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¿Está justificado el triunfalismo del Gobierno por evitar la "recesión técnica"?

La pregunta sobre si veremos algún trimestre de crecimiento negativo no tiene demasiado sentido. La clave es ¿cuál será el crecimiento a medio plazo?

La pregunta sobre si veremos algún trimestre de crecimiento negativo no tiene demasiado sentido. La clave es ¿cuál será el crecimiento a medio plazo?
Pedro Sánchez y Nadia Calviño, el pasado martes, en el Congreso. | EFE

Ahora la noticia es que España escapa de la recesión. ¿Qué recesión? La que se denomina técnica y que implica dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo del PIB. Se había dicho (por ejemplo, la AIReF en octubre del año pasado), que era casi seguro que así sería. Pero, al final, entre revisiones del PIB por parte del INE y el abaratamiento de los precios de la energía, en el último trimestre de 2002 crecimos un 0,2%. Que no es mucho, pero es mejor que nada. Y que nos lleva a pensar que si no hemos entrado en terreno negativo en ese período, aunque lo hagamos en el actual (algo que está por ver), parece complicado que veamos esas dos cifras en rojo que nos permitan utilizar la temida palabra.

El Gobierno ha aprovechado la noticia para lanzar un nuevo mensaje de triunfalismo económico. Aunque no seremos los únicos que logren esquivar ese escenario, como se había anunciado tanto que llegaría la malísima noticia, el hecho de que no tengamos el titular parece en sí mismo un éxito. En realidad, no lo es. Tampoco es que sea un desastre: ese 0,2% de crecimiento del PIB en el último trimestre de 2022 no es un buen dato y apunta a una clara desaceleración; pero también es mejor que el que exhiben otros países de la UE y entra dentro de la lógica que un ministro de Economía quiera arrimar el ascua de la propaganda a su sardina.

Lo que no es tan normal es el mensaje que se ha querido trasladar de que somos un ejemplo al que los demás países miran. Porque eso es lo que dijo el otro día Pedro Sánchez, que en Davos, todos los asistentes al último Foro Económico Mundial, le preguntaban cuáles eran las claves del éxito económico español y si otros países podrían copiarnos. No sabemos si esto es cierto o fruto de la imaginación del presidente. Pero si es verdad lo primero que había que apuntar es que los grandes líderes de la economía mundial deberían revisar sus referencias.

En cualquier caso, aquí van algunas claves importantes para leer los datos del PIB en los próximos trimestres:

- El corto plazo: el PIB y el PIB per cápita son buenos indicadores a medio plazo de cómo lo está haciendo la economía de un país. Pero son mucho más problemáticos según estrechamos nuestro campo de visión.

No es que no sirvan de nada: por ejemplo, si estabas creciendo al 5% y pasas a crecer al 1%, debes preocuparte. Porque indica que tu economía se ralentiza. Lo que queremos decir es que los efectos estadísticos y coyunturales pueden hacerse sentir y generar más distorsión si tomamos cifras de forma aislada (para el que quiera una explicación más técnica, aquí el Banco de España y aquí en Nada es Gratis, dos análisis sobre este tipo de problemas).

-Carry over: por ejemplo, está ese efecto que se llama "carry over" y que está adquiriendo cierta fama en los últimos días. La clave está en que para medir el crecimiento del PIB anual se toma como referencia el PIB medio del pasado año (y para eso se usa el PIB de cada uno de los trimestres). En este caso, 2021 vs 2022.

Si, como ocurrió en 2021 como consecuencia de la pandemia, los últimos dos trimestres son muy positivos, incluso un crecimiento interanual plano puede dar lugar a una tasa anual de crecimiento del PIB aparentemente elevada (la mejor explicación gráfica que nosotros hemos encontrado en los últimos días es ésta que el usuario de Twitter @jongogonzalez ofrece en su cuenta).

Así, tomando como referencia un valor de 100 para el último trimestre de 2019, lo que tendríamos es un PIB medio en 2020 de 88,31 (-10,7%); de 93,21 (+5,5%) en 2021; y de 98,32 (+5,5%) en 2022. Parece fácil. En 2022 tendríamos una tasa anual de crecimiento igual a la de 2021.

Sin embargo, la tasa interanual a final de año difería mucho: fue del 6,6% en 2021 y del 2,7% en 2022. ¿Y esto como se explica? Pues no es sencillo: resumiendo mucho, lo que ocurrió es que en 2021 se disparó el crecimiento en los dos últimos trimestres (por eso la tasa interanual en el cuarto trimestre del año era superior a la media que recoge la tasa anual) y eso ha beneficiado a las cifras de 2022. Pero si miramos este año en solitario, lo que vemos es un buen segundo trimestre y un estancamiento preocupante en la segunda mitad del ejercicio.

Normalmente, no se dan estas diferencias tan grandes entre las tasas anual e interanual, pero es que los últimos tres años no son normales desde un punto de vista estadístico por la pandemia.

Por último, un apunte que es obvio pero que debemos recordar: si uno crece al 0,1% durante diez trimestres... está estancado, aunque no entre en recesion. Seguro que esa economía tiene problemas y lo está pasando peor que otra que haya tenido un semestre negativo pero luego se dispare. No decimos que ésta sea o no la situación en España, pero sí nos parece una imagen útil para explicar por qué el debate sobre la décima en negativo no tiene demasiado sentido.

La excepción

Y entonces, con qué nos quedamos. Pues aquí cada uno puede hacer el cherry-picking estadístico que prefiera. Lo cierto es que:

España es una excepción entre las grandes economías mundiales en lo que tiene que ver con la recuperación post-pandemia. Como explicábamos el otro día en Libre Mercado, no hemos alcanzado todavía el nivel de PIB de diciembre de 2019 y lo normal es que no lo hagamos hasta finales de este año o comienzos del que viene. La mayoría de los países ricos hace ya más de un año que lo lograron. Esto es lo más importante y lo que más debería preocuparnos.

Porque, además, en crisis pasadas el problema de España estuvo precisamente en su capacidad de recuperación a medio plazo. Por ejemplo, entre 2008 y 2012, España no sufrió desplomes del PIB tan importantes como Irlanda o los países bálticos (lo explicábamos aquí, hace un año, cuando apuntábamos al miedo a las dos décadas de semi-estancamiento en las que está inmersa la economía española): nuestro problema no es cuánto caemos o no caemos en las crisis... sino nuestra incapacidad para rebotar. En 2020, con el Covid, fuimos de los peores, pero aquello habría quedado como un mal recuerdo si hubiéramos cambiado de tendencia con la rapidez y fuerza de otros países de la Eurozona.

Así, lo que nos debería importar para los próximos trimestres no es la recesión. Ni si tal número sale mejor o peor en una estadística que todavía tiene que normalizarse en la era post-Covid. La clave son los grandes números (por ejemplo: crecimiento del PIB acumulado en el lustro 2019-2024) y la tendencia (tasa de crecimiento potencial de la economía española, déficit estructural de las administraciones públicas, tasa de paro estructural...). Y ahí, desgraciadamente, hay muy poco que celebrar.

A partir de ahí, lo que probablemente veremos en 2023 es una ralentización muy importante respecto a lo visto en 2022. El Gobierno saca pecho del 5,5% anual conocido hace unos días y asegura que mantiene el 2,1% para este año. Pero será complicado lograrlo: en primer lugar, ningún otro analista se acerca a esa cifra (el consenso de Funcas apunta al 1,3%) y el efecto arrastre del que hablábamos antes no sumará demasiado (porque el segundo semestre de este año ha sido muy flojo). Pero es que incluso si conseguimos ese 2,1%, eso implicaría una ralentización profunda respecto a las cifras de este año. Teniendo en cuenta de donde veníamos, no es un dato para celebraciones.

Por eso, la pregunta clave: ¿merece este panorama el triunfalismo del Gobierno? Más allá de que es lógico que todos los gobiernos (y más aún en año electoral) ofrezcan declaraciones muy optimistas, no parece que estemos como para ser el modelo de nadie.

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