Menú
Manuel Fernández Ordóñez

La única vía es más, mucho más capitalismo

Las políticas de decrecimiento, lejos de ser una solución, serán la puntilla que impedirá que reduzcamos nuestro impacto y nuestra huella en el medio.

Las políticas de decrecimiento, lejos de ser una solución, serán la puntilla que impedirá que reduzcamos nuestro impacto y nuestra huella en el medio.
Europa Press

En el mundo suceden cosas horribles, pero no todo lo que sucede es horrible. De hecho, la mayor parte de lo que sucede no lo es. Sin embargo, el sesgo de los medios de comunicación, políticos y redes sociales alteran nuestra capacidad cognitiva. Esta realidad la demostró Hans Rosling de manera maravillosa en su libro Factfulness. Creemos que el mundo está mucho peor de lo que realmente está, lo cual nos lleva a tomar políticas erróneas para tratar de solventar problemas que hemos magnificado previamente de manera artificial.

Las emisiones de gases de efecto invernadero son un claro ejemplo de esto. Las nuevas corrientes sociales no dudan en culpar de todo al mercado, al consumismo o al capitalismo. En un totum revolutum no distinguen una cosa de la otra, todo es lo mismo para ellos, la avaricia del ser humano llevada a la máxima expresión. La manifestación de un modelo insostenible y caduco, fundamentado en valores anacrónicos que no tienen cabida en lo contemporáneo.

Y erran, de un modo tan descomunal, que es difícil tratar de comprender la lógica analítica que hay bajo sus argumentos. Precisamente es el sistema capitalista el que está consiguiendo reducir cada vez más el impacto del ser humano sobre los recursos naturales. El capitalismo, por su propia dinámica, se aproxima por iteraciones sucesivas a modos de producción cada vez más eficientes y que utilizan cada vez menos recursos. El que consigue hacer más con menos tiene una ventaja competitiva y prevalece sobre los que no son capaces de seguir esa estela, que quebrarán (a no ser que el proteccionismo estatal lo impida).

Los sistemas económicos capitalistas aumentan la eficiencia de sus tejidos productivos de manera continua. Sus industrias producen bienes utilizando cada vez menos energía, menos combustibles fósiles y, por tanto, produciendo menos emisiones de gases de efecto invernadero. Podemos medirlo, podemos comprobar que esto es así, no admite discusión. Para ello utilizamos una variable que determina la cantidad de CO2 emitido para generar un dólar de PIB. Una variable que nos permite analizar cómo evolucionan las economías y también comparar los sistemas económicos de diferentes países.

Estados Unidos, en 1917, emitía 1,65 kilogramos de CO2 para producir un dólar de PIB. En 2018 esa cantidad se había reducido a 0,3 kilogramos, un 82% menos. En el mismo periodo, Inglaterra pasó de 1,43 kilogramos de CO2 a solo 0,15, un 90% menos. Desde la llegada de la democracia a España, este parámetro ha bajado un 57%.

Como contraejemplo, pongamos el caso de la Unión Soviética. Disponemos de datos desde 1960, cuando emitían 1,33 kilogramos de CO2 por unidad de PIB. En 1990, a punto de desintegrarse el régimen comunista, sus emisiones eran de 1,38 kilogramos. ¡Habían subido! Sin embargo, desde la caída del muro de Berlín, sus emisiones se han desplomado un 66% hasta los 0,47 kilogramos de CO2.

El desarrollo económico es lo mejor que le puede pasar al medioambiente. Las políticas de decrecimiento, lejos de ser la solución que propugnan algunos, serán la puntilla definitiva que impedirá que reduzcamos nuestro impacto y nuestra huella en el medio. Más capitalismo, más desarrollo, más tecnología y más libertad. Es la única vía.

En Libre Mercado

    0
    comentarios