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El regalo del Sáhara a Marruecos por Sánchez le cuesta a los españoles pagar el doble de lo que costaba el gas argelino

España había logrado, gracias a una hábil política exterior, un buen entendimiento con Argelia. Un pacto que ahora ha saltado por los aires.

España había logrado, gracias a una hábil política exterior, un buen entendimiento con Argelia. Un pacto que ahora ha saltado por los aires.
España no dependía hace un año del gas ruso. | EFE

Argelia era el proveedor tradicional de casi la mitad del gas natural consumido en España cada día. Pero eso era antes de que Pedro Sánchez decidiera regalar el Sáhara a Marruecos, enfadar por completo a Argelia y provocar la voladura de los tratados de amistad que unían a ambos países. El resultado de todo ello es ahora visible en la factura del gas y de la luz (el gas también se emplea para generar electricidad en las centrales de ciclo combinado) que pagan todos los hogares y empresas.

Argelia mantiene cerrado uno de los dos gasoductos que le unían con España; el segundo de los tubos no sólo no ha incrementado su capacidad sino que ha reducido el suministro; y el número de buques metaneros llegados a nuestras costas con gas argelino es testimonial, cuando no igual a cero. Y mientras que el diezmado gas argelino que sigue llegando se está comprando en España a 41,45 €/MWh —fruto de aquellos tratados de amistad y del sistema de fijación de precios que incluyeron—, el gas sustitutivo de todo el perdido se adquiere a 90,62 €/MWh. Traducido: la política exterior de Sánchez le ha costado a las familias y empresas tener que pagar el doble por el mismo gas en el peor momento imaginable. Todo un éxito.

La Unión Europea ha desvelado en uno de sus últimos informes un dato de gran importancia para entender la causa de la dureza de la crisis energética en un país, España, que nunca había tenido una dependencia excesiva del gas ruso, ni, en el fondo, de los vaivenes del precio en el mercado internacional del gas.

Se rompe el tradicional entendimiento con Argelia

España había logrado, gracias a una hábil política exterior, un buen entendimiento con Argelia. Un pacto que ahora ha saltado por los aires. Los tratados de amistad entre ambos países permitían una negociación del precio del gas natural medianamente vacunada frente a los movimientos más nerviosos del mercado. Se fijaban los precios en una negociación bilateral y se garantizaba, a través de dos gasoductos, un flujo de casi la mitad de todas las necesidades de gas de España. Pero todo el servicio exterior conocía el precio de ese trato energético preferente: no ceder ante Marruecos en sus presiones para que España les regalase el Sáhara.

Esa regla base se ha roto. Por cierto, tras otro capítulo sin explicar por parte de Pedro Sánchez: el espionaje a su móvil por medio del sistema Pegasus y cuyo dedo acusador señala una vez más hacia Rabat. Y los tratados de amistad con Argelia se han roto con todo ello.

Caso Ghali

Es cierto que el primero de los dos gasoductos que unen Argelia con España se cerró hace un año y antes de la entrega plena de Sánchez a Rabat. Pero también lo es que, tras el lamentable episodio de traer a España a escondidas a Brahim Ghali (líder del Frente Polisario y protegido de Argelia) en abril de 2021 para tratarle de coronavirus, Marruecos presionó a España cortando la colaboración e información antiyihadista y enviando oleadas de inmigrantes a España, hasta el punto de que, de inmediato, Pedro Sánchez, cambió radicalmente de estrategia y buscó el perdón de Rabat. Argelia tomó nota y en octubre de ese mismo 2021 cortó ese gasoducto que, si bien pasaba por Marruecos, desembocaba en España como gran receptor del gas suministrado por medio de ese tubo.

Argelia se comprometió en aquel momento a enviar todo el gas perdido por España por medio de un aumento de la capacidad del segundo tubo y de buques metaneros. Pero entonces llegó el regalo del Sáhara a Marruecos por parte de Sánchez y nada de todo lo prometido por Argelia se ha cumplido.

Rusia, tercer proveedor de gas

El resultado de todo ese desastre es ahora más que visible. España no dependía hace un año del gas ruso. Ahora, sin embargo, depende claramente: ha elevado las compras de gas siberiano un 19% sólo en el último mes y ya es Rusia el tercer proveedor español casi en igualdad con EEUU. Una locura de elevación de las compras que supone haber multiplicado por dos los contratos con Putin y, por lo tanto, la financiación al ataque ruso al pueblo ucraniano. Porque España necesita gas de quien sea tras haber roto las relaciones preferentes con Argelia.

Los datos son rotundos. Argelia llegó a enviar, de forma estable y continuada, casi la mitad de todo el gas natural consumido en España. Y ahora esos envíos se limitan al 25% según los últimos datos oficiales del gestor técnico del gas. En estos momentos, Argelia envía a España cada mes 7.962 GWh por gasoducto, cuando hace un año esa compra llegaba a los 14.865 GWh. Y el país argelino vende a España 969 GWh por barco metanero. Y hace un año remitía 1.823 GWh.

Para colmo, España sigue incumpliendo otra de las peticiones que le hizo Argelia para suavizar el enfrentamiento creado por Sánchez: no vender gas a Marruecos. Y, según los datos oficiales cerrados del mes de septiembre, España ha vendido a Rabat 123 GWh utilizando, en dirección contraria, el tubo pactado con Argelia para traer gas en dirección hacia España. Porque se está utilizando para llevar gas a Marruecos en plena crisis energética.

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