En mi opinión todo gobierno que incurre en déficit es un mal gobierno, sea del color que sea. Hay que cuadrar ingresos con gastos y no plantear los Presupuestos ya asumiendo, como se hace, que va a existir ese desajuste. Pero lo del actual ejecutivo español es especialmente preocupante por dos motivos, el primero es que estamos en máximos de recaudación, por lo que tiene menos justificación aún que sigan sin balancear las cuentas, y el segundo es la actual situación de alta inflación. Traer dinero del futuro (emitir y colocar deuda para cubrir ese desfase es simplemente eso) cuando justo los bancos centrales están luchando contra el alza de precios reduciendo la liquidez en el sistema, es irresponsable ya que incentiva que los precios no bajen al alimentar la demanda.
Hace unas semanas conocimos el déficit de España del año 2022: 4,8% del PIB. Una cifra muy mala pero que disparó el optimismo del gobierno y sus medios afines porque, gracias al citado récord de recaudación, fue inferior a lo esperado e incluso a la que se había mandado a Bruselas como previsión…por dos décimas. Además, rebaja el dato de 2021 que fue del 6,9%. Extrañamente la ministra Montero declaró al dar la noticia que "España logró nuevamente cumplir con sus compromisos presupuestarios". Y digo que me parece extraño porque ese 4,8% de déficit supuso un desfase en las cuentas de 63.776 millones de euros. ¿Cómo se puede presumir de algo así, qué gestor empresarial o qué familia puede congratularse de realizar unos presupuestos con un agujero así? Pero a todo nos acostumbramos, y para 2023 la previsión del gobierno es tener de nuevo déficit, demostrando que no hay ningún interés en dejar de recurrir a la deuda para poder cuadrar los números.
La Airef estima que el déficit de 2023 será del 3,5% del PIB, a pesar de que será un año de crecimiento económico, de nuevos récords de recaudación, de entrada de dinero de los fondos europeos y de vuelta a números prepandemia para el importantísimo sector turístico nacional. Y de nuevo se asume como algo normal que cubramos con deudas los graves errores de gestión, ya que estamos ante un daño estructural. Desde 2007 no hemos tenido un solo superávit presupuestario, y los últimos fueron casi por accidente, porque nadie esperaba los extraordinarios ingresos del burbujón inmobiliario. Y sólo en 2018 se consiguió que el déficit fuera algo inferior al 3%, que es el límite que se había instaurado en el Tratado de Maastricht (que tantas veces y en tantos aspectos se ha incumplido) como tope para los miembros de la Eurozona. El afán electoralista de los gobiernos y, por qué no decirlo, la incapacidad de tantos votantes de discernir que el mejor gobierno es el que mejor gestiona y no el que más gasta, es un incentivo demasiado fuerte.
El resultado de ello es que la deuda no cesa de subir para cubrir los desfases presupuestarios anuales. En algunos momentos la ratio deuda/PIB decrece, como lleva pasando desde 2020, ya que sube más el PIB que la deuda, y eso da la impresión de que la deuda se reduce pero no es cierto, su volumen no deja de aumentar, aunque sea mejor que su crecimiento sea más bajo que el del PIB que lo contrario, por supuesto. El caso es que un incremento constante del volumen de la deuda es una hipoteca para el futuro y un coste que asumimos también en el presente puesto que a mayor volumen, mayores intereses, especialmente en estos tiempos de tipos de interés cada vez más altos tras el espejismo de los últimos años en los que el Tesoro colocó, incluso una vez a 10 años, varias emisiones de bonos, y muchísimas de letras, en negativo, cobrando por emitir deuda. Pero repito, eso ya acabó. Como se supone se acabará esta inflación tan alta que tanto está beneficiando al estado recaudador, y endeudado, frente al ciudadano pagador y ahorrador.
Y si con máximos de recaudación y un PIB que subió en 2022 un 5,5% y en 2023 subirá, según la mayoría de analistas, cerca del 2% (por el sector exterior: turismo, fondos europeos y exportaciones) la deuda sigue creciendo, y sigue sin haber ninguna intención de eliminar el déficit presupuestario de cada año para al menos evitar que siga haciéndolo (ni siquiera hablo ya de reducirla), ¿qué pasará si llega un parón económico que además, si hacemos caso al FMI y a sus últimas previsiones globales, no es algo descabellado? La respuesta la podemos imaginar todos, cada crisis desde 2008 ha aumentado el volumen y la ratio deuda/PIB, y por lo tanto cada vez tenemos menos armas para poder afrontar los malos tiempos que, cíclicamente, van apareciendo. Pero es que incluso sin ninguna recesión tardaremos muchos años en deber menos que el PIB del país (es decir, bajar del 100% cuando en 2007 estábamos en el 35%), y para ello el PIB debe crecer más que la deuda durante mucho tiempo. Por otra parte, va venciendo la deuda que fue emitida a tipos ultra bajos y la nueva cada vez exige un mayor pago de intereses por parte del estado. Da la impresión que al actual gobierno no le preocupa mucho esto porque lo más probable es que el problema sea de otros tras las próximas generales. O quizás es que yo sea un malpensado…