Por mucho que el Gobierno insista en su economía de ciencia ficción, todos los indicadores comienzan a mostrar que la economía se ralentiza, se va frenando. Vivirá todavía un último empujón gracias al verano y a la actividad turística, pero se para, y más que lo hará cuando el efecto de la anestesia del gasto público, ingente durante estos años, se vaya retirando. Si vamos analizando distintos indicadores, podemos observar ese freno económico que se está produciendo.
Por ejemplo, si hablamos de las hipotecas, caen en número un 18,3% interanual y en importe descienden un 4,1% interanual. Es un elemento muy ligado al sector inmobiliario, es decir, a la construcción, que siempre actúa como indicador adelantado de la economía. El endurecimiento de las condiciones financieras y la pérdida de poder adquisitivo dejan ver su impacto.
Si analizamos el indicador de actividad del sector servicios, observamos que se produce una fuerte desaceleración en el principal sector de la economía, al crecer sólo un 0,8% interanual (23,7 puntos menos que el mismo mes del año pasado) y cae con fuerza en tasa mensual, un 9,4%.
Si hablamos de las cifras de negocios de la industria, tampoco evoluciona mejor. Cae un 8,1% interanual y un 18% intermensual, que muestra la debilidad de la evolución del sector secundario, debido a las expectativas negativas existentes en la economía.
Como vemos en estos tres indicadores recientes, la actividad se está parando; es más, está cayendo con fuerza mientras el Gobierno celebra un dato de PIB engañoso, como escribía hace un par de semanas en Libre Mercado. Se está produciendo, como venimos repitiendo constantemente, el empobrecimiento de los españoles, que soportan subidas importantes de precios, que están disminuyendo el número de productos que adquieren al hacer la compra, al tiempo que miran la subida de las cuotas hipotecarias con miedo.
Como decía hace dos semanas en Libre Mercado, el Gobierno va a dejar una estructura económica sumamente debilitada, endeudada, con un enorme gasto estructural consolidado sobre la base de unos ingresos coyunturales, que incrementa el déficit estructural, y con una voracidad confiscatoria que frena la actividad, al tiempo que se da una merma en la confianza en la economía, por la percepción por los agentes económicos de una menor seguridad jurídica debido a la política económica de Sánchez. Esa realidad es la que se da en la economía española, más allá de trampantojos con los que el Gobierno quiere hacernos ver que marcha bien lo que realmente retrocede.
Sin embargo, el Ejecutivo del presidente Sánchez sigue empeñado en presumir de política económica cuando simplemente ha generado graves desequilibrios estructurales que, gracias a la anestesia del gasto público, le ha permitido mantener en pie los indicadores macroeconómicos sin que hasta ahora hayan reflejado el deterioro que, en el día a día sufren los ciudadanos al hacer la compra o pagar su hipoteca, pero que ya empiezan a empeorar.
Sánchez y Calviño viven instalados en una economía de ciencia ficción, que terminará por deteriorarse en cuanto vuelva el cumplimiento de reglas fiscales. Para evitarlo, es necesario reducir el gasto y aplicar reformas profundas que dinamicen la economía, pero los socialistas desprecian esta posibilidad y huyen hacia delante, dejando una economía con unos fundamentales peores de los que recibieron, endeudada y con el motor económico gripado de tanto gasto público, que debilita el crecimiento productivo real.