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Emilio J. González

¿Remonta el vuelo la economía española?

Lo peor de la crisis podría haber pasado ya, con permiso del sector financiero y de las cuentas públicas, pero el haber tocado fondo no implica necesariamente que ahora toque subir.

Este Gobierno necesita pocas excusas para empezar a mandar mensajes optimistas acerca de la próxima evolución de la economía española. El último en hacerlo ha sido el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, quien ha adelantado que la actividad productiva en nuestro país cayó el 0,2% en 2010, lo que le ha servido para afirmar que el ajuste ya se ha producido en gran medida y que en breve alcanzaremos un ritmo de crecimiento de entre el 2% y el 3%. A todos nos gustaría que así fuera, porque ello supondría que el grave problema del paro comenzaría a resolverse y, con él y junto a él, el del déficit público. Lo malo es que los datos disponibles en estos momentos, y las estimaciones que se pueden derivar de ellos, no avalan, precisamente, ese optimismo del que hace gala el señor Campa.

La primera cuestión es que para que la economía española crezca, el consumo se tiene que recuperar. Sin embargo, hay varios factores importantes que juegan en su contra. Para empezar, empleo y gasto de los hogares van intrínsecamente unidos, pero por muy optimista que se muestre el señor Campa, crear puestos de trabajo no va a ser tan sencillo, sobre todo cuando la economía española tiene que recuperar competitividad para exportar más. Se podría crear empleo si hubiera una verdadera reforma laboral, que no es el caso; si las empresas tuvieran financiación, que tampoco lo es, y si los demás costes empresariales estuvieran contenidos, que tampoco, porque los energéticos se están disparando como consecuencia de las subidas de la luz y el petróleo. En este contexto, para poder generar puestos de trabajo es preciso que los salarios se moderen, o incluso que caigan, algo que dudo que los sindicatos estén dispuestos a asumir. Luego cabe concluir que una cosa es que la recesión haya terminado y otra muy distinta que, a partir de ahora, el paro vaya a reducirse. Y si el paro no se reduce y/o los sueldos no suben, difícilmente se va a recuperar el gasto familiar.

La reactivación del consumo, además, depende de otros factores que afectan al poder adquisitivo de los hogares, el cual, lejos de aumentar, está yendo a menos como consecuencia de las subidas de impuestos aprobadas por el Gobierno. Además, y para complicar más las cosas, el precio del petróleo está volviendo a subir y, con él, el de otros muchos bienes, empezando por los alimentos, mermando, de esta forma, la capacidad de compra de los españoles. Y, por si no bastara con ello, el Euribor también ha retomado la senda alcista, encareciendo las hipotecas y reduciendo, de esta forma, las posibilidades de consumo de los ciudadanos. Es más, es bastante razonable pensar que el Euribor vaya a seguir subiendo en los próximos meses como consecuencia las previsibles subidas de los tipos de interés que puede llevar a cabo este año el Banco Central Europeo para impedir que tanto el precio del petróleo como la fortaleza de la economía alemana generen tensiones inflacionistas. Los tiempos en los que el BCE podía ser condescendiente con países en dificultades, como España, han terminado y ahora toca lo que toca, que implica, entre otras cosas, nuevas subidas de la letra del piso y, con ellas, más agobios para los ya de por sí sufridos españoles.

De esta forma, nos encontramos, por un lado, con presiones bajistas sobre los salarios y, por otro, con tensiones alcistas en los precios, los tipos de interés y las hipotecas. La conjunción de ambos factores lleva necesariamente a socavar la capacidad de gasto de las familias. Dicho de otra forma, de esta crisis los españoles vamos a salir muy pobres y, encima, con el cinturón ya muy apretado por la necesidad de devolver todas las deudas en las que han incurrido muchas familias. Vamos, que la recuperación del consumo no se ve por ningún sitio ni, tampoco, la de la fortaleza del crecimiento ni la de la generación de empleo.

Incluso si nos ponemos en un escenario optimista, muy optimista, como los que le gusta al Gobierno, la reactivación del consumo dista mucho de ser una garantía de recuperación económica y del empleo. Los datos muestran que, en cuanto empieza a crecer el gasto familiar, empiezan a incrementarse las importaciones lo que, además de volver a agravar nuestros ya de por sí duros problemas de balanza de pagos, supone que ese empleo que podría generar la demanda interna en realidad se crea en aquellos países en los que adquirimos bienes y servicios.

Así las cosas, hoy por hoy resulta bastante difícil pensar en una pronta recuperación económica y del empleo, por mucho que el señor Campa quiera hacernos creer lo contrario. Lo peor de la crisis podría haber pasado ya, con permiso del sector financiero y de las cuentas públicas, pero el haber tocado fondo no implica necesariamente que ahora toque subir, sobre todo cuando, en contra de lo que dice el señor Campa, las grandes reformas económicas que necesita este país siguen en el tintero, los problemas de fondo continúan sin resolverse, el ajuste de la vivienda todavía está pendiente, el crédito va a tardar mucho en circular con fluidez y en lugar de promover las iniciativas privadas, al empresario se le demoniza una y otra vez. Me temo, señor Campa, que todavía tenemos problemas para rato.

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