No se trata de un incentivo para resolver un problema secular de nuestra estructura de población, como sucedía con el famoso "cheque-bebé" que instauró José Luis Rodríguez Zapatero y que perseguía formalmente fomentar la natalidad (aunque no dejó de ser una medida electoralista, como casi todos los cheques). Tampoco persigue dinamizar un sector que nunca deja de pedir recursos, como la famosa "cultura" como el "cheque-cultural" (y que, de nuevo era y es tan electoralista como ineficiente). En este nuevo cheque, el Gobierno directamente subsidia a 4,2 millones de familias, según sus cálculos, para que puedan poner un plato de comida en casa. 200 euros por familia para paliar los efectos de la inflación sobre la cesta de la compra. Una cesta de la compra que, de media y según el INE, se ha encarecido en el último año más de un 15% (más de un 20% en el acumulado de los dos últimos años).
Este martes el economista Juan Ramón Rallo defendía en Es la Noche de Dieter que esta medida, la del cheque-comida, es menos mala que el control directo de precios, lo cual es cierto, pero normaliza una medida igualmente intervencionista y que genera redes clientelares. Establece como norma una excepción e introduce usos y costumbres peronistas en nuestra economía. Llegan las famosas "paguitas".
Y es que esta medida tiene su espejo en Argentina con el cheque "Alimentar", nombre que se le ha dado a esta dádiva "que entrega el Estado nacional para que todos accedan a la canasta básica alimentaria", reza el Ejecutivo de Fernández y Kirchner. Se trata de un bono de color azul que se le entrega a padres con hijos de hasta 14 años, mujeres embarazadas vulnerables y que permite comprar todo tipo de alimentos menos bebidas alcohólicas.
Podríamos pensar que si el Ejecutivo español ha tomado esta medida como ejemplo, lo ha hecho porque en Argentina ha funcionado razonablemente bien: nada más lejos de la realidad: el cheque argentino lejos de ayudar a paliar la inflación ha alimentado la escalada de precios, ya que en un proceso inflacionario o hiperinflacionario, la mayor dotación de liquidez a la economía produce el mismo efecto que tratar de apagar un incendio con gasolina.
Por la misma razón, la frustración es mayor: no sólo ayuda a intensificar el incendio inflacionario, sino que, por consiguiente, ante la escalada mayor de los precios, lo que los argentinos vulnerables pueden comprar con ese cheque es cada vez menos. Recordemos que para poder ofrecer esta "paguita" el Estado (ya sea el argentino o el español) ha tenido que detraerlo con anterioridad de la clase productiva, cada día más castigada y expoliada a impuestos.
¿Cuál ha sido entonces el efecto del cheque argentino? La mayor precarización de la población del país donde cerca de un 40% de los argentinos vive por debajo del umbral de la pobreza.
¿Y cuál será en España? Los efectos negativos podrían limitarse si finalmente se convierte en una medida de un solo pago y no vuelve a ponerse en marcha. Igualmente contribuirá a que se cronifique el problema inflacionario que tenemos, y precarizará a la clase productiva anclando más gasto público a la detracción impositiva de un país que soporta una de las cuñas fiscales más agresivas de la Unión Europea. Recordemos que el Estado en España se queda con prácticamente el 40% de media de lo que genera cada contribuyente.
Pero más allá de estos dos efectos, hay otro más formal que técnico y es la imagen de un gobierno europeo que tiene que ofrecer ayudas directas a sus ciudadanos para comer, en lugar de suavizar esa cuña fiscal. Un Gobierno que el mismo día que aprueba este cheque, presume de ser el país de la UE que más crece, más empleo crea y menos inflación registra.