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Emilio J. González

La segunda oleada de la crisis

El déficit público importa, y mucho, porque su financiación se come los recursos que deben ir destinados a otros fines más adecuados para suavizar la crisis, primero, y salir de ella, después.

Jordi Sevilla tiene toda la razón del mundo cuando dice que para que el paro en España vuelva a situarse en tasas del 8% hace falta una reforma laboral. Pero se equivoca de plano en dos cuestiones: en pensar que ese nivel de desempleo puede alcanzarse en 2014 y en que, según él, no hay que obsesionarse con el déficit. En realidad, el estado de las cuentas públicas va a ser un elemento clave o bien para la recuperación económica o bien para agravar la crisis, pero tal y como está haciendo las cosas el Gobierno, con los ingresos tributarios previstos para el año próximo sobrevalorados en más de un 30%, según advierte la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), lo más probable es que ocurra lo segundo.

Ingresos sobrevalorados implican que el déficit previsto por el Gobierno no es más que papel mojado, que una cifra para tratar de enmascarar la dura realidad de la situación patrimonial del Estado, mucho peor de lo que hasta ahora se nos viene diciendo. Es decir, que el déficit va a ser más grande que lo que nos están contando y que va a haber que emitir más deuda pública de lo que dicen para financiarlo. Y aquí está el problema. ¿Por qué? Porque junto a esas masivas emisiones, a partir de marzo va a haber que realizar otras para renovar la deuda pública que ha emitido este año, que ha tenido que colocarla en títulos a corto plazo porque los mercados no están ahora para financiar nada a medio y largo plazo y mucho menos a países que empiezan a resultar tan sospechosos como España. ¿A quién se le va a vender esa deuda? Pues probablemente a nadie por la simple y sencilla razón de que, en 2010, el dinero va a escasear por todas partes. Son muchos, y muy importantes, los países que tienen que financiar elevados déficit públicos, pero también son naciones con más credibilidad que la España de Zapatero porque los Sarkozy, Merkel y demás están haciendo las cosas razonablemente bien mientras que aquí no damos una a derechas ni por equivocación, sobre todo porque ZP se empeña en que esto es una crisis de demanda que se resuelve con más gasto público cuando, en realidad, se trata de una crisis de oferta que se soluciona con menos déficit, menos impuestos y más reformas estructurales. Así es que nuestros vecinos comunitarios están mejor considerados que nosotros en los mercados financieros y serán quienes se lleven el gato al agua.

Para complicar más las cosas, el año próximo puede producirse en España la segunda oleada de la crisis, de la mano de las entidades crediticias. Hoy por hoy, todas ellas están tocadas, en mayor o menor grado, como consecuencia de la crisis financiera internacional y del estallido de la burbuja inmobiliaria patria. Pero, hasta ahora, más o menos van capeando el temporal porque en los mercados financieros abundan los recursos después de que la Reserva Federal estadounidense, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra, le dieran sin parar a la máquina de imprimir billetes. Sin embargo, el año que viene, las autoridades monetarias van a empezar a retirar toda esa liquidez tan excesiva con la que han inundando los mercados. Entonces los recursos van a empezar a escasear para todos y quien no haya aprovechado este periodo para sanear su balance las va a pasar canutas. Es el caso de bastantes cajas de ahorros, que siguen sin hacer sus deberes porque, entre los políticos regionales, el Banco de España y el Gobierno de Zapatero, la casa sigue sin barrer y la porquería que ya se acumula es mucha. Así, no es de extrañar que surjan poco a poco voces pidiendo lo que se tenía que haber hecho desde un principio, esto es, dejar caer a aquellas cajas de ahorros que no puedan sobrevivir por sí mismas. Y es que en el mundo financiero español se sabe de sobra que el año que viene van a venir muy duras: el dinero en el mercado para financiarse va a ser escaso y el Ejecutivo se las va a ver y se las va a desear para colocar la deuda pública con la que pretende financiar las operaciones de salvamento del FROB. En estas circunstancias, bancos y cajas van a tener cada vez más difícil encontrar dinero para financiar sus actividades y, sobre todo, para seguir refinanciando los créditos al sector inmobiliario. Lo cual quiere decir que se avecina una segunda oleada de quiebras y suspensiones de pagos en el sector, que afectará a los bancos y cajas de ahorros y, por tanto, al crédito disponible en nuestro país. Y eso ya se sabe lo que implica: nueva caída en la recesión, más paro, menos ingresos presupuestarios y más gasto público y España al borde de la argentinización, que es lo mismo que decir del abismo financiero y la suspensión de pagos.

En consecuencia, el déficit público importa, y mucho, porque su financiación se come los recursos que deben ir destinados a otros fines más adecuados para suavizar la crisis, primero, y salir de ella, después. Y todo ello requiere claridad en las cuentas públicas y verdadera austeridad en el gasto. Con Zapatero, por lo visto, esto es imposible. Él sigue empeñado en tirar el dinero y en falsear la realidad, esta vez presupuestaria, para que nadie le pueda criticar mientras espera que la recuperación le caiga del cielo, porque si es por su política, ya podemos prepararnos para varios lustros de crisis. Por tanto, hablar de recuperación para 2014, por desgracia, es un sueño imposible, por mucha reforma laboral que haya, que es del todo punto necesaria, como no se empiecen a enderezar, y pronto, las condiciones financieras de nuestro país, las públicas y las privadas, dejando que quiebre quien tenga que quebrar, porque lo que se nos viene encima es la segunda oleada de la crisis, que puede ser terrorífica.

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