El Parlamento de Nueva Zelanda aprobó el pasado mes de diciembre una nueva normativa anti-tabaco que veta por completo la venta de cigarrillos a todos los ciudadanos cuya fecha de nacimiento sea posterior al año 2009. La medida entra en vigor en 2027 y podría ser replicada próximamente en Reino Unido, donde el gobierno de Rishi Sunak estudia una ley prácticamente calcada a la del país oceánico. De hecho, los plazos que maneja el gabinete del dirigente tory serían los mismos que los implementados en Nueva Zelanda.
Un ranking de la Organización Mundial de la Salud que recoge datos para más de 180 países de acuerdo con el consumo per cápita de cigarrillos sitúa a Nueva Zelanda en el puesto 87 y asigna a las islas británicas el número 79 de la lista. El dato medio es de 1.083 cigarrillos al año por persona, pero Nueva Zelanda se queda en 685 y Reino Unido, en 828. Así pues, sorprende que las medidas prohibicionistas sean tan intensas en dos países que se encuentran, respectivamente, un 35% y un 25% por debajo del promedio mundial.
Este mismo año se publicó una nueva edición del Índice del Estado Niñera, un documento que estudia las restricciones al consumo de comida, alcohol y tabaco. Nueva Zelanda no figura en el índice porque su cálculo se limita a economías europeas. Sin embargo, en el caso de Reino Unido vemos que el país gobernado por Rishi Sunak obtiene la calificación más alta de todas en la subcategoría dedicada al tabaco. Su calificación en dicha variable es de 13,4 sobre 16,7 puntos posibles, frente a los 8 puntos que recibe España o los 5,6 que se anota Alemania.
El vapeo como fórmula alternativa
Downing Street insiste en que esta decisión ayudará a reducir el gasto sanitario asociado al cuidado de personas cuya salud se resiente por el consumo de tabaco. Para ser precisos, los conservadores consideran que el ahorro potencial derivado de seguir las medidas adoptadas en Nueva Zelanda rozaría los 20.000 millones de euros anuales.
Al mismo tiempo, las autoridades neozelandesas y británicas son más permisivas con el vapeo, puesto que consideran que los cigarrillos electrónicos ayudan a que los fumadores de tabaco convencional encuentren una alternativa con menor impacto para su salud. Por otro lado, en Reino Unido preocupa un posible repunte del contrabando y de las ventas "en negro", puesto que aquellas personas que sí tengan una edad autorizada para contar tabaco podrían revender cigarrillos a los afectados por la prohibición.