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Pedro Pablo Valero

Cuando la renta fija no es tan fija

La renta fija es un gran activo pero que sea fija no implica ni que siempre sea rentable ni que sea totalmente segura.

La renta fija es un gran activo pero que sea fija no implica ni que siempre sea rentable ni que sea totalmente segura.
Christine Lagarde, presidente del BCE | Europapress

Muchos inversores se preguntan por qué sus fondos de renta fija han tenido un comportamiento tan malo en 2022, incluso se lo cuestionan aquellos que, sin tener ningún tipo de inversión, daban por hecho que el adjetivo "fija" garantizaba de algún modo que el resultado no podía ser negativo, en contraposición a la renta variable, teóricamente mucho más arriesgada. Efectivamente, cuando se compra deuda, emitida bien por un estado, bien por una empresa, a vencimiento, el único riesgo grave para el capital invertido es el de la fiabilidad de los emisores de ese papel, no existe un tipo de interés variable salvo en algunos instrumentos híbridos. Esto significa que, si se compra un bono del estado español a 10 años al 1%, y se mantiene durante todo ese tiempo, en una década se habrán recibido los intereses generados por esa rentabilidad fija. Pero resulta que eso no suele ser lo que pasa, y la deuda, como las acciones en la bolsa, se suele comprar y vender constantemente.

La irresponsable política de los bancos centrales de los últimos años ha llevado a una gran contradicción que rompe con la lógica de ley de la oferta y la demanda: justo en el momento de la historia en que más deuda se ha emitido en todo el mundo, es cuando más fácil ha sido colocarla, y menos intereses ha hecho falta ofrecer, llegando incluso al absurdo de colocar deuda a tipos de interés negativos. Con ese panorama las compras a vencimiento de bonos de largo plazo son suicidas, la mayor parte de los que acudían a las subastas lo hacían con la intención de especular con ese papel, dada la tendencia bajista de los tipos provocada por las compras de los bancos centrales en los mercados secundarios. Para entendernos, si un banco compra un bono alemán a 10 años al 0%, mantenerlo en cartera no le va a proporcionar nada más que pérdidas, pero si se lo vuelve a vender al BCE al -0,10%, el beneficio en porcentaje es enorme.

Todo esto ha provocado mucha especulación en los mercados de renta fija, más en años en los que la liquidez era tan abundante. Sin embargo, en 2022 mercados de bonos como el británico, el alemán o incluso el estadounidense, han sufrido un ascenso porcentual de tipos que hasta ahora sólo había ocurrido en tan corto espacio de tiempo en economías emergentes o de dudosa solvencia. Y eso ha provocado muchas pérdidas a los tenedores de esa deuda comprada los años anteriores. El que tiene un fondo de renta fija, como va actualizando el valor con el precio actual al que se negocia esa deuda en los mercados, ve descender su capital, algo que será efectivo si se le ocurre salirse de ese fondo, del mismo modo que en años anteriores ocurría lo contrario. Y los pocos que compraron a vencimiento, por un lado si venden garantizando al comprador una rentabilidad superior a la que en su día adquirió (porque es la única forma de deshacerse de ese papel ya que el mercado ha cambiado), esa diferencia supone un fuerte coste; por otro lado, si se mantiene la inversión también hace un mal negocio tanto por el coste de oportunidad (porque tenemos un dinero parado en un activo nada atractivo en cuanto a rentabilidad) como por la pérdida de poder adquisitivo por culpa de la inflación: si aguantamos años un bono cercano al 0% cuando venza, el dinero que recibamos nos cundirá mucho menos que en el momento en el que lo compramos.

Otro problema de la inversión en renta fija está en las importantes carteras de inversión de los bancos, incluso de los bancos centrales, ya que revaluado a precios de mercado actuales supone unas pérdidas latentes millonarias. Contablemente la banca puede mantener gran parte de esa deuda en la cartera de inversión sin anotarse ese deterioro financiero, pero no deja de ser un mal negocio tener grandes cantidades de dinero parado a, por ejemplo, el 0%, a la vez que acude a las subastas de liquidez de su banco central pagando -caso del BCE- un 2,5%.

Con todo, aquí sólo estamos teniendo en cuenta el riesgo de la pérdida de intereses, pero lo verdaderamente arriesgado de la renta fija es perder el capital porque el emisor de la deuda no sea solvente. Es evidente que es muy poco probable que un país desarrollado deje de cumplir con sus pagos y a pesar de la no tan lejana crisis de deuda soberana de 2012, a día de hoy casi nadie contempla algo que sí es muy probable que ocurra en otras economías como la venezolana o la argentina. Pero en renta fija también hay mucho papel privado, emitido por empresas que pueden ser vulnerables ante una crisis económica o financiera. No hay demasiados inversores minoritarios que posean deuda de empresas (aunque por supuesto también están en la composición de muchos fondos) pero sí que la hay en los balances de todas las entidades financieras. Los bancos no sólo pueden ver su morosidad disparada, en caso de recesión y cierre de empresas, porque los clientes -familias y pymes- dejen de abonar sus créditos, también puede ocurrir lo mismo con mucha deuda de emisores privados (y de algunos soberanos de países emergentes), y además con mucho mayor volumen invertido.

Por eso la renta fija es un gran activo, incluso recomendable para invertir en él este año si una recesión económica lleva a una vuelta a una política más acomodaticia de los bancos centrales, pero que sea fija no implica ni que siempre sea rentable ni que sea totalmente segura.

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