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Manuel Fernández Ordóñez

La bicicleta de Teresa Ribera y el postureo infinito

Teresa Ribera, no muy acostumbrada a moverse en bicicleta, protagoniza el enésimo ridículo internacional de alguno de nuestros líderes políticos.

Teresa Ribera, no muy acostumbrada a moverse en bicicleta, protagoniza el enésimo ridículo internacional de alguno de nuestros líderes políticos.

Ostentar la Presidencia del Consejo de la Unión Europea debería ser un acto de responsabilidad extrema. Todos los ojos de Europa van a estar puestos sobre nosotros los próximos seis meses y deberíamos actuar de forma exquisita y ejemplar. Sin embargo, en este país tan nuestro, el estreno de la Presidencia nos ha dejado en la retina el enésimo ridículo internacional de alguno de nuestros líderes. En este caso, la vicepresidenta tercera y ministra de transición ecológica, Teresa Ribera.

Tras organizar en Valladolid el encuentro de los ministros de medioambiente de la Unión Europea, Ribera hizo acto de presencia a lomos de una flamante bicicleta. Eso sí, circulando sin casco, siendo precedida y seguida por sendos coches oficiales. En uno de los cuales, por cierto, había un individuo con medio cuerpo por fuera del vehículo haciendo fotografías. Ya saben que las normas de tráfico son para los demás.

En la construcción del relato político son importantes los gestos de cara a la masa social. Pan y circo. El hecho de acudir con varios coches oficiales hasta Valladolid para luego hacer un recorrido de unos metros en bicicleta y pretender que alguien te tome en serio es muy propio de políticos que habitan burbujas desconectadas de la realidad social. No se ve a Ribera muy ducha en el manejo del velocípedo. Se nota que no utiliza este medio de transporte a menudo. Ribera y yo vivimos en la misma localidad, nos hemos cruzado en varias ocasiones paseando, pero en mi vida la he visto en bicicleta.

Imaginemos, en cualquier caso, que todos los que vivimos en la gran ciudad sufriéramos una pérdida de raciocinio colectiva y decidiéramos vender todos nuestros coches y movernos en bicicleta. Imaginemos, además, que esto no fuera una catástrofe económica y de conciliación. ¡Hagámoslo, qué diantres! Tras semejante revolución, el ahorro de emisiones de CO2 que tendríamos no se acercaría, ni de lejos, a los millones de toneladas que nos ahorran nuestras centrales nucleares.

El postureo infinito, del que hacen gala algunos de nuestros líderes políticos, pretende que aplaudamos gestos absurdos e inútiles a la vez que comulgamos con decisiones ideológicas que van en sentido contrario a aquello que dicen defender. Nadie puede tomar en serio a un gobierno que decreta emergencias climáticas, se da paseos en bicicleta, pero cierra unas centrales nucleares que evitan la emisión de más de 20 millones de toneladas de CO2 cada año y reducen nuestra dependencia del gas ruso.

Por si esto fuera poco, el ridículo ha traspasado nuestras fronteras, extendiéndose más allá del circo electoral en el que vivimos de manera perenne. Tuits desde Estados Unidos e Inglaterra, mofándose de la estelar llegada de la vicepresidenta en bicicleta, tuvieron más de 20 millones de visualizaciones en apenas unas horas. Hay más del triple de personas en el mundo riéndose de Ribera que el número de personas que en España votan al PSOE.

Pero la puntilla del recochineo europeo es que Francia, en esa cumbre de ministros de Valladolid, ha convocado una reunión en la que se ha firmado un manifiesto para relanzar la energía nuclear como pieza indispensable en la transición energética. Un manifiesto que han firmado todos los países de Europa con centrales nucleares en casa del único país de Europa con centrales nucleares que no lo ha querido firmar…porque su ministra estaba muy ocupada dando paseos en bicicleta mientras el futuro nos deja atrás.

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