Uno de los objetivos fundamentales del socialismo es conseguir la igualdad entre individuos. Eso, además de ser un atentado contra la libertad, supone un camino unidireccional y sin vuelta atrás hacia la pobreza. La razón es muy sencilla: no todas las personas hacemos el mismo uso de nuestra libertad, y es por ello que obtenemos resultados distintos. La única manera de evitar que haya gente que sobresalga sobre otras es usando la fuerza coercitiva del Estado para redistribuir y, por lo tanto, limitar el crecimiento. Todos igualmente pobres. Sencillamente no hay camino hacia la prosperidad bajo un modelo socialista.
Este principio fundamental es el que rigió las décadas de mandato socialista al frente de Moncloa durante los primeros pasos de la Transición, con Felipe González al frente. El resultado, como es bien conocido por todos, fue un país muy alejado de los niveles de riqueza de nuestros homólogos europeos, una seguridad social quebrada y una enorme red clientelar que aseguraba votos pero no puestos de trabajo.
Hay quien ve con cierta nostalgia a ese socialismo. Es cierto que desde el punto de vista económico fue un claro lastre, pero al menos respetaba la Constitución, luchó por la Transición y tuvo la visión y la humildad de apoyar nuestra entrada en proyectos tan importantes como es el de la OTAN y la Unión Europea.
La España de principios de los 90 era un país relativamente pobre, que estaba en construcción, que tenía retos por delante, pero sobre el que no había ninguna duda sobre el buen camino que había decidido tomar.
José Luis Rodríguez Zapatero y, muy especialmente, Pedro Sánchez, se han encargado con mucha fuerza de derribar todo aquello. Han tomado como referencia a las autocracias hispanoamericanas para importar el modelo fallido a España, dando alas a esa nostalgia que hablaba antes. "Cuánto echo de menos a ese socialismo que sólo dejaba quebrado el país", me decía un amigo de centro-derecha.
En este momento España es motivo de debate en la Unión Europea, y por temas que no nos dejan nada bien. Esta misma semana hemos visto en el Parlamento Europeo a diputados extranjeros poner de ejemplo a España en cuestiones de dudoso orgullo como son la corrupción, la malversación o la separación de poderes. Algo muy grave, especialmente en un contexto en el que la Unión Europea está haciendo el mayor esfuerzo económico de su historia en nuestro país.
Sánchez accedió al cargo de presidente del Gobierno mediante una moción de censura basada en falsas acusaciones de corrupción. ¿Qué hay de todo eso cinco años después? Una reforma del Código Penal que deja impunes los delitos de corrupción, que pone la alfombra roja a delincuentes como Puigdemont y aumenta las penas de cárcel a los empresarios. El sanchismo, además, se está encargando de ahondar en este ataque a los creadores de empleo allá donde gobierna.
Por eso España ese ese lugar donde violadores y condenados por sedición salen a la calle sin cumplir sus penas iniciales, mientras un empresario valenciano se expone a una multa de 3.000 euros si no asegura la atención en el idioma valenciano en sus establecimientos. Esa es la nueva ley. Así es como se ha dado la vuelta al sistema para que los ciudadanos vivamos a merced de los deseos de los políticos y no al revés.
Hoy España es un país más pobre y con menos esperanza de futuro que en 2019. En esta columna hemos escrito artículos hasta la saciedad justificando esta afirmación. Lo más relevante es que eso se produce con la mayor intervención pública de la historia: el gasto público supera ampliamente el 50% de la riqueza nacional y la deuda pública (real) supera los 2 billones de euros, ambas situaciones inéditas en nuestra historia. ¿Causalidad, o causalidad?
Que el socialismo no genera prosperidad es un hecho. Que el peronismo ha provocado que países como Argentina hayan pasado de ser potencias mundiales con recursos abundantes a lugares repletos de pobreza, desequilibrios económicos y escandalosos casos de corrupción, como el de Cristina Fernández de Krichner, otro.
El ‘perosanchismo’
Por eso el perosanchismo, ese régimen que está instalando Pedro Sánchez en España basado en los principios peronistas y en actuaciones como las que llevaron a Kirchner ante los Tribunales de Justicia, es muy peligroso para España.
El deterioro está siendo a pasos agigantados. Sánchez llegó al poder para acabar con la corrupción e instalar la mal llamada "justicia social". Ya hemos visto lo que ha pasado con la primera pata. ¿Qué hay de la segunda? Veamos algunos datos:
El 21,7% de la población está en riesgo de pobreza. Esta cifra supone 2 décimas más que en 2018, cuando Sánchez llegó al poder. O, dicho de otra manera: Sánchez deja tras de sí un reguero de 230.000 personas que han entrado en el umbral de pobreza durante su mandato.
El último dato que tenemos de riqueza por habitante (PIB per cápita) se sitúa en 25.500 euros, una cifra que hace que cada español retroceda a niveles de 2017. Es decir, en los últimos 4 años no sólo no hemos avanzado, sino que hemos retrocedido. Por eso ya somos un 30% más pobres que un ciudadano medio de la Unión Europea.
Tanto es así que la renta media por hogar en 2021 retrocedió 100 euros. Sí, en plena recuperación, y con la inflación disparada, un hogar medio en España contó con 100 euros menos de renta que en 2020. Por eso somos el país que más poder adquisitivo (diferencia entre la subida de precios y el incremento de los salarios) hemos perdido el año pasado.
Y ¿qué decir del empleo? Mientras Sánchez y sus terminales mediáticas afirman que estamos en máximos históricos los recursos destinados a pagar subsidios por desempleo que registra el SEPE son 2.000 millones de euros superiores a los de 2019 y la duración de los contratos firmados en diciembre de 2022 es 17 días inferior a la de marzo (cuando se puso en marcha la reforma laboral) y también están por debajo de los niveles de diciembre de 2021, para los que quieren hacer comparaciones homogéneas.
Todo lo anterior, recordemos, bajo el mayor programa de impulso público de la historia y con un proceso de endeudamiento sin igual: desde que Sánchez es presidente nuestro endeudamiento se ha incrementado en 300.000 millones de euros. Esto supone 6.400 euros más por habitante y un ritmo de endeudamiento de 5.700 euros al mes.
Nadie en su familia ni en su empresa permitiría que nada de lo anterior ocurriera. Mientras Sánchez pasea por Davos y hace vídeos demagogos con jubilados del PSOE, el ciudadano medio sufre las consecuencias de sus nefastas políticas.
Fuera de nuestras fronteras
Lo que tenemos por delante es una estabilización de la inflación, aunque en niveles notablemente superiores al 2% fijados por el BCE. Esto supone, como ya ha advertido Lagarde esta misma semana, que el máximo organismo monetario de la Eurozona va a seguir actuando contra este fenómeno o, lo que es lo mismo, subiendo tipos. Y, a partir de verano, el objetivo es reducir efectivamente el balance, aunque veremos si esto ocurre.
Mientras tanto, en Estados Unidos se ha producido un fenómeno cuanto menos curioso: Ante la amenaza de que el Gobierno Federal llegue al límite de gasto (algo que ya llevamos viendo muy frecuentemente en los últimos años y que se salda con un acuerdo para incrementar dicho límite) los seguros de impago de crédito (CDS) a 1 año se han disparado hasta niveles históricamente altos.
Es evidente que Estados Unidos no va a hacer default en el próximo año, pues todo depende de un acuerdo político. Pero el ejemplo anterior muestra los niveles de volatilidad que podemos ver sobre la deuda pública a lo largo de los próximos meses con cada noticia que genere dudas en la confianza de los inversores.
Cada avance del perosanchismo es un paso más apara convertir a España en el primer país europeo en el que se extirpa la democracia liberal y se implanta la autocracia nepotista propia del neocomunismo de Hispanoamérica. El ejemplo más cercano, tanto desde el punto de vista temporal como institucional y económico, es Chile, un país que ha pasado de ser la envidia del continente a salir del radar internacional y quedar dominado por las élites locales.
Si queremos ser como Argentina, Venezuela, Cuba o Chile, estamos en el camino adecuado. La miseria solamente es el primer paso.