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España puede ir todavía peor: los 7 escenarios que hacen temblar a Calviño

Los nubarrones que se ciernen sobre la economía española son incluso peores de lo que anticipan los más pesimistas.

Los nubarrones que se ciernen sobre la economía española son incluso peores de lo que anticipan los más pesimistas.
Nadia Calviño | EFE

La economía española va mal, pero podría ir aún peor en 2023. En el gobierno ya van asumiendo que el crecimiento no para de desacelerarse y admiten que, con los datos en la mano, es imposible negar que hemos entrado en una estanflación. Peor aún, en el horizonte hay una serie de escenarios que cada vez parecen menos improbables y que amenazan con hundir definitivamente nuestra economía. Esos supuestos que tanto empiezan a preocupar a Nadia Calviño y su equipo son los siguientes.

Frenazo del empleo

No podemos descartar que el empleo se siga ralentizando aún más de lo que ya venimos viendo desde hace algunos meses. El gobierno anticipaba que 2023 permitiría una mejora muy modesta de la ocupación, estimada en el 0,6%, pero lo hacía partiendo de un crecimiento del PIB del 2,1%. En cambio, las últimas proyecciones de crecimiento apuntan a una expansión mucho más moderada, de apenas un 1,2% según el Fondo Monetario Internacional o el Instituto de Estudios Económicos, de modo que no sería de extrañar que la mejora del empleo que terminemos registrando en 2023 sea testimonial o, directamente, nula.

Los fondos europeos no generan crecimiento.

Según datos que maneja CEOE, las empresas han recibido menos del 10% de los fondos europeos, de modo que el impacto de estos recursos sobre el crecimiento está siendo mucho menor de lo que anticipó el gobierno. De hecho, el PIB para 2024-2025 que dibuja el propio Ejecutivo en su último Plan de Estabilidad asume que solo creceremos en torno al 1%, a pesar de que el programa Next Generation EU está valorado en 70.000 millones y, en teoría, se justifica por un supuesto efecto positivo en el potencial de crecimiento de la economía.

Los nuevos impuestos causarán más daño del anticipado

En los últimos años ha resultado aparente que los efectos contractivos de los impuestos sobre la actividad económica son mucho mayores de lo que se venía asumiendo. Esto es así porque, conforme más elevado es el nivel de presión tributaria, más nos alejamos de los niveles óptimos de fiscalidad. A esto hay que sumarle el diseño de los nuevos tributos que se están anunciando. Por ejemplo, se anuncian tasas a la banca y las eléctricas que pueden tener un efecto muy contractivo a cambio de unos ingresos tributarios que no taparán el agujero impositivo. Y no solo eso, puesto que la subida de impuestos al ahorro y al patrimonio también hará mucho daño, puesto que encarecerá el coste de capital en un contexto en el que la financiación bancaria va a peor, a raíz del nuevo impuesto aplicado al sector y de la subida de los tipos de interés. De modo que invertir en España y financiar nuevos proyectos empresariales será cada vez más complicado.

El gasto es cada vez de peor calidad

Se ha producido una pérdida en la calidad del gasto. No se han implementado mecanismos de control, de análisis coste-beneficio, de revisión de dispendios que ya están en vigor, la eliminación de duplicidades… y el resultado de ello es que los presupuestos son cada vez menos eficientes. Por tanto, aunque el gobierno recauda 50.000 millones más que en 2019, no se observa una mejora en la calidad de ese gasto, puesto que, de hecho, hay más gastos de personal, más transferencias y más gasto corriente frente a menos inversión y peores servicios básicos.

La subida de tipos inducirá una espiral fiscal

Los tipos de interés están subiendo y la política fiscal expansiva requiere una mayor financiación vía deuda pública, de modo que nos resultará más caro financiar el déficit y tendremos que dedicar más recursos presupuestarios a cumplir con esas obligaciones. Al final, todo eso se traduce en más impuestos y, como efecto de ello, menos actividad. Una espiral fiscal muy negativa.

El gobierno exacerba la inflación

España es uno de los pocos países de la Unión Europea donde los beneficios empresariales están por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. La inflación choca con la caída de los márgenes del sector privado, que se han reducido de forma notable, de modo que las empresas están haciendo lo posible para absorber el golpe. En cambio, el gobierno no solo no está devolviendo los "beneficios caídos del cielo" que se derivan del aumento extraordinaria de la recaudación por la crisis inflacionista, sino que está quedándose el grueso de esa subida de ingresos para seguir gastando más, lo que solo genera aún más inflación, empobreciendo a empresas y familias.

El gasto se ha descontrolado

No se puede sostener que España "tiene un problema de ingresos". Estamos en máximos históricos de recaudación, de modo que el problema no es ese. El lastre es otro: a saber, un gasto desbocado e improductivo que induce una carrera a la baja, puesto que al tener unos dispendios siempre crecientes acabamos viéndonos sumidos en continuos aumentos de la presión impositiva, lo que a su vez reduce el crecimiento. El gasto se ha descontrolado y meterlo en cintura en año electoral se antoja tarea imposible.

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