A lo largo del año 2022, los precios de los alimentos adquiridos por los supermercados para su venta a los consumidores han aumentado en más de 8.000 millones de euros. Por lo tanto, el discurso que vienen cultivando diversos miembros del gobierno de coalición entre PSOE y Podemos, según el cual la inflación se debe al aumento de los márgenes de estas empresas, carece de sentido alguno.
Los datos facilitados por el Ministerio de Agricultura muestran que los precios pagados por el sector primario en la adquisición de bienes y servicios de uso corriente han aumentado un 34,8% durante el último año. La fortísima subida de precio está en todas partes: la vemos en los cereales, los fertilizantes, los cartones, el vidrio, los plásticos, los combustibles… Por lo tanto, el problema de costes arranca al comienzo de la cadena de valor.
Si las empresas españolas hubiesen optado por trasladar los precios a los consumidores y mantener sus márgenes intactos, el aumento medio del IPC alimentario a lo largo del último año habría alcanzado también el 34,8%. Sin embargo, las distintas compañías que intervienen en el proceso han hecho un esfuerzo notable por amortiguar el golpe. El primer sacrificio lo tenemos en los precios percibidos por el ámbito agrario, que suben con menos intensidad y presentan una subida del 23,1%.
En la misma línea, el Índice de Precios Industriales de la Industria Alimentaria (IPRI-IA) ha subido una media de un 16,8%. Sin embargo, finalmente, el IPC de los precios de la alimentación ha venido alcanzando un repunte del 10,8% durante 2022. Por lo tanto, todos los eslabones de la cadena de valor del ámbito de la alimentación han hecho un esfuerzo notable para amortiguar en lo posible la crisis inflacionista y moderar los precios que trasladan al consumidor.
En el año 2022, la tasa media de variación del Índice de Precios Industriales de la industria alimenticia (IPRI-IA) ha sido del 17,3%. Sin embargo, el IPC que han abonado los consumidores presenta una media anual del 11,6% a lo largo del ejercicio pasado. De igual modo, aunque la facturación de la distribución ha subido un 8,6% durante el año, el consumo final de vienes ha caído un 1,9%, puesto que los consumidores gastaron más, pero la inflación hace que se lleven menos productos a casa.
Así, el precio medio de la cesta de la compra que pagamos en el supermercado ha aumentado en un 10,5% durante 2022, pero el precio que pagan los supermercados por hacerse con esos productos ha subido un 17,3%. En este sentido, las cifras disponibles muestran que el precio medio de la cesta de la compra ha subido 6,8 puntos menos que el precio al que las empresas distribuidores compran esos mismos productos a la industria alimentaria. Dicho de otro modo, la industria de los supermercados ha recortado en 6,8 puntos el IPC asociado a la compra de alimentos que pagan los consumidores.