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EDITORIAL

El Gobierno es tremendamente responsable de la crisis energética

Sánchez se lava vilmente las manos en una debacle energética que podría aliviar de inmediato eliminando los impuestos a los hidrocarburos, la electricidad y el gas.

El precio de la luz ha roto cualquier barrera imaginable hace sólo unos meses. Esta semana, el megavatio/hora ha pulverizado todos los récords alcanzando los 544,98 euros de media el pasado martes. Por tramos horarios, ese mismo día se llegó a la escalofriante cifra de 700 euros entre las 19:00 y las 20:00.

Esta calamidad está llevando al borde del colapso a incontables empresas, y cada vez son más las que se ven obligadas a interrumpir la producción ante la imposibilidad de asumir unos recibos desorbitados. Acerinox, ArcelorMittal, Megasa… las industrias del metal y del acero no pueden más. Directamente, les resulta inviable producir. Las consecuencias de esta parálisis serán devastadoras para la economía nacional. "De seguir esta deriva", comenzarán los ERTE y las deslocalizaciones "en los próximos días", alertan los empresarios. Y qué decir de los autónomos, que hasta llegan a trabajar a pérdidas con el único propósito de no echar el cierre.

Al desbocado precio de la luz hay que sumar el de los carburantes, lo que dispara el coste del transporte, ya sea de personas o de mercancías. Esta semana, la gasolina y el diésel han alcanzado los precios más elevados desde que hay registros, superando los 2 euros el litro en algunas autonomías.

Sánchez y su equipo económico han tenido la desfachatez de achacar la crisis energética a la invasión rusa de Ucrania. No cabe duda de que la guerra ha agravado la situación, pero las causas vienen de muy atrás. La prueba está en que los precios de la luz, el gas y el petróleo llevan más de un año desbocados, mientras el Gobierno social-comunista ha estado mirando para otro lado y escondiendo a los pobres energéticos.

Son los políticos los que llevan décadas intoxicados por las teorías catastrofistas del cambio climático y el anticapitalismo ecologista y encareciendo la energía de forma artificial y arbitraria. Subvencionar irracionalmente unas energías renovables que no son capaces de producir suficiente energía, la aniquilación de las nucleares –energía tan limpia como barata– y la persecución de los combustibles fósiles son errores garrafales e imperdonables.

El Gobierno de Sánchez se ha puesto el primero de la fila europea para descarbonizar cuanto antes la economía. El quimérico afán por lograr un país 100% renovable no hace más que despilfarrar el dinero público y poner trabas a sectores cruciales del PIB como el de la automoción. Ahora, Sánchez se lava vilmente las manos ante una debacle energética que podría aliviar de inmediato, por ejemplo, eliminando los impuestos a los hidrocarburos, la electricidad y el gas. Pero es mucho más rentable usar el comodín de Putin.

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