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Daniel Rodríguez Asensio

El dato mata el relato: España lidera la tasa de paro de Europa y la destrucción económica

España ha consumado un doblete histórico y vergonzoso por partes iguales. Somos, oficialmente, los líderes europeos en términos de destrucción económica y de tasa de paro.

España ha consumado un doblete histórico y vergonzoso por partes iguales. Somos, oficialmente, los líderes europeos en términos de destrucción económica y de tasa de paro.
Pedro Sánchez, en el Congreso | EFE

Semana tan clave para la economía española como horrible para el gobierno de la nación. En tan sólo unos días hemos conocido unos datos de paro notablemente peores que los de la crisis de 2008, un desplome de la recaudación tributaria que ya asciende casi al 30% en el mes de junio y una evolución económica que devuelven al país a los niveles de 2002.

Tanto es así que nuestra nación ha consumado un doblete histórico y vergonzoso por partes iguales: Ya somos, oficialmente, los líderes europeos en términos de destrucción económica y de tasa de paro.

Los aplausos que llevamos viendo en los últimos días pretenden esconder una crisis que ya está demostrando que va a dejar a la de 2008 como una anécdota, y ya es decir. España está pasando de necesitar un plan de reactivación económica a requerir un plan de choque cada vez con más urgencia.

Los datos de contabilidad nacional son extremadamente negativos, fundamentalmente, por tres motivos:

El primero es que España ha sido uno de los pocos países que han empeorado los datos del consenso (se esperaba un -17,9%) y se ha consolidado a la cola de crecimiento de los países desarrollados. Nuestro PIB en el segundo trimestre ha caído un 18,5% en términos trimestrales, lo cual supone un descenso que prácticamente duplica el registrado en Estados Unidos, está 8 puntos por debajo del registrado en Alemania, y más de 6 puntos inferior a la media de la Eurozona.

Dicho de otra manera: Los peores pronósticos se cumplen. Además de registrar la mayor caída de toda la serie histórica (comienza en 1970) España ya es, oficialmente, parte del problema y no de la solución.

En segundo lugar, porque la composición de la caída es ciertamente preocupante. Tres elementos que llaman especialmente la atención:

  • Las malas expectativas y la inseguridad jurídica han generado un clima de desconfianza en el que invertir se ha vuelto poco más que una misión imposible. Es por ello que la inversión (formación bruta de capital) se desploma casi un 22%, con la maquinaria y bienes de equipo cayendo un 25%, una cifra similar a la que registra la vivienda.

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  • Esta caída, además, es notablemente superior al gasto en consumo final, un componente que refleja la demanda agregada a nivel interno. La caída está liderada por los hogares (-21,2%), y compensada parcialmente por… ¡oh! ¡Sorpresa! Un incremento del consumo de las administraciones públicas. ¿Consecuencia del Covid19? Permítanme dudarlo, viendo la evolución en términos interanuales (+3,5%) se observa un incremento muy similar al primer trimestre del año, cuando la pandemia solamente hizo efecto durante 15 días. La debilidad en la demanda interna también se corrobora en las importaciones, que caen casi un 30%.

  • Y, por último, por la división sectorial de la caída. Si bien es cierto que el comercio y la hostelería ha sido el sector más afectado, es significativa la caída en sectores clave como la información y las comunicaciones (-13,7%) y el de actividades profesionales, científicas y técnicas (-28,2%). No debemos olvidar que el sector servicios es, aproximadamente, el 67% del PIB español y estas dos subramas especialmente afectadas suponen el 11%.

Y, en tercer lugar, porque estos datos reflejan lo que el gobierno pretende tapar con uno de sus neorelatos: Que esta crisis está teniendo un impacto muy relevante en el empleo. El 15% que refleja la EPA ya es el peor dato de la Eurozona, pero la realidad es aún peor. Si a los 3,4 millones de parados que refleja esta encuesta le añadimos los 2,3 millones de personas que estaban en ERTE en el mes de junio y tenemos en cuenta el millón de personas que ha salido del mercado laboral (descenso de la población activa), la tasa de paro está disparada hasta el 30%, y con la temporada turística muerta antes de comenzar.

Los puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo han caído un -18,5% interanual, 4 puntos menos que el PIB pero una cifra muy considerable. Si la economía española no encuentra un verdadero punto de activación pronto, lo único que estaremos haciendo será subsidiar futuros parados. La productividad por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo acumula 5 de los últimos 6 trimestres en negativo y los costes laborales unitarios continúan su escalada salvaje hasta el 8,7%.

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Es difícil imaginar una recuperación rápida y capaz de superar los enormes retos que tiene la economía española con unas barreras a la contratación tan caras y las empresas registrando pérdidas superiores al 60% en el primer trimestre del año (es decir, con tan sólo 15 días de estado de alarma) según el Banco de España.

España necesita un plan de choque, una hoja de ruta. ¿Qué tenemos? Un panorama político desolador, y un gran vacío en materia económica. Ya hemos explicado en esta columna que el rescate europeo es una oportunidad para el país, pero no debemos llevarnos a engaño: Las reformas que necesitamos van a ser duras. No hemos querido arreglar el tejado con el buen tiempo y ahora tenemos afectados hasta los cimientos.

Italia ya ha advertido de que el acuerdo europeo podría ser insuficiente puesto que sus necesidades de liquidez podrían comenzar ya en octubre de este año. De ser cierta esta advertencia y no gestionarla adecuadamente, podríamos estar ante el desencadenante de uno de los mayores riesgos que tiene esta crisis: que la debacle económica se transforme en una crisis bancaria.

De ser así, España sería uno de los candidatos más probables a ser el siguiente de la lista. A la ya citada caída en los ingresos de casi el 40% hay que sumar un gasto público desbocado que ya está llevando a un déficit público del 4,3% con la mitad del año por delante.

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Ni los aplausos ni los mantras repetidos hasta la saciedad en medios afines nos van a salvar de hacer los ajustes que necesitamos. La única diferencia entre gestionar bien o hacerlo mal dado el punto en el que estamos pasa por tener que realizarlos con carácter de máxima urgencia y de una forma más ordenada.

Afortunadamente, formamos parte de la Unión Europea, un organismo que nos ha permitido evitar la quiebra mediante el mantenimiento artificial de los intereses de la deuda (y, por lo tanto, la prima de riesgo) bajos. También, nos va a empujar a hacer las reformas que necesitamos, bien por la vía diplomática o por la de los hechos como ocurrió con Grecia en la anterior crisis.

Debemos luchar para que nuestros responsables políticos elijan el camino de la responsabilidad.

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