
En los últimos años se ha hablado mucho de la "desigualdad", pero a menudo se ha hecho en base a los dogmas de la izquierda. Por ejemplo, se ha insistido mucho en que las diferencias salariales han crecido en España, pero rara vez se ha explicado que esa creciente falta de equidad no se explica por el enriquecimiento de las élites económicas, sino por el aumento del paro, responsable en un 90% del fenómeno.
Lo que no se ha dicho, en cambio, es que los impuestos altos generan menos eficacia redistributiva, no más, o que el creciente peso del empleo público aumenta las desigualdades de renta, en vez de reducirlas. La cruda realidad revela, pues, que las políticas fetiche de la izquierda no solo no reducen las diferencias de ingresos, sino que las acrecentan.
En este sentido, si queremos abordar la cuestión de la igualdad con la mirada puesta en políticas que sí arrojan resultados, se antoja de especial interés un estudio académico elaborado por las profesoras Emma Duchini, de la Universidad de Essex, y Clémentine Van Effenterre, de la Universidad de Torento. Ambas académicas han estudiado el impacto de los horarios escolares en la conciliación y las diferencias salariales hombre-mujer, un aspecto que se aborda de manera recurrente cuando se habla de desigualdad.
Duchini y Van Effenterre encuentran "evidencia causal de que los horarios escolares de los hijos contribuyen a la persistencia de una brecha salarial entre sus padres". Su estudio se apoya en la evidencia francesa, donde históricamente se ha hecho del miércoles un "día libre" para los alumnos de primaria, correspondiendo a los de secundaria una suerte de "jornada reducida" que zanja las clases al mediodía.
Sin embargo, una reforma introducida en 2013 por el presidente socialista Francois Hollande tuvo el efecto de reintroducir ciertas horas de docencia en las mañanas de los miércoles. A partir de entonces, y ajustando los datos para hacer un seguimiento de la situación de padres, madres e hijos, las autoras del estudio encuentran que este cambio no perjudicó a los hombres pero, además, benefició a las mujeres.
Es fácil entender por qué ocurre esto: puesto que las mujeres con hijos suelen optar por el trabajo a tiempo parcial con más frecuencia que los hombres con descendencia, la remuneración total de las madres suele reducirse en relación con los padres, a raíz de esa reducción en las horas de trabajo. Pues bien: como la necesidad de reducir jornada por motivos de conciliación se vio mermada desde 2013, la diferencia retributiva entre hombres y mujeres experimentó una caída del 6%, tal y como documentan en su trabajo Duchini y Van Effenterre. Como las mujeres elevan sus horas de trabajo efectivo, su remuneración se vuelve a equiparar con la de los hombres.
Muchas familias se preguntarán por qué no es posible explorar este tipo de reformas. Se habla mucho de "conciliación", pero rara vez se cuestionan los horarios de los colegios. Si las escuelas cierran sus puertas durante casi tres meses (dos de verano y uno de festivos y días no lectivos), si los horarios tienden a ser más reducidos que los de las jornadas laborales al uso y si algunos centros reducen jornada en meses como septiembre o junio, ¿cómo podemos sorprendernos de que haya mujeres y, en menor medida, hombres que se ven obligados a trabajar menos horas de lo que verdaderamente desean? Obviamente, huelga decir que muchos asalariados asumen esa reducción con convencimiento y entusiasmo, puesto que ello les permite pasar más tiempo con sus hijos. Pero no deja de ser cierto que, en otros casos, la situación es más compleja.
¿Sería posible introducir cambios así en España? En Madrid, por ejemplo, existe un procedimiento a seguir mediante el cual los colegios pueden tramitar un cambio en los horarios de las jornadas escolares. Sin embargo, el procedimiento es farragoso, puesto que bebe de dos órdenes autonómicas (la 11994/2012 y la 502/2013), mediante las cuales se introducen varias obligaciones que, en última instancia, hacen casi inviable la modificación, al otorgar un enorme poder a los sindicatos: 1) reunión del Consejo Escolar para el inicio del procedimiento (requiere mayoría absoluta); 2) votación por parte del claustro de profesores (requiere mayoría absoluta); 3) reunión informativa con las familias; 4) fijación de una votación por parte de padres y madres; 5) celebración de una jornada de votación (requiere al menos dos tercios de participación y dos tercios de votos afirmativos); 6) aprobación definitiva por parte del Consejo Escolar (incluye una nueva votación donde se deben pronunciar los representantes de los maestros); 7) tramitación ante la Comunidad de Madrid mediante la debida presentación de documentación.
La capacidad de configurar la jornada también incide, por ejemplo, en la adopción de jornada continuada o jornada partida en mañana y tarde. En este sentido, el número de colegios que opta por la jornada continua está aumentando y supone el 60% del total. Bajo este modelo, se imparte docencia de 9:00 a 14:00 horas y, a continuación, se ofrece el servicio de comedor desde las 14:00 hasta las 16:00 horas. El problema es que, en numerosos casos, la salida a las 16:00 horas es incompatible con los horarios habituales del mundo laboral, donde las jornadas acostumbran a prolongarse al menos hasta las 17:00 o 18:00 horas. No pocos centros ofrecen optativas como "parche", pero el problema de fondo sigue ahí para el resto de familias.
Estudios realizados en Galicia confirman que los horarios escolares influyen en la conciliación de forma directa. Otros análisis recalcan que aquellos colegios concertados o privados que ofrecen horarios más largos logran dos objetivos positivos por esta vía: mejor conciliación para los adultos y mejor formación para los menores. El caso es que el debate aún es incipiente y queda mucho camino por recorrer, pero el estudio de Duchini y Van Effenterre podría servir para empezar a animar la conversación.