El doctor en Física Nuclear, Manuel Fernández Ordóñez, está de enhorabuena. La publicación de su libro Nucleares sí, por favor (Deusto, 2023) ha tenido muy buena acogida en el mercado editorial y ha reavivado el debate sobre la necesidad de replantear la política energética española y abrir la mano a una mayor participación de las centrales. Tras su entrevista con Federico Jiménez Losantos en EsRadio y su columna invitada en Libre Mercado, el salmón de Libertad Digital ha querido entrevistarse con él para conversar sobre los temas centrales de su libro.
"Vivimos en los tiempos de la política del sentimiento, se gobierna de manera cortoplacista, pensando a cuatro años o a veces ni eso. Sin embargo, la energía requiere de planteamientos e inversiones muy a largo plazo, hacen falta décadas de estabilidad y de consenso. En España no tenemos nada de eso. Se pregona la vocación de construir una economía "verde" pero se desmantela la nuclear, que es precisamente el respaldo óptimo para las renovables", señala.
Fernández Ordóñez reconoce que los problemas de la política energética trascienden el ámbito de la nuclear y comenta la incertidumbre jurídica que están sufriendo los inversores en la tecnología solar y eólica. "En el caso de las renovables también hay problemas serios. Se introducen unos incentivos, luego se revierten de forma retroactiva. Se reclama el capital extranjero, luego se vulneran los derechos de esos inversores. Quizá fue un error primar las renovables de manera tan intensa como se hizo en su momento, porque ello propició un déficit de tarifa muy abultado, pero también es un profundo error actuar de esta manera, creando una manifiesta inseguridad jurídica que afecta de manera general a la economía española y traslada una imagen de país poco serio", critica.
Consciente del malestar social por la subida de los precios, el autor de Nucleares sí, por favor señala al respecto que "el mercado energético no solo no está funcionando mal, sino que está funcionando bien. La gente siempre tiende a echarle la culpa de todos los males al mercado, este es solo un ejemplo. ¿Que suben precios? Pues la culpa es de las empresas. Sin embargo, ¿qué nos dice el mercado? Pues que tenemos precios muy altos… porque estamos configurando un mix energético que, como estamos viendo, es muy caro y está tremendamente volcado en el gas. Elegimos energía cara y eso es lo que tenemos".
Al respecto, recuerda que "no hace mucho tiempo, la vicepresidenta Teresa Ribera se congratulaba de que el precio de las emisiones de CO2 iba a encarecerse. Afirmaba que este es el indicativo correcto, porque encarece el recurso a los combustibles fósiles. Y eso es cierto, pero el problema es que, si no desarrollas fórmulas alternativas, entonces tienes la misma energía de antes, solo que más cara, y sin alternativas".
"Los objetivos de reducción de emisones que hemos fijado implican instalar 1,5 millones de paneles solares al día hasta 2050. Otra opción sería construir una nueva central nuclear cada diecinueve días hasta 2050. Dicho de otro modo: es inviable. ¿Que hay metas climáticas que queremos cumplir? Vale, pero tenemos ir dando pasos sensatos. Tenemos los niveles de vida que tenemos gracias a los combustibles fósiles y, precisamente por eso, hay que ser realistas. Otros países ni siquiera se plantean el lujo de prescindir por completo de tal fuente de energía, precisamente porque su reemplazo sería tremendamente costoso y nos empobrecería significativamente", alerta.
"Las transiciones energéticas requieren de muchas décadas de trabajo. El petróleo se descubre a mediados del siglo XIX, pero solo supera al carbón a mediados del siglo XX. Hay países como China donde esa transición aún no se ha plasmado, en pleno año 2023 siguen dependiendo principalmente del carbón, de modo que en una de las economías más grandes del mundo van con un siglo de retraso. Por tanto, pretender una transición energética en veinte años es total y absolutamente inviable. Con el hidrógeno ocurre lo mismo, no hay soluciones de almacenamiento pero ya nos estamos lanzando a esa idea", señala el doctor en Física Nuclear.
"La externalización que propicia la energía hace que los seres humanos tengamos máquinas trabajando por nosotros. En 1830, una persona tenía que trabajar tres horas para poder pagarse una hora de luz artificial generada con parafina o semen de ballena. Por lo tanto, era un lujo. Hoy, con quince segundos de trabajo, podemos pagar una hora de luz artificial. Tenemos tecnologías energéticas más baratas y eso es lo que ha propiciado tanto progreso", destaca.
Su libro nos pone al día de algunas revoluciones recientes en el campo de la nuclear. "Con el uranio ha ocurrido una revolución comparable a lo del fracking. La lixiviación in situ ha permitido prescindir de la minería tradicional, que tenía un impacto medioambiental muy importante. En Kazajistán, que ha apostado de forma clara por esta fórmula, han pasado de ser un país sin relevancia en el mercado global a ser el primer productor de uranio del mundo", señala en relación a los últimos desarrollos tecnológicos.
El calendario de cierre en vigor plantea que, entre 2027 y 2035, se produzca el apagón de los siete reactores nucleares que siguen operando en España. A fecha de hoy, producen el 21% de la electricidad y generan el 35% de la energía libre de emisiones. "Hay varios hechos evidentes. Sus costes de operación y de mantenimiento son muy bajos en términos comparados, el historial de seguridad es claro, la cuestión del almacenamiento de residuos se maneja sin problema y, lo más importante de todo, la nuclear opera casi siempre, prácticamente nunca para. La nuclear desplaza la curva de precios hacia abajo, abaratando el coste final. Si cerramos las centrales, el sistema pasará a funcionar esencialmente con gas, con el consecuente encarecimiento de la factura. Hay otros aspectos negativos: más emisiones de CO2, más dependencia económica y energética del extranjero, etc. Es decir, estaríamos peor en todos los frentes. Hoy por hoy no hay ninguna fuente de energía que pueda reemplazar a la nuclear y ofrecer fórmulas que serán más contaminantes y más caras", recalca.
Como ejemplo a seguir, cita el caso de Francia. "La lección que se deduce de la experiencia gala es clara. No es una hoja de Excel, es el mundo real. Francia es el ejemplo perfecto de que es posible acometer una transición energética real, pero solo si se hace apoyándose significativamente en la energía nuclear. En diez años, redujeron el peso de los combustibles fósiles del 60% al 10%. Ese es el modelo en el que deberíamos fijarnos". No le falta razón: el gráfico es muy revelador.
De igual manera que hay transición energética en Francia, Fernández Ordóñez considera que "en Alemania lo que hay es una reversión energética cuyas implicaciones son tremendas. El carbón era su principal fuente de energía en el siglo XIX, seguía siéndolo en el siglo XX y continúa siéndolo en el siglo XXI. En 2010 tenían fósil 56%, nuclear 25% y renovable 19%. En 2021, estos porcentajes han pasado a ser del 41%, 13% y 46%. ¿Qué hubiese pasado dejando las nucleares abiertas? Hoy tendrían un mix compuesto en un 27% por combustibles fósiles, en un 27% por energías nucleares y en un 46% por fuentes renovables. Es difícil hacerlo peor". Con razón a Rainer Zitelmann le gusta hablar de lo ocurrido en su país como la política energética más estúpida de la historia.
El entrevistado va concluyendo nuestra conversación con una inquietante reflexión: "es una lástima que no conozcamos las fuentes de financiación de los grupos ecologistas. En Estados Unidos vemos que las principales compañías petroleras y del gas han apuntado la financiación de la mayoría de estas instituciones. Sierra Club, 350.org, NRDC, EDF… ¡Todas han recibido sus recursos de esas empresas! Y por eso han impulsado campañas duras contra la nuclear, porque al final lo que buscan el petróleo y el gas es quitarse de encima la competencia más evidente y real que tienen, que es la nuclear. Muchos de los dirigentes históricos de estas ONG han reconocido esos vínculos, han matizado sus posiciones de antaño… Pero el patrón se sigue repitiendo, por ejemplo se imponen gravísimos costes regulatorios que hacen imposible operar las energías nucleares".
Fernández Ordóñez se despide recordando que "la secuencia lógica del progreso abarca ahorro, inversión en tecnología, incremento de la productividad, rebaja de precios y vuelta a empezar. Si no tenemos inversión en tecnología, no podemos ser más productivos, no podemos tener economías ricas. Pensar que la nuclear sobra en esa ecuación es un error que ya nos está saliendo muy caro y que puede arruinar nuestro futuro económico, todo en base a mitos que nada tienen que ver con la realidad de esta tecnología".