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Manuel Fernández Ordóñez

Greta, Hitler y el postureo energético alemán

Mientras se vende al mundo como referencia de la transición energética, Alemania incumple sistemáticamente sus objetivos climáticos.

Mientras se vende al mundo como referencia de la transición energética, Alemania incumple sistemáticamente sus objetivos climáticos.
Greta Thunberg posando con la policía en en un desalojo en Alemania. | Cordon Press

Hace unos días detuvieron en Alemania a la activista climática Greta Thunberg, mientras se manifestaba contra la ampliación de la mina de carbón a cielo abierto de Garzweiler, cerca de Colonia. Tomando en consideración las reiteradas veces que la joven sueca nos ha alertado de lo malvado del sistema capitalista, resulta especialmente llamativa su puesta en escena luciendo artículos de una "opresora" multinacional de ropa deportiva. Pero más llamativo resulta el exquisito trato recibido por parte de las fuerzas de seguridad del estado alemanas, a las que únicamente les faltó pedirle un autógrafo o un selfie, en contraste con otras detenciones mucho más violentas llevadas a cabo esos mismos días.

Greta acudió a la llamada de grupos medioambientalistas alemanes para protestar contra la demolición completa del pueblo de Lützerath, cuyos habitantes han tenido el fatal destino de vivir sobre yacimientos de lignito pardo, el carbón de peor calidad que existe y del que Alemania tiene ingentes reservas. Cada pueblo es esclavo de su historia y, sin saberlo, el destino de Lützerath fue escrito en los momentos más oscuros de la Alemania nazi por la segunda figura más influyente del Tercer Reich, el fundador de la Gestapo y mano derecha de Hitler, Hermann Göring.

Göring fue el encargado de llevar a cabo el Plan Cuatrienal 1936-1940 destinado a preparar Alemania para la guerra, convirtiéndola en una economía autárquica capaz de abastecerse con sus propios recursos. En este marco, en 1937 decretaron una ley mediante la cual el carbón era considerado una prioridad nacional y las empresas mineras tenían el derecho a desalojar a los habitantes de las localidades en cuyo subsuelo existiera ese mineral, con el fin de explotarlo. Hoy, en pleno siglo XXI, las empresas mineras alemanas siguen utilizando esa ley para expulsar a miles de personas de sus casas y demoler pueblos enteros.

Mientras se vende al mundo como referencia de la transición energética, Alemania incumple sistemáticamente sus objetivos climáticos y cuenta con un sistema eléctrico de los más emisores de Europa. Nos hallamos ante una coalición de gobierno en la que se encuentra el Partido Verde y que dirige una economía que ha resultado ser la que más carbón ha quemado en los últimos años. Esta distopía, sin embargo, no se restringe únicamente a los dirigentes alemanes, sino también a los propios manifestantes de Lützerath. Éstos, que hoy protestan contra la explotación de carbón, eran los más fervientes defensores del cierre de las centrales nucleares alemanas, una tecnología que hace 20 años producía la misma cantidad de electricidad que produce hoy el malvado carbón.

La verdadera transición energética alemana hubiera sido hacer la misma apuesta por las energías renovables, pero manteniendo en operación sus centrales nucleares. Eso les hubiera permitido no quemar apenas carbón o eliminar la dependencia del gas ruso. Sin embargo, eligieron el camino populista de la ideología ciega, de cabalgar el delicado equilibrio entre el discurso climático y la búsqueda de votos en las regiones mineras. En definitiva, el camino del postureo energético. Como publicaban en un famoso portal ecologista la pasada semana "pase lo que pase, no confíes en el Partido Verde Alemán". Ya no engañan a nadie, ni siquiera a los suyos.

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