El tejido productivo español sigue exhibiendo un desempeño muy preocupante bajo gobierno de Pedro Sánchez. Tal y como explicó Libre Mercado, la gestión del presidente socialista ha coincidido con la quiebra de las 49.000 empresas que han desaparecido en términos netos, lo que acarrea a su vez la pérdida de hasta 660.000 empleos potenciales.
Sin embargo, los problemas no acaban ahí, puesto que si nos centramos en aquellas empresas que sí siguen en pie, encontramos que los beneficios que han cosechado estas sociedades a lo largo del año 2023 se sitúan por debajo de las cotas alcanzadas hace cuatro años, antes de la pandemia, a finales de 2019.
Así, tal y como recalca el último Informe de Coyuntura del Instituto de Estudios Económicos (IEE), "comparando el nivel de beneficios medido por el Excedente Bruto de Explotación (EBE) de las sociedades no financieras en el primer semestre de 2023 se observa que este es aún casi un 4% inferior a los niveles registrados a finales de 2019".
Para ser precisos, el diferencial es del 3,6%, puesto que el EBE del cuarto trimestre de 2019 ascendía a 77.054 millones de euros y el mismo dato para el segundo trimestre de 2023 se sitúa en 74.264 millones. En términos monetarios, esta comparativa se traduce una brecha de 2.790 millones.
De hecho, el IEE recuerda que, "aunque esta evolución de las rentas empresariales tiene un comportamiento muy heterogéneo por sectores de actividad y tamaño empresarial, también es cierto que, atendiendo a los datos recientes de la Central de Balances del Banco de España, se puede observar que casi un tercio de las empresas españolas están enfrentando dificultades a la hora de generar beneficios suficientes para cubrir costes, es decir, presentan un rendimiento ordinario neto negativo". Asimismo, "aproximadamente un 24% de las empresas presentan niveles de endeudamiento elevados", circunstancia que amenaza su supervivencia efectiva.
Resulta especialmente preocupante que, si se comparan los datos de finales de 2023 con los del mismo periodo de 2019, la caída observada en los beneficios de las empresas no financieras (-3,6%) contrasta con una subida de los costes laborales unitarios, que crecen un 13,3%, así como el aumento de la remuneración de los asalariados, que aumenta un 14,1%, o el estallido de los impuestos netos aplicados sobre la producción y las importaciones, que experimentan un repunte del 15,6% a lo largo del mismo periodo.
Sobre este último punto, referido a la fiscalidad, no hay que olvidar que las empresas españolas contribuyen al 32,2% de la recaudación total obtenida por Hacienda, frente al promedio del 25% observado en el conjunto de la Unión Europea. Esto significa que los impuestos a las empresas son muy altos en términos comparados (un 28% más que el promedio europeo) y, además, siguen creciendo (con la citada subida del 15,6%).
De igual modo, también es importante recalcar que existe un diferencial cada vez más acusado entre la productividad de los trabajadores españoles (que va a menos) y la evolución de los costes laborales unitarios (que sigue aumentando). Por lo tanto, las empresas cada vez pagan más a una masa laboral que cada vez produce menos.
En este contexto adverso para la actividad empresarial, no sorprende que la creación de empleo se haya frenado desde hace seis meses, un desarrollo que permanece oculto a la opinión pública a raíz del "maquillaje estadístico" del gobierno. De igual modo, tampoco sorprende que la inversión en bienes de equipo esté ya un 5% por debajo de los niveles de 2019, tal y como refleja el siguiente gráfico del IEE. Dicha brecha del 5% significa 915 millones de euros menos de inversión en bienes de equipo.
Todos estos indicadores vienen a confirmar el preocupante desempeño de la economía española en los últimos años, especialmente en lo referido al tejido empresarial, que no solamente ha experimentado la desaparición de decenas de miles de compañías, sino que también está lidiando con una reducción de beneficios que contrasta con la subida de costes laborales, el aumento de los impuestos o el descenso de la productividad. La consecuencia lógica de esta circunstancia está siendo el desplome de la inversión y el estancamiento de la creación de empleo.