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Los trucos del discurso de Escrivá: el sistema es "sostenible"... si 'quitamos' 10 años a cada pensionista

El ministro de Seguridad Social descalifica las previsiones más "alarmistas", pero anticipa medidas que confirman que esas previsiones son correctas.

El ministro de Seguridad Social descalifica las previsiones más "alarmistas", pero anticipa medidas que confirman que esas previsiones son correctas.
El ministro de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, José Luis Escrivá, la semana pasada, en el Congreso. | EFE

José Luis Escrivá está muy enfadado con los "alarmistas". Por eso, el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones dedicó, este jueves, buena parte de su comparecencia ante la Comisión del Pacto de Toledo a intentar refutar el mensaje de que las pensiones españolas estén en peligro. Habló de una "catarata" de malas noticias sobre el sistema de la Seguridad Social y conminó a los participantes en la Comisión a "eliminar la incertidumbre" que generan las mismas.

Por una parte, es lógico que su mensaje sea optimista. Para eso, entre otras cosas, le han nombrado ministro: para trasladar a la opinión pública la idea de que las cosas no son tan graves y que todo se solucionará con pequeños ajustes. El problema es que ese optimismo se basa en un discurso repleto de trucos y trampas retóricas. ¿El sistema actual está en riesgo? "No", dice Escrivá… "si tomamos algunas pequeñas medidas". Y sí, en parte tiene razón al decir esto: lo que oculta es que, si tomamos esas "pequeñas medidas", entonces el sistema ya no es el actual.

Es verdad que estas tretas retóricas no son completamente nuevas. Los que antecedieron a Escrivá, en el PP y en el PSOE (y también entre los miembros del Pacto de Toledo) usaron añagazas parecidas. El ministro puede alegar que son, simplemente, política. También es cierto que son esos mismos políticos los que piden e tratar como adultos a sus ciudadanos, pero luego no se atreven a explicar las consecuencias reales de sus políticas.

1. Bajo la alfombra del Presupuesto

El primer truco de Escrivá es el más recurrente. De hecho, podríamos decir que es el único punto en el que todos los miembros de la Comisión del Pacto de Toledo están de acuerdo. Se trata de la famosa "separación de fuentes de financiación". En opinión del ministro "estamos trasladando la idea de que el déficit está sobre todo en la Seguridad Social", cuando eso no es cierto: "Se ha sobrecargado al organismo con gastos impropios y merma de ingresos". Por eso, en su opinión, se ha producido "un déficit contable", que no real, y estamos alarmando de forma innecesaria a los pensionistas.

O lo que es lo mismo: hay que sacar gastos del Presupuesto de la Seguridad Social y pagarlos con el Presupuesto del resto de los ministerios. Y también, si se puede, generar más ingresos para el organismo que paga las pensiones.

Esto lo hemos comentado en Libre Mercado en varias ocasiones (por ejemplo, aquí y aquí). Como herramienta de organización contable, puede tener su sentido. Pero es, simplemente, una cuestión de técnica presupuestaria. Porque no cambiaría nada de nada. La ficción de las cotizaciones, los impuestos o las cajas separadas no deja de ser una ficción. El Estado español no tiene cajas separadas. Lo que tiene son unos ingresos que le llegan vía impuestos (y las cotizaciones son un impuesto) y unos gastos (y las pensiones son un gasto igual que los demás).

Esto lo explicó muy bien en su momento, también en el Congreso, Cristóbal Montoro: cambiar la forma en la que se presenta a la opinión pública el Presupuesto no tiene ningún efecto en la sostenibilidad del sistema. Las pensiones se seguirán pagando si el Estado tiene ingresos suficientes para ello: les podemos llamar "cotizaciones" o "tributación ambiental solidaria", pero al final lo importante es si esos ingresos llegan o no.

Y también da igual si a los gastos les llamamos "pensión no contributiva" o "ayuda social por renta baja"; o si lo paga la Seguridad Social o el Ministerio de Trabajo. El gasto es el mismo y el dinero hay que sacarlo de alguna parte. Que le pregunten a los jubilados griegos de qué dependían sus pensiones: de la solvencia de su país, no del reparto de las partidas presupuestarias entre departamentos.

Entonces, ¿cuál es la idea de Escrivá, de sus antecesores y del Pacto de Toledo? ¿Por qué este empeño con la "separación de fuentes" y meter los números rojos actuales bajo la alfombra del Presupuesto del Estado? Lo que quieren es que los titulares ya no digan "La Seguridad Social tiene un déficit del 1,5% del PIB y el Estado del 1,5% del PIB". En su lugar, dirán "La Seguridad Social, en equilibrio presupuestario mientras el Estado tiene un déficit del 3%". Bien, es posible que los titulares puedan cambiar… pero la realidad y la sostenibilidad del sistema no lo harán. Seguirán siendo exactamente las mismas (para bien y para mal).

Además, este manejo contable tendría más sentido si los que lo proponen añadiesen un listado de gastos de otros ministerios, por valor de 18.000-20.000 millones (más o menos el déficit que quieren trasladar de la Seguridad Social al Presupuesto general), que eliminarían. O, al contrario, de impuestos que subirían en esa misma cifra. Esto sí sería honesto. Complicado desde un punto de vista político, pero honesto. Si no lo hacen (y nunca lo hacen), no deja de ser una trampa y facilona: pues claro que se puede eliminar el déficit de las pensiones haciendo que otro Ministerio lo asuma… pero es que decir eso es como no decir nada.

2. El catastrofismo y los diez años

Las dos principales medidas que Escrivá apuntó el pasado jueves fueron: (1) incentivar los planes de pensiones de empresa a cambio de eliminar algunas de las ventajas fiscales que tienen ahora los planes individuales (lo planteó como si las dos cosas fueran incompatibles, cosa que no es cierta); y (2) retrasar la edad efectiva de jubilación.

En este último punto, se explayó, disparando en todas las direcciones:

  • "Muchos de esos estudios que alarman a los pensionistas no tienen en cuenta el efecto de la normativa actual en la edad efectiva de jubilación"
  • Tenemos que incluir "incentivos para trabajar más y desincentivos para las jubilaciones anticipadas. Incentivos de demora, para la jubilación activa… Hay muchas posibilidades, pero poco utilizadas"
  • "Esta es una palanca enorme para resolver el problema"

Aquí el ministro tiene toda la razón. Por cada año que retrasemos la edad efectiva de jubilación, el déficit decrece. Y lo hace por dos vías diferentes: tienes un trabajador cotizando un año más y un pensionista que cobra un año menos. Es pura lógica matemática.

Lo que no está tan claro es que esto entre en contradicción con el discurso que él llama "catastrofista". De hecho, al contrario, parece más bien confirmar este discurso.

Con el sistema actual, España tiene una edad real y legal de jubilación entre las más bajas de los países ricos (aquí, los gráficos comparativos de la OCDE). A pesar de la reforma de 2011, la edad media real a la que los españoles nos jubilamos sigue sin llegar a los 65 años. Además, tenemos una tasa de empleo entre las personas de 50-65 años que está entre las más bajas de los grandes países de la UE.

Y en lo que hace referencia a la edad "legal", también hay una pequeña confusión: es verdad que la reforma de 2011 impuso una edad teórica de 67 años; pero aquellos trabajadores que acumulen 38,5 años cotizados podrán seguir jubilándose a los 65 años. Es decir, cualquier persona que comience a trabajar a los 26-27 años y se mantenga dentro del mercado laboral sin interrupciones, se jubilará con el 100% de la pensión a los 65 años.

Con esto en la cabeza, el planteamiento de Escrivá tiene más sentido. Si penalizamos la jubilación anticipada, incrementamos la tasa de actividad de las personas mayores de 50 años, retrasamos la edad de jubilación y empujamos a los pensionistas a compaginar empleo y pensión… ¿es cierto que si hacemos todo esto solucionamos buena parte del déficit actual? Sí, es cierto.

Pero eso es lo mismo que dicen los "catastrofistas". Si a una persona que hasta ahora pensaba jubilarse a los 62 años le obligas a jubilarse a los 67, en cierto sentido le estás quitando 10 años de derechos: tiene que pagar cotizaciones durante cinco años más para recibir una pensión durante cinco años menos. ¿Sostenibilidad del sistema? Por supuesto; pero a cambio de empeorar mucho las condiciones del mismo. ¿Es necesario hacerlo? Probablemente; pero no digamos que no cambia nada o que el que lo denuncia es un "alarmista".

De hecho, cuando se dice que la tasa de sustitución (relación pensión media/salario medio) no caerá tanto como a veces se pronostica, también habría que explicar cómo se relaciona este punto con de la edad real de jubilación. Lo explicamos con un ejemplo para que se vea bien lo que queremos decir: ahora la tasa de sustitución está cerca del 80% para los nuevos jubilados (por encima para los de régimen general) y la edad media de jubilación es de 64 años. Podemos decir "la tasa de sustitución seguirá en el 80%... pero la edad media de jubilación pasa a los 72 años". Y sí, en este caso, la pensión que se cobra cada mes sigue manteniendo su equilibrio con los salarios. Pero está claro que la situación general del pensionista no es la misma.

Y, por cierto, la tasa de sustitución caerá con o sin retraso de la edad de jubilación. La clave es cuánto caerá, no si lo hará.

Pensemos en Francia y en la huelga que ha puesto en jaque a Emmanuel Macron en los últimos dos meses: la clave no era sólo el cambio al sistema de puntos, sino, mucho más relevante, el hecho de que esto iba a obligar a millones de ciudadanos galos a retrasar su edad de jubilación, que está entre las más tempranas del mundo: los franceses tienen muy claro que esto es una ruptura de las promesas previas que les hicieron. Y algo parecido ocurrió en su momento en Grecia.

3. Quiebras del pasado y del futuro

Lo apuntado sobre la edad de jubilación tiene mucho que ver con el análisis del pasado que hace Escrivá. El jueves, el ministro atacó con dureza a aquellos que, en los últimos 20-30 años, han realizado previsiones pesimistas sobre las pensiones. Incluso, cuestionó sus motivos e insinuó que lo habían hecho para complacer a los que pagaban esos estudios. En su opinión, los mismos que se equivocaban en los noventa hablando de un déficit disparado en 2020, son los que ahora dicen que no habrá dinero en 2040.

¿Cuál es el truco aquí? Ignorar las reformas de las pensiones que se han sucedido desde los noventa y que no sólo confirman lo que decían aquellos estudios, sino que son la mejor prueba de su validez. En el último cuarto de siglo, se han modificado en sucesivas ocasiones las reglas que permiten el acceso al sistema (edad de jubilación, años para el cálculo de la base, años cotizados para cobrar el 100% de la pensión) y siempre lo han hecho para recortar las prestaciones. Y por eso, el sistema ahora es todavía sostenible.

Es decir, imaginemos, en el año 1995, a un experto en pensiones que hubiera dicho: "O hacemos varias reformas que recorten el gasto y los derechos de los futuros pensionistas en un 20%... o el sistema colapsará".

¿Tenía razón este experto desde nuestra perspectiva de 2020? A primera vista, podría parecer que no. Porque el sistema, como apunta Escrivá, no ha colapsado. Pues claro que no ha colapsado… y no lo ha hecho ¡porque se han aprobado esas reformas que han recortado los derechos de los futuros pensionistas.

La Seguridad Social ha quebrado en numerosas ocasiones en los últimos cuarenta años. No son quiebras totales, en las que el organismo diga "No pago más pensiones". Son quiebras parciales que los políticos llaman "reformas". Consisten en decirle al pensionista: "Con las reglas pasadas ibas a cobrar 100 durante 25 años; a partir de ahora, con la misma cotización, cobrarás 90 durante 22".

Y esto es lo mismo que, en el fondo, propone Escrivá cuando habla de retrasar la edad de jubilación. Eso sí, el ministro habla de "sostenibilidad" y asegura que denominar a esto "quiebra parcial" es "catastrofismo". Bien, es una mera discusión retórica. Al final, la realidad para los jubilados del futuro será la misma: cotizarán más años para cobrar durante menos tiempo.

4. Los silencios

Pero si algunos anuncios fueron llamativos, también los silencios del ministro dejaron grandes dudas sobre sus planes en el futuro a medio plazo.

Por ejemplo, no dijo nada (más allá de la cuestión de la edad de jubilación que ya hemos visto) sobre posibles nuevas reformas paramétricas similares a las aprobadas en la reforma de 2011 por el PSOE y que recortaban las prestaciones, como admitía el propio Escrivá en su etapa en la AIReF, mucho más que las reformas del PP de 2013. Aquí los interrogantes se acumulan sobre las tres cuestiones clave:

  • Edad legal de jubilación: ¿seguirá en los 67 años? ¿Con los mismos requisitos que ahora? ¿Y para jubilarnos a los 65 años: qué requisitos habrá?
  • Años para el cálculo de la base: ¿seguirán siendo los 25 años de la reforma de 2011? ¿O pasaremos a toda la vida laboral? Esto se vende como "más justo", pero supondría un recorte de la primera pensión para más del 90% de los futuros pensionistas.
  • Años cotizados para cobrar el 100% de la base: ¿se mantendrán los límites actuales?

Sobre esto, Escrivá no dijo nada este jueves. Y es importante tenerlo en cuenta porque las condiciones de acceso al sistema son la clave sobre la que gira la generosidad del mismo. Por ejemplo, la edad legal teórica puede seguir estando en los 67 años. La pregunta es "¿Me podré jubilar a esa edad en las mismas condiciones que ahora?". En muchos países europeos se está recurriendo a este truco: se les dice a los trabajadores "La edad legal no cambia, pero para cobrar lo que esperabas tienes que jubilarte a los 70". En resumen, la edad sí cambia de forma efectiva… aunque nos quieran hacer creer que no lo hace porque en el papel sigue poniendo 65 o 67.

Tampoco dijo nada el ministro acerca de sus planes en lo que hace referencia a la reforma silenciosa del sistema: subir las bases máximas de cotización por encima de lo que sube la pensión máxima. O lo que es lo mismo: hacer que miles de trabajadores coticen más cada mes sin que eso suponga ni un euro más de pensión futura. Es algo que se lleva haciendo desde hace 30 años y que es muy peligroso, porque socava las bases del sistema contributivo, que cada vez es más asistencial.

Escuchando las recomendaciones del Pacto de Toledo, la subida de las bases de los últimos años, el incremento de las mínimas y las no contributivas, etc.: todo apunta a que seguiremos en la misma línea. Pero sobre esto ni Escrivá ni el resto de participantes en la Comisión tenía nada que decir.

5. La productividad y los socios de Gobierno

Este último punto es también uno de los más importantes. Pero se quedó fuera de las reflexiones del ministro.

Al final, el optimismo de Escrivá sobre el futuro del sistema de pensiones descansa en su optimismo sobre el futuro de la economía española. En su opinión, creceremos, seremos más productivos, atraeremos inmigración de calidad, incrementaremos la tasa de actividad (sobre todo en los trabajadores de más edad)… Si todo esto es cierto, la sostenibilidad de las pensiones será mucho más fácil. Y los ajustes, que alguno habrá que hacer, serán menores.

Esto también es verdad. Incluso los más pesimistas estudiosos del sistema de pensiones coincidirán con el ministro en que si España lograr captar 8-10 millones de nuevos trabajadores de aquí a 2050 y, además, lograr disparar su productividad, las arcas del Estado (que, como decíamos en el primer punto, son las que pagan las pensiones) tendrán muchísimo más margen para incrementar el gasto público relacionado con el envejecimiento.

En resumen, la sostenibilidad de las pensiones depende de la sostenibilidad del Estado. Y ésta depende del crecimiento económico del país.

El problema con el discurso de Escrivá es que da todo esto por sentado. Es decir, asume que el país crecerá, que la productividad se disparará y que los inmigrantes de alta cualificación se agolparán en nuestras fronteras. Y lo asume como si esto fuera algo inevitable o que se logra sin hacer nada.

No es cierto. Muchos países tendrán el mismo problema que España. Y todos intentarán crecer, mejorar su productividad, incrementar su cuota de mercado en el comercio internacional y atraer a los trabajadores más cualificados. La pregunta es ¿está haciendo los deberes España para conseguir estos objetivos? ¿Qué proponen los socios de Escrivá en el Gobierno? ¿Cuál es el modelo de país que persigue el Ejecutivo PSOE-Podemos? ¿Cuba, Venezuela, Dinamarca, Suecia, Irlanda o Suiza? ¿Qué reforma fiscal-laboral-empresarial tienen en la cabeza en el Gobierno? ¿Qué piensan sobre esto Alberto Garzón o Yolanda Díaz, miembros destacados del Partido Comunista de España? ¿Coincide, el ministro de Seguridad Social, con sus compañeros de gabinete acerca de las recetas que hay que aplicar en el futuro cercano? Sobre estas preguntas tampoco hubo respuestas el pasado jueves.

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