Menú
Domingo Soriano

La cifra que enloquece (y retrata) al nacionalismo: de 1975 a 2020, Cataluña se estanca y Madrid se dispara

¿Es el centralismo español la causa de todos los males que aquejan a aquella comunidad autónoma?

¿Es el centralismo español la causa de todos los males que aquejan a aquella comunidad autónoma?
Imagen de la última Diada, con un grupo de independentistas delante de una pancarta que pide la independencia y la vuelta de Carles Puigdemont. | EFE

El procés es una apuesta política. El objetivo es romper con el actual marco institucional y desarrollar uno nuevo. ¿Independencia? ¿República? Pues depende de cada uno de los actores. Pero estamos ante una apuesta por un cambio de régimen.

Eso sí, que sea una apuesta política no quita para que también podamos ver causas económicas. El dinero siempre ha estado ahí, por ejemplo, con esa queja constante sobre la infrafinanciación de Cataluña. Una demanda extraña, puesto que el modelo de financiación siempre se pactó, desde mediados de los años 90, entre el partido político predominante en el independentismo (primero CiU, luego ERC) con el Gobierno central de turno (primero el PSOE de González, luego el PP de Aznar y finalmente los socialistas de Zapatero). Como explicábamos este sábado en Economía Para Quedarte Sin Amigos, las quejas nacionalistas por el trato que reciben del sistema de financiación autonómica son una declaración (implícita) de incompetencia, dejadez o corrupción: si el resultado fuera malo para su región (algo que podría discutirse), los primeros responsables serían ellos.

Ahora, en el pacto entre Junts y PSOE publicado este jueves, se ha incluido, de nuevo, un apartado económico:

En el ámbito de los déficits y limitaciones del autogobierno, Junts propondrá de entrada una modificación de la LOFCA que establezca una cláusula de excepción de Catalunya que reconozca la singularidad en la que se organiza el sistema institucional de la Generalitat y que facilite la cesión del 100% de todos los tributos que se pagan en Catalunya. Y, por su parte, el PSOE apostará por medidas que permitan la autonomía financiera y el acceso al mercado de Catalunya, así como un diálogo singular sobre el impacto del actual modelo de financiación sobre Catalunya.

Como explicábamos el día del acuerdo en Libertad Digital, esto supondría el fin del sistema de régimen común y un nuevo cupo, similar al vasco, para Cataluña.

Y la pregunta es si está justificado por la historia. ¿Es cierto que Cataluña es una región castigada por Madrid? ¿Es el centralismo español la causa de todos los males que aquejan a aquella comunidad autónoma?

A la vista de los datos, parece complicado defender esta postura. De hecho, hoy daremos sólo un primer brochazo, con un vistazo a lo más básico, el PIB: cuánto aportan Cataluña y Madrid a la producción total española. Hablamos de la cifra en bruto que determina el peso de cada región en la economía nacional. Aquí, como en muchas otras estadísticas, los números dibujan un muy mal escenario para el nacionalismo: a más poder, más demandas, más competencias, más política... peor le va a su región.

pib-cat-mad-1975-2020.jpg

Fijémonos en la siguiente tabla, tomada del informe "45 años de evolución económica, social y empresarial de las comunidades autónomas en España", del Consejo General de Economistas y la Cámara de Comercio. Es muy sencilla. Simplemente muestra el PIB total de Cataluña, Madrid y España desde 1975 hasta 2019 (eliminamos, así, un posible efecto covid). Como vemos, nuestro país entraba en la Transición con un reparto claro de papeles. Madrid era la capital administrativa (y sí, eso tiene su peso e impacto en la riqueza de sus habitantes) pero Cataluña era la verdadera capital económica.

Veinte años después, la cosa no había cambiado demasiado. En 1995, Cataluña seguía siendo, con bastante diferencia, la región que más aportaba al PIB español. Y es lógico. Esas primeras dos décadas de democracia fueron bastante positivas para esta comunidad autónoma. Por ejemplo, la entrada de España en la CEE, en 1986, tenía que beneficiar a Cataluña más que a ninguna otra región: por cercanía a los mercados europeos, por el peso de la industria en su actividad económica, por su tradicional potencia exportadora... Además, en aquellos años se vivió el efecto Barcelona 92, que disparó la notoriedad turística de la capital catalana. Por eso, mientras Madrid (presidida entre 1983 y 1995 por el PSOE, no lo olvidemos) se estancaba y retrocedía ligeramente en su peso en la riqueza nacional, Cataluña mostraba una tendencia alcista (leve, pero que ahí estaba).

A partir de 1995, la cosa cambia. Y, curiosamente, lo hace cuando el nacionalismo da una vuelta de tuerca en su control político de la región (por ejemplo, con más exigencias en materia lingüística o de construcción nacional) pero también cuando sus partidos adquieren un peso relevante en Madrid. Las exigencias independentistas en la capital no han servido para mejorar la suerte de los catalanes. Habrá quien diga que esto no implica causalidad: y es cierto, hay otros muchos factores que podrían explicar la divergencia en la trayectoria de la CAM y de Cataluña. No queremos hacer aquí una tesis doctoral, pero sí plantear una obviedad: el peso político del nacionalismo y su apuesta por la construcción nacional no se han visto reflejados en una mejoría económica de la región. Enfrente, la región con menos tentaciones nacionalistas de España, casi la única que nunca ha tenido un partido regionalista con presencia en el parlamento autonómico, es una de las que más ha aumentado su peso en la economía nacional (más producción, más empleo, más población...).

El último cuarto de siglo ha sido un período en el que en todo el mundo occidental hemos visto tendencias similares: las grandes ciudades y áreas metropolitanas han ido ganando peso frente a las zonas rurales. Y en ese sentido, Madrid sí aparenta haber aprovechado las oportunidades que había detrás de esa tendencia. Desde 1995, su peso en la economía nacional ha pasado del 17,0% al 19,9%. Podemos discutir si esa concentración en las zonas más ricas (un fenómeno que, como decimos, ha ocurrido en muchos otros países) es buena o mala. Pero lo evidente es que la CAM ha ganado peso de forma constante en la economía nacional. En casi todas las demás métricas: desde el mercado laboral a la atracción de inversiones, pasando por la demografía, podemos certificar esa situación.

Mientras, Cataluña, que tiene fortalezas similares a las madrileñas y, además, una posición geográfica más favorable, languidece. No ha caído mucho, pero no ha logrado aprovechar igual que Madrid esa nueva globalización. De hecho, el dato de que Madrid superaba en PIB a Cataluña no generó demasiado ruido en su momento, a pesar de ser tan significativo. Quizás porque se daba por hecho. Sin embargo, es algo que dista de ser una consecuencia inevitable: Cataluña sigue teniendo un millón de habitantes más que Madrid, por lo que un PIB superior de esta última apunta también a crecientes diferencias en el PIB per cápita. Madrid es cada vez más rica y tiene más importancia en la economía española; Cataluña está en un proceso de ruptura institucional, construcción nacional y estancamiento económico. Cada una tiene lo que ha buscado (y lo que sus ciudadanos han votado).

Temas

En Libre Mercado

    0
    comentarios