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Emilio J. González

Obsesión recaudatoria, obsesión por el gasto

A ZP sólo le preocupa que esa medida sea impopular. De ahí ese ejercicio de cinismo de decir que el incremento del IVA es para pagar el desempleo. No señor, es para financiar sus caprichos porque está obsesionado con gastar.

Este Gobierno no da una en política económica ni por casualidad. Es más, cada medida nueva que saca adelante es un error aún mayor que los anteriores al levantar nuevos obstáculos a la salida de la crisis. ¿El más reciente? La subida del IVA que entrará en vigor en los próximos meses. Zapatero no se ha parado a pensar en las nefastas consecuencias que va a tener para los españoles, tan sólo en que es impopular y, para quitarle hierro, ha hecho un ejercicio de cinismo argumentado que esos recursos se destinarán al pago de las prestaciones por desempleo. Hace falta tener cara dura para decir semejante cosa cuando la mayor parte de la responsabilidad del problema del paro y de su enorme gravedad recae en ZP y sus políticas.

¿Dónde está la raíz del problema? En parte, en la necesidad de una reforma laboral que Zapatero no quiere acometer; en parte, en la disparatada política de gasto público del presidente. ZP dice que sin la subida del IVA no hay dinero suficiente para pagar las prestaciones por desempleo. Pues si se dejara de andar por el mundo regalando millones a diestro y siniestro para planes tan disparatados como, por ejemplo, plantar árboles en Afganistán, apoyar a los gays y lesbianas de Zimbabue o levantar monumentos a su ego –como la cúpula de Barceló en la sede de Naciones Unidas en Ginebra– habría dinero más que de sobra para pagar dichas prestaciones. El presidente, por desgracia, no quiere renunciar a ir por el mundo tirando de chequera con la misma alegría con que lo hace un nuevo rico, para exhibirse más presuntuoso que un pavo real en época de cortejo. Con un poco más de modestia por su parte, tendría los recursos para financiar el desempleo. Y lo mismo vale para el dinero que está dilapidando en las sucesivas versiones del Plan E, en ‘comprar’ a los sindicatos y en todas esas ocurrencias que se le pasan por la cabeza y lleva a la práctica. Es más, si no hubiera malgastado los recursos presupuestarios de esa manera, el déficit público sería menor y la partida de intereses de la deuda no habría ascendido hasta los 23.000 millones de euros anuales en que se encuentra en estos momentos. ¿Cuántas prestaciones por desempleo se pagarían con ese dinero? Muchísimas. ¿Y con el dinero que se transfiere a las autonomías para que lo derrochen con más alegría que un sevillano en la feria?

Todo lo anterior, en el fondo, no son más que las verdades del barquero, a las que Zapatero no quiere prestar la menor atención porque a él lo que le pone es tirar de presupuesto para todo. El resultado es un déficit público de dos dígitos cuya financiación se está llevando todos los recursos de los bancos y las cajas de ahorros, lo cual provoca que el crédito para las familias, los autónomos y las empresas brille por su ausencia. Así no es extraño que la crisis continúe, que sigan las suspensiones de pagos y que las compañías y los autónomos estén financieramente ahogados. Todo se lo lleva la insaciabilidad de gasto de ZP, condenando a las empresas y a los autónomos a desaparecer, a los trabajadores a perder su puesto y a las legiones de parados a la desesperanza porque no ven una oportunidad de empleo ni por asomo. Esto es lo que se conoce en la literatura económica como ‘efecto expulsión’, es decir, la financiación del déficit ‘expulsa’ a quienes crean empleo y a quienes deben protagonizar la recuperación económica del acceso a los recursos financieros del país. ¿Cuántas personas están sin trabajo a cuenta de la sequía crediticia que impone ZP para seguir pagando sus ocurrencias? Cientos de miles, por no decir millones. De no ser así, no habría tantos parados, habría más esperanzas de recuperación y no habría que plantearse algo tan absurdo con la que está cayendo como la subida del IVA. Porque, no nos llamemos a engaño, dicho incremento va a retrasar la recuperación, ya que va a frenar el consumo y la inversión empresarial, de modo que, aparte de empobrecer a los españoles, parte de la subida la van a acabar asumiendo unas empresas que ya están en situación delicada. Y eso suponiendo que los sindicatos, a raíz del impacto del IVA sobre la inflación, no vengan ahora con la cantinela esa de la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores, lo cual ya sería dar definitivamente la puntilla a lo poco que queda de la economía española y su competitividad. En cualquier caso, ese freno al consumo y a la inversión puede traducirse en una pérdida de recaudación tributaria que afecte a todos los impuestos, mayor incluso que las ganancias temporales que puedan derivarse de la subida del IVA, en cuyo supuesto se habrá agravado la situación presupuestaria y la de la propia economía.

A Zapatero, sin embargo, todo esto le da lo mismo. Él sigue a lo suyo, que es gastar y gastar sin límites y como no quiere abandonar el juguete presupuestario, pues subida del IVA que te cayó, sin importarle las consecuencias adversas de semejante medida. A ZP sólo le preocupa que esa medida sea impopular. De ahí ese ejercicio de cinismo de decir que el incremento del IVA es para pagar el desempleo. No señor, es para financiar sus caprichos porque está obsesionado con gastar y, por tanto, con incrementar la tributación.

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