Va predicando el Gobierno de España, allá donde le dejan, que nuestra economía va bien. Esta misma semana hemos visto a la Vicepresidenta Calviño (lean) en Washington y al Presidente del Gobierno en varios mítines alardear de la evolución económica de España.
Su razonamiento es muy sencillo: Como no estamos en una situación crítica como en 2011/2012, los argumentos de la oposición se convierten en un apocalipsis que no llega y, por lo tanto, todo va a pedir de boca.
Si a este ejercicio de demagogia le añadimos que las cifras macroeconómicas son aparentemente positivas, el cócktail es explosivo y lleva a un dibujo muy alejado de la realidad económica nacional.
No estamos en 2012. La economía española no ha entrado en colapso, como no ha entrado ninguna en ningún lugar del mundo. Pero la realidad no es positiva, y enterrar los retos bajo una montaña de titulares es un peligro que España no se puede permitir. Comencemos:
1. Crecimiento económico
Sánchez y su equipo económico alardean de que somos el país que más crece de la Unión Europea. Y es cierto. Ahora bien… ¿Es lo aconsejable? Imaginen la siguiente situación:
- Alumno A: En el primer examen tuvo un 2, y en el segundo, un 4. El crecimiento es del 100%, pero continúa suspenso.
- Alumno B: En el primer examen tuvo un 8, y en el segundo un 10. El crecimiento es del 25%, pero tiene la mejor calificación posible.
¿Cuál de los dos quisieran ser ustedes? España es el A y, a juzgar por las declaraciones de nuestros gobernantes, están orgullosos de ello.
Si el crecimiento fuera tan sólido como dicen, no seríamos el único país europeo que no ha recuperado los niveles de riqueza previos a la pandemia, ni tendríamos la mayor tasa de paro de la OCDE; ni veríamos cómo año tras año nos superan en riqueza por habitante (PIB per cápita) países europeos que hasta ahora veíamos lejanos, como Malta.
2. Trilerismo y opacidad con las cifras de empleo
Otro de los supuestos logros de este gobierno son las cifras históricas del mercado laboral. Y, sin embargo, ellos mismos y varios organismos internacionales desacreditan estas cifras. Veamos algunos ejemplos:
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En diciembre de 2022 el Gobierno afirmaba que había 2,8 millones de parados en España. En Marzo de 2022 aceptó que otros 440.000 eran fijos discontinuos en período de inactividad. Es decir, que en diciembre de 2022 había 3,2 millones de parados en nuestro país.
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Lo mismo ocurre con las personas en ERTE. En diciembre se supone que había 20.000. En marzo, y con datos referidos a diciembre, 50.000. Nótese que estamos hablando de una misma fuente: El Ministerio correspondiente.
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Por si eso fuera poco, la AIReF y Eurostat ya han alertado sobre 1 millón de personas que son parados y no están siendo contabilizados como tal.
¿Qué validez pueden tener unas estadísticas así? El trilerismo político se paga caro. Recuerden que la espada de Damocles de Grecia en 2012 fue la opacidad con las cifras públicas. ¿Cómo puede ser que estemos pagando varios miles de millones de euros más en prestaciones por desempleo que en 2019 si el paro, supuestamente, está por debajo?
3. La precarización y la pobreza se extienden
No sólo hay falta de credibilidad en las cifras económicas. Si no que también hay preocupación en la que están fuera de los focos: En España hay más personas en riesgo de pobreza que cuando Sánchez entró en el poder, las quiebras empresariales registraron récord en 2022 y los nuevos contratos firmados el año pasado registraron la duración más baja de los últimos 17 años.
¿Cómo pueden sacar pecho de una situación en la que, sencillamente, el Gobierno trabaja por maquillar las cifras del mercado laboral en lugar de solucionar los problemas? Meter al muerto debajo de la alfombra no va a hacerlo revivir.
4. Dopaje público
Todo lo anterior, recordemos, tras el mayor programa de estímulo fiscal y monetario de la historia. España ha sido el país europeo donde más se ha incrementado el gasto público en los últimos 4 años. No ha sido la pandemia, ni la guerra… ha sido la obsesión por regar todo de dinero público para confundir, intervenir y controlar.
La deuda pública es superior al 110% del PIB. La realidad es que los pasivos totales ascienden a 1,9 billones de euros. ¿Cómo no vamos a ir bien si estamos inflando artificialmente todos y cada uno de los indicadores que se suelen seguir para el análisis económico?
Mientras miles de empresas cierran y el empleo es cada vez más precario la recaudación marca cifras récord por los efectos de la inflación. Los españoles tenemos un triple castigo derivado de esta situación: 1) Somos los que más nos empobrecemos con la cesta de la compra; 2) Somos a los que más nos empobrece el Gobierno por no deflactar el IRPF; y 3) También somos los que más sufrimos una asfixia fiscal insoportable, que roza lo confiscatorio. Los más de 40 impuestos que ha subido Sánchez así lo atestiguan.
5. Inseguridad jurídica y mala imagen internacional
La prueba del algodón no engaña. España se está convirtiendo en un país inhabitable para muchos inversores extranjeros, e incluso para empresarios e inversores nacionales.
Esto se ve, por ejemplo, en el hecho de que el 40% de la inversión extranjera se ha esfumado desde que Sánchez es presidente. Ya se desplomó en 2019, en 2020 y 2021 con la pandemia no se recuperó, y en 2022 la recuperación ha sido muy leve. Nada que ver con los niveles de 2018.
Ferrovial es otro excelente ejemplo: Una empresa que decide salir del país, gana el pulso a la pataleta bolivariana del Gobierno… y su cotización se dispara por encima de los niveles de crecimiento que ofrece el IBEX 35.
Y qué decir tiene que la situación en términos de arbitraje internacional es kafkiana. España debe 1.500 millones de euros a fondos internacionales que han ganado juicios en salas de arbitraje internacional y, sencillamente, se niega a pagar. Eso son facturas en el cajón e impagos que nos pesan a todos: Desde el Gobierno de la Nación hasta la PyME que busca un cliente en el exterior. Ser el segundo país del mundo más moroso es otra losa más de la que nadie habla y que, por ejemplo, está detrás de decisiones de abandonar España como ha hecho Ferrovial.
En definitiva: Los ciudadanos deberíamos pedir más cordura y menos titulares. España merece más. No podemos conformarnos con no estar viviendo situaciones dramáticas como en 2012. Tenemos capacidad para liderar la delicada situación económica que se vive a escala internacional, pero para eso hay que dar un giro de 180 grados a nuestras políticas económicas. La "economía social", que diría Yolanda Díaz, solamente beneficia a los socialistas. El resto estamos cada vez más enterrados y con menos margen para salir de una situación que en ningún caso se puede tildar como positiva. A los hechos que acabo de describir me remito.