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Pedro Pablo Valero

La hipocresía del Gobierno con el turismo y el elitismo del progresismo

Es ideal que venga un turista millonario que haga un gran gasto, pero eso no hace malo a los demás. Hay muchos tipos de turismo, y todos aportan.

Es ideal que venga un turista millonario que haga un gran gasto, pero eso no hace malo a los demás. Hay muchos tipos de turismo, y todos aportan.
Puerto del Carmen, Lanzarote | Alamy

El sector exterior es clave para la economía española. El envejecimiento poblacional y el alto número de desempleados implica que, para mantener nuestro estado del bienestar, España necesita ingresos del exterior. Nuestros irresponsables políticos ni siquiera fueron capaces de cuadrar ingresos con gastos en los Presupuestos Generales del Estado, ni con los máximos históricos de exportación y turismo del año 2019, así que ahora, con un mayor gasto público y a pesar de la mayor presión fiscal, se hacen aún más necesarios los ingresos foráneos.

Si, como está pasando, se deja de crear empleo, se reducen los ahorros, se encarecen los créditos y los asalariados pierden poder adquisitivo, se hace muy complicado que el consumo interno suba. Una vez más, el posible crecimiento económico dependerá en gran medida del turismo y las exportaciones (aparte del dinero europeo de los Fondos de Cohesión).

Poco mérito tiene el gobierno, este y el anterior, en la internacionalización de muchas de nuestras empresas, incluso de pymes, que se han movido con habilidad para encontrar nuevos mercados fuera de España. Tampoco se puede decir que la magnífica infraestructura hotelera de España, con unas empresas de servicios -de todo tipo- de alta calidad, tenga que ver con la gestión política. Sí que los diferentes gobiernos que han procurado que España sea un país bien comunicado, con un rico patrimonio razonablemente cuidado, asistencia sanitaria asequible y eficaz, y con bajos niveles de delincuencia han ayudado, por supuesto, hay un trabajo de décadas que nos han convertido en una potencia turística de primer orden, y es un gran valor para nuestro país.

Sin embargo, muchos de los miembros del actual gobierno, sobre todo antes de llegar a él, han sido muy críticos con el turismo. Desde llamar a España "país de camareros" a insistir en el daño ecológico que provoca la masificación. Ni la debacle económica de 2020 que supuso el quedarnos sin turistas, sirvió para que cambiaran de opinión, si bien no tienen problema en presumir de la creación de empleo posterior debida en gran parte a la recuperación de este sector.

La hipocresía demostrada en la última feria Fitur de hace unas semanas es llamativa: por un lado abogan por poner tasas a los turistas, a los vuelos cortos, aplauden a los ayuntamientos que frenan la construcción de hoteles, que ponen pegas al alquiler turístico etc. y, a la vez, se aprovechan de un sector clave para la economía de España al que no apoyan lo suficiente. Y ya no sale de sus bocas lo de "cambiar el modelo productivo" ya que nuestro PIB sigue por debajo de los niveles prepandemia y la única posibilidad de recuperarlo antes de 2024 es precisamente que el turismo vuelva a los números de 2019.

Hay mucha ignorancia y maledicencia respecto a este sector. Es cierto que la masificación provoca tensiones ecológicas pero ¿acaso no es un gran avance social de nuestro tiempo que millones de personas de clase media puedan viajar y disfrutar de unas vacaciones que no hace tanto estaban reservadas sólo para los más ricos? Que un electricista inglés pueda estar dos semanas en la Costa del Sol, bebiendo cerveza más barata que en su país pero también visitando, si quiere, la Alcazaba de Málaga por un módico precio, es progreso, se mire como se mire.

Y España tiene motivos para presumir porque hay mucho valor económico más allá de lo que se aprecia en un primer plano, mucha actividad detrás; no es fácil que, por ejemplo, cada uno de los hoteles de nuestro país estén bien surtidos cada mañana temprano gracias a una industria de distribución que funciona muy bien. Por eso el turismo es un sector tan rentable para España, sus ramificaciones son muy amplias y aportan riqueza a otros muchos negocios. Incluso el, menospreciado por algunos, turismo de alquiler vacacional, aporta mucho. Hasta en algunos casos es mejor para una localidad de costa un alemán que alquila un apartamento y hace la compra en Mercadona, come un menú en Casa Pepe y se toma un helado en la avenida principal del pueblo, que otro que va a un hotel de cuatro estrellas con un todo incluido y que no sale de la piscina.

Claro que es ideal que venga un turista millonario que haga un gran gasto, pero eso no hace malo a los demás. Por suerte, hay muchos tipos de turismo, y todos aportan. Desde el rural al de playa, desde el de cruceros al de campings, desde el gastronómico al cultural, desde el de ocio al sanitario (que lo hay), … y muchos se mezclan.

Ese elitismo del progresismo -apoyado por numerosos miembros del gobierno actual- que critica el turismo de masas ignorando el avance social que supone, que pretende prohibir que un obrero alemán se compre un apartamento en Mallorca, o que numerosas pymes ingresen dinero gracias al consumo de las decenas de millones de extranjeros que visitan nuestro país, luego bien que se aprovecha del beneficio económico obtenido para aumentar el gasto público y presumir de cifras de empleo.

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