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Emilio J. González

Un Plan A para la economía

Al dedicarse ZP a tirar el dinero como lo ha venido haciendo desde que llegó al poder, ha dejado al presupuesto sin margen de maniobra para acometer cualquier otra política que no sea la de un ajuste drástico de las cuentas públicas.

En las últimas semanas están surgiendo voces y más voces que piden un 'Plan B' para la economía. Primero fue el Banco de España y después todo un número creciente de expertos. Lo que se necesita, sin embargo, es un 'Plan A'. ¿Por qué?

La denominación 'Plan B' sugiere que ya se ha puesto en marcha una estrategia de política económica para superar la crisis, lo cual, hoy por hoy, no es el caso. Llevamos tres años sin medidas eficaces para contener la que nos está cayendo encima y para revertir su curso porque Zapatero se empeñó en negar la crisis por razones electorales, porque no sabe lo que hacer y porque, a pesar de todo lo que está sucediendo, a pesar de los cuatro millones y medio de españoles que ya no tienen trabajo, a ZP la economía sigue importándole un pimiento. El presidente del Gobierno decía recientemente que le faltaban recursos para desarrollar por completo su programa político, como si ya no hubiera dilapidado bastantes en ello. Y es que eso es lo que realmente le preocupa, no la realidad de una economía a la que está dejando como un solar a fuer de no hacer nada por ella, excepto tratar de engañar a unos y otros con promesas que no tiene la menor intención de cumplir y con datos y previsiones que ya nadie se cree. Y los tiempos no están, precisamente, como para permanecer de brazos cruzados indefinidamente.

Cuando se inició la crisis, el debate entre los analistas era de si iba a tener forma de ‘V’ o de ‘L’. Hoy todo apunta a que va a tener un perfil de ‘W’. ¿Qué quiere decir esto? Que después de estimular artificialmente el crédito a base de malgastar miles y miles de millones del dinero de los contribuyentes en los países occidentales, España incluida, en lugar de apostar por una política de reformas, ahora viene la realidad golpeando con dureza en forma de desaceleración de la economía internacional, que puede volver a recaer en la recesión. En España, al menos esto es lo que ya está sucediendo y las perspectivas para cuando se supere son de un crecimiento sin pulso. En estas circunstancias, ni se reducirá el paro, sino todo lo contrario; ni se rebajará el déficit, lo cual es del todo punto necesario para que la financiación que absorben los disparates presupuestarios del Gobierno se destine al sector privado para que invierta y consuma. El Ejecutivo, sin embargo, sigue ajeno a esta realidad y el proyecto de presupuestos que ha preparado para 2011 responde más a las prioridades políticas de Zapatero que a la necesidad de proceder a ese ajuste con todas las de la ley que demanda la gravedad de la situación actual. Es más, al dedicarse ZP a tirar el dinero como lo ha venido haciendo desde que llegó al poder, pero sobre todo desde que se desencadenó la crisis, ha dejado al presupuesto sin margen de maniobra para acometer cualquier otra política que no sea la de un ajuste drástico de las cuentas públicas. Si el presidente del Gobierno hubiera optado por bajar impuestos, hoy habría más actividad económica, más empleo, más recaudación tributaria, menos déficit y menos problemas. Sin embargo, el inquilino de La Moncloa prefirió dedicarse a jugar a ser Roosevelt en versión cañí y montar un ‘New Deal’ a la española y en vez de solucionar las cosas, las ha agravado todavía más. Así es que el ‘Plan A’ que necesita la economía española tiene que pasar necesariamente por el saneamiento de las cuentas públicas de una vez por todas.

Para complicar más las cosas, cada vez más analistas señalan la posibilidad de que se produzca una segunda oleada de nuestra particular crisis bancaria en forma de nuevos aumentos de la morosidad, cuando todavía el sector sigue sin reestructurarse, en especial en lo concerniente a las cajas de ahorros. Y ese sí que es un problema serio porque con una economía tan debilitada como la nuestra, las entidades crediticias carecen de recursos para afrontarlo porque ya han empleado contra la primera oleada toda la munición de que disponían y ya se han quedado sin ella. Lo cual quiere decir que, en el peor de los casos, se puede originar toda una cadena de quiebras y suspensiones de pagos de entidades financieras y, en el mejor, que el crédito siga sin fluir.

¿Cómo se soluciona esto? Con las medidas necesarias para que las empresas sigan pudiendo funcionar y para que se pueda crear empleo y mantener el existente. De esta forma, todo el mundo podrá seguir pagando sus deudas y la posibilidad de una segunda oleada de la crisis financiera perderá mucha fuerza. Pero para ello es preciso acometer reformas de las que Zapatero no quiere oír ni hablar y proceder a un ajuste presupuestario que ZP no quiere hacer. Lo cual implica poner en marcha un 'Plan A', no un 'Plan B', porque supone dar un giro de ciento ochenta grados a la forma en la que el Gobierno está afrontando la crisis, debido a la cual no existe estrategia alguna para superarla.

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