, en este caso, más bien habría que referirse a las de su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, porque es él quien en realidad dirige la política económica de este país y así nos va. Pues bien, Zapatero sigue sin querer mirar a la realidad tal cual es y así el Consejo de Ministros ha aprobado un presupuesto con una marcada apuesta por incrementar el gasto público para, a través de él, tratar de superar la crisis. Craso error, como demuestra la historia de los dos últimos años, en los cuales ZP no ha hecho más que tirar de chequera y gastarse lo que tenía, y lo que no tenía, sin conseguir alterar para nada el curso de los acontecimientos excepto para dificultar todavía más la salida de la crisis a causa del tan fuerte como innecesario endeudamiento en que está incurriendo el Estado para financiar los caprichos y ocurrencias que manan de La Moncloa.

Dadas las circunstancias, y teniendo en cuenta que el Gobierno ha tenido que aprobar una ayuda extraordinaria para los cientos de miles de personas que están agotando su prestación por desempleo, lo más lógico habría sido proceder a reordenar el gasto público y prescindir de todas aquellas partidas innecesarias con el fin, por un lado, de dotarse de margen para seguir atendiendo a quienes se queden sin nada y, por otro, para reducir lo antes posible tanto el déficit público como el nivel de deuda, visto que después de tantos miles de millones de euros como lleva gastados el Ejecutivo las cosas siguen igual, si no peor. Porque el resultado de tanto emitir deuda y de tanto acudir al crédito bancario es que los préstamos al sector privado brillan por su ausencia cuando resultan tan necesarios para reactivar una economía como la española, tan dependiente de la inversión empresarial y el consumo de los hogares. Y, lo que es peor, con un escenario de tipos de interés al alza el año que viene y con el BCE planteándose ya la retirada de tanto dinero como puso en circulación para afrontar la crisis financiera internacional, va a ser más que difícil que el Tesoro pueda encontrar financiación barata y abundante para tanta deuda como está emitiendo y como tendrá que emitir en 2010. No me extrañaría nada que en el próximo ejercicio asistiéramos en España a una crisis de la deuda; entiendo por tal que los inversores empiece a exigir primas de riesgo muy elevadas para suscribir bonos españoles y, con ello, se disparen los tipos de interés. Justo lo peor que nos podría ocurrir.

Para empeorar las cosas aún más si cabe, Zapatero no sólo insiste en gastar más sino que, además, para poder hacerlo, ha decidido subir los impuestos. Otro gran error que nos va a costar que la crisis sea más profunda y duradera y que se lleve de por medio todavía a más empresas y a más puestos de trabajo de los que ya han desaparecido o se van a destruir en los próximos meses y años. La subida del IVA implica la reducción del poder adquisitivo de los salarios, con lo que el consumo se va a resentir y, por tanto, también las cuentas de las empresas y los puestos de trabajo. Además, esa subida supone un incremento de los precios a la que los sindicatos tratarán de adaptar los salarios el año próximo, creando todavía más problemas porque lo que hace falta ahora es que todo el mundo se apriete el cinturón y que los sueldos crezcan de forma moderada, o se congelen, para que las empresas puedan sobrevivir y mantener el empleo que generan.

A su vez, la supresión de la deducción de los 400 euros en el IRPF es lógica porque se trata de una medida electoralista que el Gobierno nunca debió aprobar. En cambio, el incremento de la tributación de las rentas de capital es una medida cuando menos surrealista, porque con ella apenas va a incrementarse la recaudación tributaria a corto plazo y, de hecho, se va a perder a medio plazo porque todo el que pueda va a llevarse sus ahorros fuera de nuestro país. Pero como este es un Gobierno demagogo y populista quiere vender con ello que los ricos van a pagar más impuestos para tratar de contentar a su base electoral, una base que confía cada vez menos en la capacidad de ZP para sacarnos de la crisis.

En definitiva, pocos presupuestos podría haber peores que el que ha preparado el Gobierno para 2010: tanto en sí mismos como por el contexto económico en el que tienen que ejecutarse, un contexto que demanda justo lo contrario de lo que está haciendo ZP.

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