De todos los debates económicos que se irán sucediendo en las próximas semanas, ninguno es tan absurdo como el de los fondos europeos. Ya tuvimos un adelanto hace unos días, a cuenta de la famosa Adenda que el Gobierno envió a Bruselas. En el PP, escandalizados, se hacían cruces porque se supone que esto implicaba una especie de hipoteca con la que tendrá que cargar el nuevo Ejecutivo que salga de las urnas el 23-J (y en Génova esperan ser ellos). Desde el PSOE les respondían que no había tiempo para desarrollar un nuevo plan antes de la fecha límite (31 de agosto) y que lo responsable era presentarlo cuanto antes.
Todo es mentira, claro.
Lo primero, lo principal: es mentira que los fondos estén en peligro. Ni con Pedro Sánchez ni con Alberto Núñez Feijóo. Ni con Adenda ni sin ella. Ni presentando los papeles tres meses antes de la fecha límite ni haciéndolo tres meses después.
Bruselas (que es como decir la Comisión, el Consejo o el Eurogrupo; que es como decir el resto de Gobiernos de la UE) lleva quince años dándonos dinero, tiempo, garantías, respaldo y margen para poner todo tipo de excusas. ¿Alguien se cree que ahora que las cosas están relativamente tranquilas se van a poner exquisitos con un nuevo Gobierno por un quítame allá ese documento?
Los argumentos de los dos grandes partidos son disparatados. Intuyo que lo saben ambos. Pero nadie lo diría, al ver como lo defienden con tanta vehemencia. Y como los tertulianos de uno y otro lado hablan tan serios del asunto. Desde el lado socialista, Nadia Calviño se pone estupenda con una doble premisa: (1) habría sido muy perjudicial presentar el plan definitivo más allá del 31 de agosto; (2) la Comisión está encantada con las reformas realizadas en España en los últimos años, a las que ha dado el visto bueno; y un Gobierno que intente tocarlas podría poner en peligro la recepción de los fondos. Los peperos no se quedan atrás. Aquí la acusación se dirige a la Moncloa, por no haber esperado al resultado electoral. Como si lo que se envía ahora a Bruselas vaya a quedar grabado en piedra.
Desafortunadamente, los fondos europeos no están en peligro. España recibirá cada céntimo prometido y se podrá endeudar por cada euro pactado. Nadie va a retirar nada.
Bruselas es el reino del politiqueo. Sus defensores dicen que es para bien y que el hecho de que en la última década haya habido más politiqueo es un signo de que las cosas van en la buena dirección. Defienden que las reglas eran muy exigentes y rígidas (esto no sé de dónde lo sacan o de qué época hablan, porque en los últimos treinta años no ha ocurrido), pero que la nueva Europa, que se enfrentó unida al covid y a la Guerra de Ucrania, ya ha aprendido que tiene que ser flexible y respetar la voluntad de cada país (que es como decir dar más margen a los nuevos gobiernos que salgan de las urnas).
En la Comisión y en el resto de las capitales, tampoco son sordos. Saben que España tiene elecciones en unas semanas. Intuyen que el nuevo Gobierno puede ser diferente al actual. Es que incluso saben que aunque repita el PSOE, las circunstancias pueden haber cambiado tanto que lo dicho hasta entonces sirva de más bien poco. Además, como nos han repetido muchas veces desde el Ministerio de Economía, España es uno de los países que va más adelantado en esto de los fondos.
Así que no... no se les moverá ni un pelo porque el nuevo ministro de Economía les presente a lo largo del otoño un plan que cambie lo que ahora les haya enviado Calviño. Lo lógico es que ni se miren el que mandamos hace unos días hasta saber cuánto de lo prometido está respaldado por el nuevo Gobierno. Tras quince años seguidos (y esa cifra no es una forma de hablar) retrasando cualquier ajuste e incumpliendo nuestros compromisos de déficit, ¿se van a poner duros justo ahora?
Planes y reformas
Desde luego, tampoco nos castigarán por retocar o derogar las reformas de Sánchez. Porque no han sido tantas ni tan relevantes. Porque se supone que lo que plantearía Feijóo iría más en línea todavía de lo que nos piden las recomendaciones de la Comisión. Y porque en Bruselas les da igual lo que hagan los Gobiernos nacionales con su Economía. España lleva estancada dos décadas y ni se inmutan. En realidad, lo único que piden a los gobiernos es que aparenten tener algún tipo de plan para controlar el déficit. Tampoco muchos planes ni muy serios ni muy fiables. Mientras no se llega al momento de ruptura absoluta, los Gobiernos saben que lo único que tienen que hacer es hacer como que hacen: no llegar a un choque directo e ir aprobando alguna cosilla. Si las exigencias fueran reales, España no habría llegado hasta este momento.
Decía antes que "desgraciadamente", porque creo que todo esto, que en España se plantea siempre como un cambio en nuestro favor, es lo que nos condenará. Yo soy de los que pienso que precisamente porque no somos capaces solos, nos habría ido muy bien que nos hubieran obligado a hacer lo que no queríamos (rigidez, hombres de negro, halcones... lo que fuera). Me gustaría equivocarme, pero creo que:
- Los fondos no modernizarán nuestra economía ni la industria; aunque parezca dinero caído del cielo que sólo puede ser para bien (a lo que el país tuviera por sí mismo, le añadimos 150.000 millones), hará que la atención, el tiempo, el esfuerzo y la inversión se redirija no hacia donde podrían ser más productivos, sino hacia los sectores, industrias o empresas que el Gobierno de turno escoja como ganadores. Ya lo estamos viendo
- Los Gobiernos españoles aprovecharán el dinero que les ofrezcan y el margen en el cumplimiento de los objetivos para posponer los ajustes y reformas que quizás si estuvieran solos, a su suerte, no tendrían más remedio que afrontar. Ya lo hemos visto en los últimos años. Es que ni en pensiones hemos presentado nada que se acerque remotamente a lo que habíamos prometido. Ni siquiera entro en si era necesario o no. Lo que digo es que se suponía que nos lo exigían y se suponía que nos habíamos obligado. Les hemos mandado la nada (básicamente la promesa de hacer un ajuste real dentro de tres años) y le han puesto el sello.
Por qué digo entonces que esto nos condenará. Porque (1) creo que llevamos una década necesitando el ajuste y las reformas que no se han hecho; (2) porque intuyo que el mamoneo tiene un límite, que hasta ahora no hemos alcanzado pero tampoco está tan lejos; y (3) porque cuando haya que hacer ese ajuste y esas reformas quizás sea tarde o la situación tan grave que lo que ahora nos habría costado un poco, entonces sea dramático.
Es cierto que esto parece lejano (mi apuesta es que será entre 2026 y 2028), pero también puede estar a la vuelta de la esquina, tan cerca como una recesión un poco prolongada en Alemania que empuje a los políticos germanos a buscar un cabeza de turco al que endosarle la culpa de los recortes que también ellos tendrán que acometer. Cuando eso llegue, sí estaremos en un problema, porque no somos un país soberano desde un punto de vista financiero y nos podrán imponer condiciones que no nos gustarán y que quizás sean dañinas (sé que he afirmado antes que creo que necesitamos recortes y reformas impopulares; lo que me preocupa es que a lo mejor los que nos imponen desde fuera no son los que realmente nos hacen falta).
Mientras tanto, en Bruselas seguirán con la milonga de los fondos (como si su entrega dependiera de que la Adenda sea creíble o de que las primeras remesas se estén usando de forma adecuada); el PP hará un poco de paripé por tener que cargar con la herencia de Sánchez (hay que reconocer que será una buena excusa para cuando tengan que hacer algo que no quieren); y el Gobierno montará un poco de teatro con las fechas y lo bien considerado que está el dúo Sánchez-Calviño en la UE (como si eso tuviera algún rendimiento positivo para España). Cada uno en su papel.